El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva acumula, a sus 75 años, una larga lista de victorias improbables y podría sumar otra: reconquistar el centro político de Brasil para vencer a Jair Bolsonaro en 2022.
Un desafío difícil incluso para el líder de la izquierda, que de niño fue lustrabotas y llegó a convertirse en el presidente más popular en la historia de Brasil (2003-2010), antes de ser condenado por denuncias de corrupción que en 2018 le valieron un año y medio de cárcel.
Lula aún no se ha proclamado candidato, pero está tejiendo alianzas con dirigentes que le dieron la espalda y con adversarios tradicionales, como su predecesor socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1995-2002).
Aunque todavía falta mucho para las elecciones de octubre de 2022, las encuestas están delineando una definición entre el fundador del Partido de los Trabajadores (PT) y el exmilitar ultraderechista, de 66 años, en una segunda vuelta.
Eso significa que la batalla por el liderazgo de la mayor economía latinoamericana se definiría en el tercio del electorado reacio a votar por cualquiera de los dos.
Y para Lula supone recuperar una parte de la clase media y de las élites empresariales que castigaron al PT escogiendo a Bolsonaro en 2018.
El exlíder sindical, que a fines de los años 70 encabezó las huelgas de los metalúrgicos contra la dictadura militar (1964-85), nunca dio señales de perder el norte, ni siquiera cuando fue condenado en la megacausa Lava Jato, un esquema de corrupción en la estatal Petrobras.
Y al igual que en 2002, cuando ganó la presidencia en su cuarta tentativa, trata de hacer valer una imagen de moderado.
“Lula es una criatura versátil que ha tenido idas y vueltas en las últimas cuatro décadas: desde la extrema izquierda en los 80 hasta la alianza con los conservadores con un perfil de centro en los 2000”, dijo a la AFP el analista político Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas.
“Ahora está de nuevo en modo ‘gobierno’, posicionándose claramente como alguien de centro”, agregó.
“No me tengan miedo”
Lula recuperó sus derechos políticos en marzo, cuando la corte suprema anuló sus condenas por vicio de forma en los procesos.
Volvió rápidamente al ruedo político en tono de campaña, criticando duramente a Bolsonaro, cuya popularidad se viene erosionando por su gestión de la pandemia que ya deja más de 450.000 muertos y 14 millones de desocupados.
“No me tengan miedo. Dicen que soy radical porque quiero llegar a la raíz de los problemas del país”, ironizó Lula, en respuesta a sus críticos.
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En una visita de cinco días a Brasilia, se reunió este mes con políticos y diplomáticos.
Y a su regreso a São Paulo almorzó con Fernando Henrique Cardoso, quien lo derrotó en dos elecciones presidenciales.
Lula publicó una foto de ambos usando mascarilla y saludándose con un toque de puños.
“Está haciendo lo que se hace en política: tejer potenciales alianzas, conversar con los partidos, conocer las demandas de cada uno”, dijo al periódico Valor el senador del PT Jaques Wagner. Y hasta ahora parece irle bien.
“Hemos visto resultados inmediatos de esas reuniones en lo que respecta a la élite política. Líderes de varios partidos lo han elogiado, o al menos se han mostrado cordiales”, dijo a la AFP Mayra Goulart, politóloga de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
Su tono se asemeja al de 2002, cuando afirmó que “Lulita quiere paz y amor”. De hecho, su gobierno tuvo un cariz moderado, mezclando políticas promercado y programas para combatir la pobreza. Cuando dejó la presidencia a su sucesora Dilma Rousseff, su popularidad rondaba el 80%.
Otra alternativa
Muchos electores querrían una alternativa de centro, que parece poco probable.
Las encuestas indican que un 30% podría abstenerse o votar en blanco o nulo, como en 2018; y que Bolsonaro y Lula obtendrían un 25% cada uno.
“Cualquier candidato de centro tendrá muchas dificultades para llegar a un balotaje”, concluyó la consultora Eurasia Group.
Aspirantes no faltan: gobernadores, empresarios, un famoso conductor de TV y el exjuez Sergio Moro, que envió a Lula a la cárcel, figuran en la lista.
Pero ninguno tiene una proyección nacional en este país de dimensiones continentales y 212 millones de habitantes.
Mientras tanto, Lula sigue articulando su regreso también en el exterior, tomando por referencia al presidente estadounidense Joe Biden, que derrotó a Donald Trump, el modelo de Bolsonaro, y dando entrevistas a medios de América y Europa.