Hoy Francisco Toro, emprendedor y creador venezolano, nos deleita con una lista de sus gustos y placeres culturales.
Desde niño fue influido por una familia de intelectuales y profesionales, sensibles al impacto de las artes y las bellas letras.
A su edad comparte la experiencia de toda una vida sumergido en discos, textos y películas.
Es la importancia del conocimiento para evolucionar y ser mejores.
Dada tu experiencia en el cine, recomiéndanos dos películas que se han quedado contigo.
“Big Wednesday” y “Cinema Paradiso”. Guardo una relación muy estrecha con ellas a pesar que no considero que sean hitos cinematográficos. Ahí la lista se nos complicaría si intentamos ajustarnos a solo dos. Me la pusiste fácil. Esta arbitrariedad es porque ambas sencillamente me conectan con mi niñez tardía.
Tienen una fuerte carga nostálgica que siempre me produjo atracción. No en vano el tema central es el paso de la niñez-juventud a la adultez. Lo que en inglés llaman “coming of age“. Ese momento cuando se nos revelan verdades de toda índole. La entrada al mundo real. El cruce de fronteras.
Además me encantan sus bandas sonoras, las escucho con regularidad. Confieso que la pieza que introduce “Big Wednesday”, compuesta por Basil Poledouris, me despierta cada mañana.
Qué lecturas recomendarías para los venezolanos?
Descubrir a Roger Scruton, y dedicarle tiempo a su obra, ha sido fundamental para derribar mitos y prejuicios.
En Latinoamérica tenemos una percepción muy distorsionada de lo que significan las ideas conservadoras.
De Rafael Arraíz Lucca: “Civiles” y “El Petróleo en Venezuela”, imprescindibles ambos.
La biografía que hace el historiador inglés John Lynch sobre el Libertador.
Por último, “Iron Curtain”, un relato desgarrador que hace Anne Applebaum sobre el funcionamiento de la Europa del Este mientras estuvo bajo el control de la URSS, poniendo el foco en Hungría, Polonia y la RDA.
¿Cuál es la música que te interesa, considerando tu investigación como melómano y diseñador sonoro?
Me interesa la música que profundiza, que tiene sustancia. Me interesa la música que nos revela plasticidad, cuyas estructuras van más allá de fórmulas ramplonas, sin abandonar la sutileza.
Para mi esa musicalidad puede estar presente en una línea de bajo de Cream o Sandy’s, en un giro armónico de los Beach Boys, en un riff de guitarra de Keith Richards o Pedrum Siadatian; en la rítmica de Tower of Power, en las melodías de John Coltrane, en la polifonía renancentista de William Byrd, en las oberturas de Lohengrin o Tannhäuser, en la lírica de Luis Alberto Spinetta, en el MC de Nassir Jones o Q-tips, en las atmósferas de Nick Drake o Pat Metheny.
Es difícil definir la música en términos racionales. Es una discusión que algunas veces he tenido con amigos músicos. Entenderla, en algunos casos requiere también ir más allá de sus propias estructuras. Es un lenguaje abstracto, una experiencia aural totalmente emocional. Donde en algunos casos además se suman contextos socioeconómicos muy particulares.
Por eso te pueden gustar a la vez “All Tomorrow’s Parties” del Velvet Underground, el cuarteto para cuerdas Nro. 13 de Beethoven, “Transmission” de Joy Division, “Gentle On My Mind” de Glenn Campbell y “The Wee Small Hours of The Morning”, interpretada por Sinatra.
Para disfrutar la música como fenómeno cultural hay que estar abierto a comprender su propia diversidad.
Producido y editado por Sergio Monsalve, Director Editorial de Globomiami.