Inicio estas líneas con una profunda decepción que solo podré superar cuando termine de escribir esta columna. Una vez más, el meteorito que según la noticias iba a impactar contra nosotros, no lo hizo. De nuevo, los esfuerzos de todos los medios de comunicación en avisarnos que el fin del mundo estaba cerca y que nos íbamos a extinguir como los dinosaurios fueron en vano.
Al principio, cuando empezaron a hacerse comunes las noticias de los posibles impactos de asteroides o meteoroides contra la superficie terrestre, pensé: ¿Y qué esperan que hagamos? ¿Que agarremos nuestras maletas y busquemos en Trivago opciones de alojamiento en Marte? ¿Se supone que debemos enviar a Iron Man para que bombardee la roca espacial, mientras nosotros observamos el momento herórico desde nuestros celulares? ¿O debemos conformar una coalición mundial de hombres y mujeres capaces de bajarse un momentico de la Tierra para empujarla y desviarla de la trayectoria del mamotreto cósmico?
Luego, estas noticias comenzaron a hacerse tan comunes hasta el punto de conseguírmelas ¡todos los días! Cada vez que entro a un portal de noticias, allí están: “Meteorito pasará mañana peligrosamente cerca de la Tierra”, “Se espera que hoy impacte sobre la Tierra un asteroide casi tan grande como el vacío en la declaración de impuestos de Donald Trump”, “La NASA anuncia que asteroide rozará nuestro planeta con altísimo riesgo de choque, ¡hay que llamar al seguro!”.
Con la proliferación de las alertas de impacto de estos aerolitos, también cambié mi percepción sobre el hecho. Ya no me parecía innecesario el anuncio, sino que deseaba que se volviera realidad. Siendo sinceros, como planeta no estamos pasando por nuestro mejor momento y este año 2020 lo ha empeorado todo, ergo, que un meteorito caiga sobre la Tierra acabando con todo, no estaría del todo mal, considerando que el nuevo coronavirus se ha tardado mucho en extinguirnos.
No hay nada más esperanzador por las mañanas que la noticia de que posiblemente nos vamos a achicharrar con una gran bola de fuego que se acerca a decenas de miles de kilómetros por hora para colisionar contra nosotros. Una tacita de café, una arepa y abrir el portal de noticias para saber cuál será el objeto del espacio que nos va a impactar el día de mañana.
Es como jugarse la lotería. Aún recuerdo a mi mamá buscando todas las mañanas en las últimas páginas del diario El Meridiano los pronósticos y números calientes que jugaría ese mismo día en la tarde con la fe en ganar el premio mayor. De la misma forma, reviso todas las mañanas la sección de “Ciencia y Tecnología” del diario para saber cuál de todos los trozos de piedras errantes allá afuera terminará impactando contra nosotros y, así, terminar esta ignominia de seguir viviendo en el planeta donde sacamos a nuestros presidentes de un reality.
Cabe destacar que siempre hablo de “diario”, así en general, porque en verdad no importa de cuál se trata, todos tienen la misma reseña sobre el fenómeno. No importa si es un diario grande o un periódico local, la noticia del meteorito que se va a estrellar mañana contra nosotros los iguala. Es como si el meteorito tuviese un efecto democratizante sobre todos los medios de información. De hecho, he llegado a pensar que, dentro del gremio gigante de la prensa, no eres nadie si no reseñas todos los días al meteorito de turno.
También existen esos diarios a los que les tengo menos respeto. Son esos diarios que titulan de la siguiente manera: “Un gran asteroide pasará cerca de la Tierra en abril, pero no nos impactará”. Es como si titularan “Te vas a morir algún día, pero no sabemos cuándo”. Muchas gracias, pero la verdad mi vida seguirá siendo exactamente la misma después de esa información. Ya yo sé que el universo está abarrotado de rocas que vuelan de un lado para otro y muchas no van a chocar contra nosotros, así que, por favor, avísame cuando tengas la certeza o, al menos, la leve sospecha de que una lo hará.
Pero, ¿por qué ninguno de estos meteoroides o asteroides ha impactado la superficie de la Tierra, a pesar de la insistencia de los medios de información?
Una de las mejores hipótesis que manejan los científicos es la mala puntería de los meteoritos. Pero, para explicar esta hipótesis, primero tenemos que explicar otra: puesto que los humanos somos el centro del universo, eso nos convierte en el blanco de todos los objetos voladores. Eso explicaría por qué todas las cucarachas terminan volando como kamikazes hacia nosotros, dejando como resultado el alarido despavorido de un humano sacudiéndose y corriendo a los brazos de mamá. Ahora bien, cuando se trata de objetos celestes y extraterrestres como los asteroides o los meteoroides, las cosas no son tan sencillas.
Aunque todas estas rocas espaciales tienen la verdadera intención de estrellarse contra nosotros, se ha descubierto que no tienen la misma puntería que las cucarachas. Al conformarse de elementos rocosos y metálicos, los asteroides y los meteoroides son, digamos, objetos sin vida —a menos que encima de ellos venga surfeando un alienígena—, así que no tienen voluntad propia, están a merced de las fuerzas físicas que actúan sobre ellos y, dicho sea de paso, carecen de algún sentido, como el oído o la vista, que les permitan cierta orientación sobre a dónde apuntar.
Además, recordemos —aunque no es mi intención convertir esto en una clase astronomía—, que los meteoroides y asteroides son sorprendidos por un movimiento burlón de nuestro planeta: el bamboleo de Chandler, una pequeña variación del eje de la Tierra descubierta por el estadounidense Seth Carlo Chandler, que le permite a la Tierra hacer una suerte de finta “a lo Ronaldinho” de proporciones espaciales y así poder esquivar el ataque del asteroide rival.
Otra de las hipótesis por las que los meteoroides anunciados no terminan por estamparse en nuestra superficie es debido a la pésima habilidad espacial que tienen los periodistas que cubren la fuente de ciencia y tecnología. Es un síndrome que conocemos como “el síndrome del peluquero”, una anomalía en el proceso cognitivo, la cual da como resultado que, al escuchar “solo un dedo”, el afectado entienda que queremos decir cuatro. Por esta razón, la frase “solo las puntas” en los oídos de un artesano capilar, se traduce en “un corte al ras de la epidermis”.
Esta afección ha comenzado a perjudicar a los periodistas y ha hecho que confundan las largas distancias con distancias cortas. Por ejemplo, supongamos que en un día normal a un periodista se le asigna la fuente de ciencia y tecnología, entonces se sienta en su puesto de trabajo, ya sea en la oficina o en su propia casa, y hace lo que pide el manual: decide escribir que un meteorito se acercará a la Tierra. Así que busca en la página web de la NASA cualquier objeto volador que le llame la atención y comienza a comparar a qué distancia se encuentra de la Tierra. Observa que hay uno de un diámetro de 0,002 Km —no sabe si es grande o pequeño, a él le parece grande, pero qué va a saber, si ni siquiera está seguro de qué significa “diámetro”, pero continúa— y que pasará cerca de la Tierra a una distancia de 0,9 UA —le parece cerquísima, muy cerca, es menos de 1, tiene que ser muy cerca, aunque tampoco tiene la menor idea de lo que significa “UA”— así que se alarma y pone en el titular “Inminente impacto de un meteorito ¡Recojan los vidrios!”, cuando en verdad ese pedazo de piedra está más alejado de la Tierra que el sentido común de su cerebro.
Y, finalmente, la última hipótesis, aunque la menos probable, pero que no quiero dejar por fuera, es la hipótesis de que tanto los asteroides como los meteoroides no existen y que son un invento de los científicos y de los intelectuales. Se dice que los científicos los inventaron para llevarles la contraria a los creacionistas y tener una teoría alternativa que explique el origen de la vida en la Tierra. Esta teoría, resumidamente, establece que las primeras moléculas de carbono migraron a la Tierra sin comprar boleto, sino escondidas en la maleta de algún meteorito desprevenido que entró en contacto con nuestro planeta cuando aún esta estaba de paquete. Por otro lado, las malas lenguas dicen que fueron los intelectuales quienes inventaron la fantasía de la existencia de estas rocas espaciales como una excusa para extinguir a los dinosaurios y de esta manera Monterroso pudiera escribir su célebre microcuento.
Sea como sea, los meteoritos cumplen una función importantísima dentro de nuestra dinámica actual. Sazonan de peligro las rutinas de unos y de esperanza las rutinas de otros. Pero la función más importante la podemos ver en los medios de información. Son ellos quienes deben la existencia y mantenimiento de su sección de “Ciencia y Tecnología” a estos objetos errantes. Sin ningún meteorito a punto de estallar contra nosotros, esa sección se quedaría sin nada para publicar. ¿Qué publicarían? ¿Avances científicos en medicinas? ¿Estudios sobre los problemas ambientales? ¿Algún descubrimiento físico importante sobre el origen del universo? No lo creo, son noticias lo suficientemente positivas como para poder vender.
Pablo Alas