sábado, noviembre 23, 2024
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Sufro(de tinnitus) como Luis Miguel en su segunda temporada

Como Luis Miguel en la segunda temporada de su serie, he sufrido de tinnitus desde hace seis años, cuando me estalló por la ingesta de un medicamento.

Es lo que llaman una reacción “ototóxica” y puede suceder con píldoras de cualquier tipo, hasta con una pastilla para el dolor de cabeza.

En el caso del Sol de México, como vemos en el primer capítulo de la nueva temporada, su padecimiento auditivo se genera a consecuencia de un “problema técnico” en un concierto, donde un inescrupuloso productor se ahorra unos cobres en un servicio de sonido adecuado, para embolsillarse una comisión, a costa de la salud del ídolo de la canción azteca.

Sufro(de tinnitus) como Luis Miguel en su segunda temporada

En mi escala, el tinnitus me lo provocó el no saber lidiar con una ruptura amorosa, vivir el respectivo despecho, asistir a un psiquiatra por depresión y tomar unos calmantes innecesarios, por lo fuertes, que me querían mantener en la rueda de la dependencia farmacológica.

Uno de ellos me estalló en el oído como a Luis Miguel, literalmente, salvo que yo fui víctima no de un productor corrupto, sino de un doctor que receta en lugar de tratar a sus pacientes.

Con el tiempo lo entendí y lo superé. Ayudó más el contexto resiliente de una buena familia y de unos buenos amigos, que mi angustia por descubrir la fórmula mágica con el psiquiatra famoso de Caracas en aquella época.

Por su lado, como afirma irónicamente la estimada Naky Soto, Luis Miguel busca curarse el tinnitus con alcohol, con escocés servido en la clásica botella acristalada de las novelas de “gueros”(catires) de Televisa, el género de los “pobres ricos”, los meros machos que también lloran, las miserias de alcoba, los gritos y los dramas grabados en perfecto HD.

Recuerden los históricos agarrones por las mechas de “maldita lisiada”, un efecto especial, made in México, que Hollywood ya quisiera para cualquiera de sus “Godzilla versus Kong”.    

Parte del encanto irresistible de la serie Luis Miguel reside en estilizar para Netflix el canon de “María la del Barrio”, “Corazón Salvaje”, “Esmeralda”, “Rebelde” y hasta un toque de “Carrusel” y “La Vecindad del Chavo”, pues por algo figuran los chicos atormentados con su inconfundible acento cantadito de las colonias “clasemedieras” del DF, entre Roma y la zona rosa.

Por mi última visita reciente a ciudad México, tengo fresco el look de origen de cada personaje de la serie Luis Miguel, empezando por el prota que vive en una mansión como de los bosques de Chapultepec, el equivalente nuestro de la Lagunita y el Country Club.

Por mi amor por la cultura mexicana, me entrego de lleno, con un mar de lágrimas, al disfrute de la segunda temporada, haciendo catarsis de mis dolores físicos y existenciales, experimentando la magia de la televisión y el cine hispano, en su capacidad de reafirmar nuestra identidad de sueños rotos y héroes melancólicos de “hasta que me olvides”, frustrados por “daddy issues” y complejos de Edipo.

Tengo para mí que latinoamérica cuenta con unas plumas hermosas que esperan por las crónicas de Alberto Barrera Tyska, Ibsen Martínez, Leonardo Padrón y César Miguel Rondón, sobre los capítulos de la shekespereana y chespirita “Luis Miguel”.

En ausencia de Don Carlos Monsivais, invoco solo a cuatro expertos nacionales del género, para no atosigarlos con demasiados nombres.

Sufro(de tinnitus) como Luis Miguel en su segunda temporada

Y es que ellos son cultores del arte de la novela, siguiendo los pasos del maestro Cabrujas.

De modo que, como caraqueño, debo pensar en ellos cuando veo y escribo de Luis Miguel en su segunda temporada, la cual tiene una virtud y un defecto.

El rollo, el beta estriba en la falta del personaje del papá, a causa de su muerte. Semejante monstruo del folklore y el color local, abusador y seductor a la vez, colmaba la pantalla en la primera temporada, compartiendo el protagonismo y robándole el show al propio Luis Miguel, en ocasiones.

Así funcionaba mejor el montaje paralelo de la serie, contrastando rítmicamente la edición e hilvanando con elegancia las escenas principales del melodrama.

En ausencia de la fuerza de la naturaleza del padre, la segunda temporada de Luis Miguel llega a confundir, por momentos, al cortar una secuencia de los noventa con el Sol de México, para compaginar con otra misma cara de traste de Diego Boneta en el futuro del milenio.

Aquí la pantalla del streaming no perdona, sacando a relucir el maquillaje, de bronceado de instructor de esquí o de dueño insolado de yate, que muestra la máscara de Luis Miguel a principios del siglo XXI.

Sufro(de tinnitus) como Luis Miguel en su segunda temporada

Para compensar un poco la ausencia de Óscar Jaenada, la serie intenta anclarse a dos conflictos de remiendo: la búsqueda neurótica y desesperada de la madre, así como el descubrimiento de un verdadero villano sustituto.  

En ambos casos, la segunda temporada no acaba de cuajar y apenas va encaminándose hacia lograr su objetivo dramático.

Por ende, a Luis Miguel le suman unos obstáculos que no están a su altura, un manager periquero y tramposo que no termina de funcionar, el ascenso de un nuevo asesor mediático que parece encarnar una posible esperanza para Luis Miguel y su carrera, al recomendarle un temazo de Juan Luis Guerra.

El segundo capítulo culmina en grande, con la grabación de “Hasta que me olvides”, y ahí se me olvidaron todos los problemas de la segunda temporada, se me olvidó hasta mi ruidito del oído que he aprendido a domesticar y superar, enfocándome en la vida que es bella y que es ahora, después de todo el dolor y el duelo.  

Por experiencia comprendo a Luis Miguel.

El tinnitus no tiene cura. Pero hay que aprender a dominarlo no por la vía del vicio o la evasión, sino por el camino de la redención, la reinvención, la empatía y el trabajo.

Calma tus ruidos internos con música de Luis Miguel. La música salva. El arte salva. El amor salva. La vida salva. La sonrisa y la alegría, salvan.
Por eso Luis Miguel nos regala una sonrisa y cierra ciclos, reconciliándose con su pasado.

No dejes cabos sueltos. No culpes a la noche, no culpes a la playa.

Comunícate y acércate a esa persona que extrañas, de la que te apartaste, y perdónense.

Perdonar cura el zumbido interno.

El segundo capítulo es increíble, con todo y sus deslices creativos.

Estoy enganchado a la serie hasta que me olvides.  

Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.

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