Lo confieso, he querido aprender artes marciales un par de veces. La primera fue estudiando medicina en una escuela de Karate entre La Florida y La Campiña pero el horario era matador pues tenía que desviarme mucho de mi cotidianidad. Y eso de irme caminando vestido con kimono hasta mi casa de El Rosal era como muy cursi. La otra fue en el Estadio Nacional de El Paraíso a donde iba al mediodía luego de salir de la Maternidad y practicar ejercicios físicos con mis amigos médicos del Hospital Militar.
Pero esto de pasar visita a las seis de la mañana en la clínica, luego a las siete dar conferencias en la Maternidad, luego las clases prácticas en sala de partos de allí y a las once Mesas Redondas dirigidas por el maestro Agüero o por mi querido Ramón Soto Sánchez, y de allí saltar a la Universidad para mis clases de Ciencias Políticas y de allí al Consultorio hasta las diez de la noche no me permitía aprender con suficiencia el kárate.
Desde luego, aquello del kárate se centraba en una actividad física con mucho respeto hacia los demás hasta que apareció Steven Seagal, con pinta de galán pero con cara de bruto y actitud de bruto. De vaina podía decir sus parlamentos en las películas, era peor que Bruce Lee que se pasaba sus películas callado y dando patadas y mirando con odio a todo el mundo. Total que ambos fueron un fraude como modelos para mí.
Creo que ellos me alejaron del kárate. Pero tengo un par de amigos karatecas que son inteligentes, calmados y brillantes profesionales. No quiero decir sus nombres porque ellos guardan silencio sobre esas virtudes en las redes sociales. Por otro lado, tengo un amigo, gran echador de vaina, que me dice siempre: “Mira Negro, el que tiene cara de bruto, es bruto”. Yo esos axiomas me parecen muy radicales, pero en el caso de Steven Seagal parecen verdad.
El tipo que era un galán, aunque tuviese cara de bruto, vemos ahora que visita a maduro para regalarle una catana, que así se llaman esas espadas samurái. Ahora anda por Miraflores pareciendo un tanque de guerra, al lado del cual hasta yo parezco un sílfide, todo vestido de negro como un obispo y jalándole bola al inquilino de Miraflores. Y lo dice sin rubor. Debe estar pelando bola para caer tan bajo. Como algunos amigos lo conocen, a maduro, no a Seagal, me dicen que las lecturas fundamentales de allí son los suplementos de Condorito, entonces todo se comprende y se entiende que están de tú a tú, en esto de la vida intelectual y cultural. Vaya pa’la auyama.
Y pensar que por allí estuvieron nuestros presidentes democráticos. Como a verraco no lo capan dos veces, meditando ayer me invade la duda sobre si el bichito de iglesias en España más bien no habrá planteado su renuncia a la política para demostrar la orfandad intelectual en su banda criminal podemos y hacerse llamar por ellos después para que los dirija nuevamente luego de “mostrar” su desapego al poder. Ese muérgano es de los que hay que ponerle el espejito delante la nariz por una hora a ver si de verdad está muerto. Esas renuncias las he visto antes en la vida política y Pa’bachaco, chivo.