sábado, noviembre 23, 2024
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La prostitución de Canaima como destino turístico

Lo que falta es que Cabeza de Caja suba al Auyantepui con una stripper y hagan juntos un video porno para Instagram, patrocinado por Anis Cartujo. O que el Toyobobo grabe ahí una nueva cuña de Luxury Armor.

Da igual, la inmoralidad ha sido normalizada en la explotación caníbal de una legión de colonos endógenos y extranjeros, que pagan pequeñas fortunas por desacralizar nuestro patrimonio natural de la humanidad, ante la vista gorda de las autoridades incompetentes.

Es una trama de corrupción estética surgida en chavismo y potenciada por el aislamiento nacional.

La prostitución de Canaima como destino turístico

De tal modo se explica la absurda imagen de un influencer boliviano, Matias De Rada, tomando cerveza en la cima del Salto Ángel, brindando con uno de sus colegas criollos, como si estuviesen en Playa Parguito.

Ellos se llaman mutuamente “cracks” y se alaban en un post que lamentablemente respaldan miles de personas con su like.

Así estamos en el país.

No me imagino que pueda pasar lo mismo en una de las maravillas del planeta.

Dudo que lo permitan en una de las pirámides de Teotihuacán en México, donde he estado y no voy a llegar a tomarme una foto con una gavera de alguna bebida que me patrocine.

Se armaría un escándalo en la nación azteca.

Tampoco sería una opción en Machu Pichu, altamente vigilada por guías y agentes encubiertos. Los peruanos hacen respetar sus lugares sagrados, así como los franceses con el Louvre y la Torre Eiffel.

Si algún loco de viaje quiere destapar una birra para tomarse un selfie delante de La Mona Lisa, pues lo detienen y lo expulsan del museo.

Son reglas bastante obvias que aquí violan, por el clima de ilegalidad que existe.

En efecto, para rematar, la misma legión de sifrinos cocos secos montó un rave, una especie de coronaparty en el parque nacional Canaima, impactando el ambiente con una arrogante muestra de alienación y egocentrismo, al ritmo de una sobrecarga de contaminación sonora.

Tremendo ejemplo, chicos.

Cero empatía por el contexto, nula conciencia del valor del espacio y de su trascendencia histórica.

La celebración de la rumba revela la escasa formación de sus organizadores, quienes aprovechan privilegios, contactos y recursos económicos para realizar una grosera conquista colonial de un territorio ajeno, el cual merece el resguardo y la conservación, antes que su reducción a un simple salón de fiestas al aire libre.

Pueden tranquilamente, si les provoca, irse a las posadas del entorno, donde las condiciones permiten el desarrollo de un jaleo por el estilo.

¿Pregunto, aquí entre nos, qué demonios celebran en Venezuela? ¿La falta de un plan de vacunación? ¿El comienzo de una nueva ronda de negociaciones estériles?

¿ La perpetuación de Maduro en el trono? ¿La pérdida del país?

En realidad, se celebran ellos mismos en su banalidad del mal, de hijos de una república bananera que cierra librerías para inaugurar bodegones, de hombres y mujeres enviciados por la sociedad de cómplices de los bolichicos y enchufados.

Por fortuna, representan una minoría que lastimosamente hace ruido en redes sociales.

Es la minoría que cree que está bien malandrizarse, manotear, romper bandejas, engorilarse como el Coqui y fingir calle desde Los Palos Grandes.

Frente a su clima tóxico, proponemos las alternativas de nuestros defensores del ambiente, de nuestros líderes en la región, de nuestros turistas y viajeros ecológicos, como el caso de Valentina Quintero, Arianna Arteaga y Branimir Caleta, que llevan años haciendo una labor encomiable por inculcar el aprecio por nuestros tesoros naturales.

También debemos considerar los aportes de Charles Brewer Carias, digno investigador.

Sumaría al amigo Fernando Jauregi de Ecoprácticas.

Finalmente, recuerdo a mis queridas Rossana y Bivi de “Sigue tu Brujula”, con quienes he aprendido mucho del significado de potenciar el turismo interno, sin impactar el medio ambiente.

A propósito, nuestro cine ofrece lecciones edificantes en películas como “La Voz del Corazón” de Don Carlos Oteyza, “La Distancia más larga” de Claudia Pinto Emperador y “La Fortaleza” de Jorge y Rodrigo, altos panas, que narran una historia de redención de un alcohólico en la zona de los tepuyes.

Su personaje Roque hace el camino contrario al de los bebedores de cebada en Salto Ángel.    

Después de un ratón terrible, el protagonista sube a la cima, hace cumbre y se desintoxica íntimamente, para reconciliarse consigo mismo, con su país y con su familia.

Es el viaje que estimo recomendable emprender y promover, no la actitud de un vendedor de caña y humo, a costa de un milagro de la naturaleza.

Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.

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