Joe Biden será el nuevo presidente de los Estados Unidos. En el fondo, Donald lo sabe y todos lo sabemos, pero entiendo que dejar atrás la Casa Blanca y uno de los cargos más importantes del mundo puede ser complicado, especialmente para nosotros, que apenas ahora nos damos cuenta de que Trump queda libre para seguir haciendo televisión, una verdadera catástrofe.
Cuesta decir adiós. ¿A quién le vamos a echar la culpa de la caída en la producción mundial de camas solares? ¿Quién le va a decir delincuentes a los inmigrantes y prometerá un muro que nunca va a cumplir? ¿Quién recomendará shots de desinfectante y batidos de cloro para evitar infecciones? ¿Quién negará el calentamiento global abiertamente y renunicará compulsivamente a cualquier tratado medioambiental que se atraviese en el camino? ¿Quién hará a América grandiosamente peligrosa de nuevo? Son preguntas que los estadounidenses tendrán que responderse a sí mismos y a todo el mundo.
Pero nada. A secarnos esas lágrimas y a seguir adelante. Tenemos que ver el lado positivo de la historia: ha sido una semana emocionante repleta de miles de analistas políticos de Twitter, especialistas electorales que no pueden elegir ni siquiera entre el perejil y el cilantro y un verdadero paraíso para los conspiranóicos.
Las elecciones estadounidenses sucedieron en Estados Unidos, pero se vivieron en todo el mundo, como si de un reality show mundial se tratara. Sin embargo, no es su gran alcance mundial su principal valor, sino su gran cualidad pedagógica. De esta jornada electoral hemos aprendido tanto, que será difícil enumerarlo y sintetizarlo, no obstante, alguien tiene que hacer esa tarea. ¿Qué aprendimos de las elecciones estadounidenses?
1) La democracia te permite renunciar al sistema, pero volver al ratico: puedes decir que no cuenten los votos, pero al minuto decir que los cuenten, luego decir que no, que sí, que no y, a pesar de esto, seguir perteneciendo al entramado democrático del país. Es un poco como la iglesia católica o el cristianismo, es decir, puedes matar a alguien, tener sexo extramatrimonial, robar un banco o, incluso, puedes apunarte al partido republicano y con solo ir a confesarte, rezar una serie de oraciones, ya estás listo para volver a pecar otra vez.
2) La cumbre de la democracia es no querer contar los votos: es un corolario de la primera enseñanza. Decenas de personas, quienes ejerciendo su derecho a la libertad de expresión y gozando de las virtudes del sistema democrático, estaban protestando para que no se cuente ningún voto más, porque su candidato estaba perdiendo. Así que puedes negar la democracia, para poder confirmarla.
3) Estados Unidos tiene demasiados estados: aunque gracias a estas elecciones conocemos el mapa estadounidense más que a nuestra propia madre, sería mucho mejor que recortaran su número de estados por la mitad. Así serían más fácil de memorizar y no tendríamos que hacer una maestría para aprenderlos todos.
4) Hay que contratar a gente que cuente más rápido: una de las democracias más sólidas del mundo, merece un talento humano que cuente mucho más rápido. ¿Cuál es el problema con Pensilvania? No sé si estaban usando calculadoras de abasto o estaban contando con palitos, pero, vamos, un poco más de aceleración en ese proceso. La población podrá aceptar un mensaje de WhatsApp tardío, pero nunca un conteo electoral.
5) Decir que llevarás algo a la justicia ya no es tan intimidante como antes: hoy en día ya no suena tan amenazante la palabra “justicia”, especialmente cuando la hemos visto fallar tanto, sin contar con que es el comodín más usado entre los candidatos presidenciales. Por esta razón, amenazar con llevar los resultados de unas elecciones a los tribunales es tan productivo como elevar una queja en nuestras juntas de condominio.
6) La vida sigue: está bien, el mundo se detuvo por casi una semana, pero ¡despierta! Aún tus problemas siguen allí y Biden no va a venir a solucionártelos todos, especialmente si ni siquiera vives en Estados Unidos.
Pablo Alas
Twitter: @Pablo_Alas