Bruselas y Londres participan en una desesperada carrera contra el reloj para tratar de definir mediante un acuerdo cómo será la relación entre las partes a partir de 2021, luego de consumado el Brexit, y para ello tres temas siguen siendo objeto de intensas negociaciones.
Gobernanza
A pesar de las agotadoras reuniones, la UE y el Reino Unido aún no han llegado a un entendimiento sobre cómo se administrarán las relaciones bilaterales y cómo se implementarán los acuerdos.
Cuando Londres decidió irse de la UE, las dos partes sellaron un Acuerdo de Retirada, una especie de mapa legal que regula la ruptura.
Sin embargo, la cuestión de cómo se aplicará su contenido se convirtió en un aspecto central de los europeos a raíz de un proyecto de ley británico sobre mercado interno que modifica de forma unilateral aspectos que habían sido negociados hasta el cansancio y que constan del Acuerdo de Retirada.
La decisión del gobierno británico de impulsar esa ley melló gravemente la confianza de los países del bloque, y ahora Bruselas exige un mecanismo eficaz de solución de controversias y defiende que el Tribunal de Justicia de la UE intervenga con jurisdicción cuando el Acuerdo no se cumpla, una demanda que Londres rechaza frontalmente.
Competencia justa
El principal temor de los europeos es que a las puertas del bloque se desarrolle una economía desregulada, en un escenario de consecuencias imprevisibles para la competencia justa y equilibrada.
Esto se aplica, por ejemplo, a las restricciones de las empresas para poder competir comercialmente, pero en particular se refiere a las ayudas y subsidios estatales, rígidamente regulados en el espacio europeo.
También incluye preocupaciones sobre normas sociales o cargas fiscales a las empresas, para garantizar que todas compitan en igualdad de condiciones.
Entre las opciones discutidas se destaca la posibilidad de establecer un mecanismo de consultas sobre eventuales subsidios o discusión de reglas comunes.
Derechos de pesca
En una discusión por sí misma delicada, los negociadores se encontraron con un obstáculo que sorprendió a muchos: las enormes diferencias por los derechos de pesca de barcos europeos en aguas territoriales británicas.
Esta actividad se debe a mecanismos biológicos -peces de toda la región que maduran cuando emigran hacia aguas que pertenecen al territorio británico-, pero la solución a la ruptura es mucho más difícil de lo esperado.
La pesca de los barcos de la UE en aguas británicas representa anualmente alrededor de 635 millones de euros (poco menos de 750 millones de dólares), cuando el Reino Unido captura en aguas europeas el equivalente de apenas unos 110 millones de euros (unos 130 millones de dólares) en aguas europeas.
A pesar del Brexit, Europa está firme en su intención de mantener el acceso de sus barcos pesqueros a las aguas británicas, al tiempo que Londres exhibe firmeza semejante en negarse a ello, en una discusión claramente influenciada por la política interna de cada país y el impacto sobre las comunidades pesqueras.
Por ello, el asunto es central para países como Francia, España, Bélgica, Holanda, Dinamarca o Irlanda, que participan de actividad pesquera en esas regiones, y menos importante para el resto del bloque, situación que obligó al negociador europeo, Michel Barnier, a hacer malabarismos para evitar que la cuestión genere una división en la UE.
Fuente: AFP