“¡El enemigo no pasará!”, afirma el comandante Ivan Glushchenko en medio de un paisaje de un blanco inmaculado. En esta base ultramoderna, en el Ártico ruso, las fuerzas de Rusia se preparan para hacer frente a la OTAN.
En el Ártico, región estratégica, rica en hidrocarburos y que se espera que desempeñe un papel creciente en el comercio mundial debido al cambio climático y al deshielo, los intereses de Rusia son contrapuestos a los de otros países, como Estados Unidos.
Antes de la cumbre del Consejo del Ártico, que se celebrará el jueves y en la que Rusia asumirá la presidencia rotatoria, el ejército ruso permitió el acceso a un grupo de medios de comunicación, entre ellos la AFP, a su base “Trébol del Ártico” en el archipiélago de Francisco José.
Aquí, a apenas 600 kilómetros del Polo Norte, los soldados de Moscú tienen la intención de quedarse para siempre. En un territorio de más de 14.000 metros cuadrados han construido, sobre las ruinas de antiguas instalaciones soviéticas, un complejo que puede funcionar de forma autosuficiente durante casi año y medio.
La base está equipada con una estación con depuradora y calefacción de agua, una central eléctrica, una clínica, un gimnasio, un cine, una sauna y una iglesia. Todo ello conectado por túneles con calefacción que permiten a los aproximadamente 150 militares no tener que salir al frío polar, a no ser que sea estrictamente necesario.
“Podemos comparar este complejo con una estación espacial, la única diferencia es que no se encuentra en órbita, sino en el desierto ártico”, afirma el general Igor Tshurkin, uno de los comandantes de la Flota del Norte, presente en el lugar.
Avión espía noruego
Azotada por el viento y con temperaturas que pueden bajar hasta los -42 ° C, la base también posee un gigantesco aeródromo, del que despegaron en marzo dos cazas MiG-31 que consiguieron cruzar el Polo Norte antes de regresar al archipiélago.
Los oficiales de esta instalación militar, la más septentrional del mundo, presumen de su sistema de defensa costera móvil Bastion, con un alcance de 360 kilómetros y que ha demostrado ser “fiable” en las condiciones meteorológicas extremas del Ártico, según el comandante Balabek Eminov.
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En esta región estratégica las rivalidades se han intensificado en los últimos años. Tanto Rusia como la OTAN han incrementado las maniobras y no ocultan sus ambiciones.
Ivan Glushchenko, uno de los oficiales de la base, cuenta que sus hombres localizaron la víspera un avión de reconocimiento noruego que se acercó a unos 100 km sin violar la frontera. Los rusos reaccionaron enviando un aparato para “acompañarlo” durante unas horas.
“Las fuerzas armadas estadounidenses y las de la OTAN se han acostumbrado a llevar a cabo maniobras regulares en el Ártico. No se había visto desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, afirma Alexandre Moiseyev, comandante de la flota del Norte.
En un crucero nuclear en el puerto de Severomorsk, una ciudad cerrada en el Ártico, Moiseyev denuncia las “acciones provocadoras” de Washington en la región, sus vuelos de bombarderos estratégicos en las fronteras rusas y sus submarinos en el mar de Barents y en el litoral de Noruega, miembro de la OTAN.
Durante los últimos años Rusia ha aumentado su presencia militar en la región. La base “Trébol del Ártico” es solo la última hasta la fecha. Moscú despliega sistemas de defensa antiaéreos ultramodernos, los S-400.
Rusia espera convertirse en la principal potencia militar y económica aprovechando las ventajas financieras del Paso del Noreste, una ruta marítima entre Europa y Asia que se está desarrollando con el deshielo.
El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, insistió el lunes en que el Ártico es una zona de influencia legítima de Moscú y denunció la “ofensiva” occidental en la región. El jueves se reunirá con su homólogo estadounidense al margen de la cumbre del Consejo del Ártico.
Por el momento los únicos intrusos que han visto los soldados del “Trébol del Ártico” son los osos polares. En dos años y medio, el oficial Sergei Murzayev se cruzó con tres.