El mercado mayorista de Al Borsa, en Mosul, un histórico punto comercial de Oriente Medio, ha vuelto a la vida, pero las obras en curso para restaurar 200 tiendas son un recordatorio de que la guerra pasó por aquí.
Desde la liberación en julio de 2017 de esta gran ciudad del norte del Irak -destruida por tres años de ocupación del grupo yihadista Estado Islámico (EI) y meses de luchas urbanas para desalojarlo de la ciudad- Abdalah Mahmud ha contribuido a reactivar este mercado.
Hoy, 300 puestos pueden levantar de nuevo sus cortinas de hierro a diario y se reanudó el bullicio de antes, con cargas y descargas de camiones.
Antes de que el EI tomara la ciudad en 2014, el comercio de Al Borsa “alcanzaba entre 12 y 13 millones de dólares” mensuales, dijo a AFP el economista Mohammed Naef, nacido en Mosul.
“Ahora alcanzó un pico de entre ocho y diez millones de dólares porque muchos comerciantes han huido y aún no han regresado”, dice.
Pero la tendencia es clara: las transacciones aumentan constantemente y con ellas el número de empleos disponibles en un país donde una de cada cinco personas está oficialmente desempleada.
“Al Borsa abrió en 1990. A lo largo de los años, los pequeños puestos se convirtieron en el mayor mercado mayorista de Nínive”, dice Abdalah Mahmud, de 27 años, en su tienda de venta de esponjas, productos de limpieza y fregonas.
Nínive es ahora la tercera provincia más grande de Irak, con Mosul como capital.
Ahorro de tiempo y energía
Treinta años después, “Al Borsa casi ha recuperado su velocidad de crucero, pero el Estado todavía tiene que compensar a los comerciantes que lo perdieron todo en la guerra”, dice Yunès Abed, un tendero de 50 años que vino a comprar mercancía para llenar los estantes de su tienda en el oeste de Mosul.
En un país donde la industria quedó prácticamente destruida desde la invasión estadounidense que derrocó al presidente Sadam Huseín en 2003 y en el que la agricultura representa solo el 5 % del PIB, pero el 20% de los puestos de trabajo, los productores locales luchan para llegar a fin de mes.
Ahmed Al Chemmari, un comerciante de 42 años de Al Borsa, admite que no compra productos locales.
“El 90 % de los productos son importados, solo el 10 % son de producción local, como productos de limpieza, pasteles y otros productos manufacturados”, explica.
A pesar de ello, Al Borsa aporta soplo de aire fresco a los pequeños productores, asfixiados por la peor crisis económica de la historia de Irak, que sufre la caída de los precios del petróleo, la única fuente de divisas y prácticamente el único ingreso del gobierno.
Jalaf Ueid, de 35 años, ofrece todas sus frutas y verduras en un puesto en Al Borsa.
“Me ahorra mucho tiempo y energía. Solía ir y venderlos en pequeños mercados en lugares fuera de Mosul”, dijo.
“Ahora llego temprano en la mañana y son los pequeños vendedores los que compran mis mercancías para abastecer sus propios puestos sin que yo me canse tanto como antes”, asegura el agricultor.
“Miran, pero no compran”
La reapertura de Al Borsa también ayudó a Walid Ghanem, un carnicero de 32 años.
“Desde la liberación, teníamos que sacrificar a nuestros animales en la calle y no sabíamos dónde venderlos, pero hoy tenemos otra vez puestos y mataderos públicos con licencia”.
Pese a la reactivación de este mercado, Mosul, al igual que todas las ciudades de Irak, está pagando el precio de la crisis económica, agravada por el confinamiento para frenar la pandemia mundial de covid-19 y la caída de los precios del petróleo.
Umm Saad, una comerciante que compra sus suministros a Al Borsa para abastecer su pequeña tienda de comestibles cerca de la Ciudad Vieja, no es tan optimista como los demás.
“La economía se está desacelerando debido a los retrasos en el pago de los salarios”, dice. El gobierno está pagando a sus ocho millones de funcionarios y pensionistas con dos o tres semanas de retraso.
“Hay mucha gente en los callejones de Al Borsa, pero la mayoría son personas que miran pero pocos compran, porque no pueden permitírselo”, asegura.
Fuente: AFP