El domingo fuimos al eje de la Plaza de los Museos, porque la dictadura había prometido abrirlo el fin de semana, por coincidir con el régimen de la flexibilidad y su cuento chino del siete más siete.
El viaje resultó en vano, pues la zona permanece bajo una estricta cuarentena radical, amén de sus pañitos calientes, de sus potes de humo y de sus elefantes blancos.
Por ende, decidimos tomar fotos y reportar para ustedes.
A continuación verán una galería nacional de no lugares, de escombros, de antiguos monumentos e instituciones al borde del colapso, en un largo cierre técnico de sus funciones.
Fernando Báez publicaba investigaciones sobre la destrucción cultural de países y ciudades, como una manera de apostar por la preservación de la memoria.
Salvando las distancias, hemos querido replicar su gesto, desde hace al menos dos décadas, para constatar el declive del sistema de Museos y afines, fundado en la cuarta república.
El chavismo siente un enorme complejo de inferioridad ante el pasado de la democracia.
Como nunca pudo igualarlo, el poder rojo procedió a condenarlo al abandono, a la indigencia, a la indolencia, al deterioro, a la miseria, a la invisibilidad.
De forma arrogante cambió los nombres y las disposiciones de las fachadas conocidas.
Así el Ateneo de Caracas pasó a llamarse Uneartes, después de ser confiscado y expropiado a sus gerentes originales, los Otero Ramia con doña María Teresa Castillo, quienes tuvieron una gestión exitosa al frente de proyectos e hitos como el Festival Internacional de Teatro, la sala Margot Benacerraf, la Rajatabla con su café, la librería y hasta un restaurante donde se comía divino.
Parte de mi vida, como la de innumerables citadinos, transcurrió en los famosos espacios cálidos del Ateneo, viendo películas y obras de teatro en la sala Ana Julia Rojas, asistiendo a debates con invitados ilustres, proponiendo ideas en sus oficinas, bailando con amigos en el barcito de la terraza, luego de un estreno.
El Ateneo era una fiesta y no discriminaba por raza, condición social, partido político. Recuerdo encontrarme con gente del este y el oeste, del PCV y Copei, de la cuarta y la futura quinta, de la izquierda y la centroderecha.
Un par de rones aliviaban las tensiones grupales, permitiendo diálogos y encuentros entre diferentes generaciones.
Por ahí escuchabas una charla de notables, mientras los chicos del Taller de Danza Caracas dominaban la escena de la pista de baile y aparecían los columnistas de El Nacional para beber y compartir.
Por tal motivo, duele mucho atestiguar la decadencia del Ateneo de Caracas en su devenir oscuro como la Uneartes, presidida por Tibisay Lucena, cuya designación es una afrenta al medio, dados sus antecedentes en el CNE.
Verbigracia, nótense los residuos y las consecuencias de un estado negador de los derechos de los artistas.
Al viejo Ateneo lo enrejaron como a una cárcel, para prevenir robos y lidiar con el problema de los mendigos.
Justo al lado pintaron un mural con la cara de Chávez, transgrediendo el espíritu original de la construcción, al identificarla con la imagen personalista del caudillo.
Las señoras asisten a una lección de bailoterapia, banalizando y desfigurando aún más las condiciones naturales del contexto.
En un árbol cercano cuelgan dos carteles, buscando infructuosamente espantar los malos olores, las fetideces, los excrementos.
Algo huele a podrido cuando la prioridad es la propaganda deformante de estudiantes, visitantes y turistas.
Es incoherente y agresiva la inclusión del poster “Chávez Creador” en la entrada de Uneartes.
Chávez no creó el Ateneo, nada a su alrededor, si acaso es el sepultador de sueños de emancipación y redención para el país, a través de la síntesis de las artes.
Solo les importa la publicidad de sí mismos, de sus tramas populistas, de sus pequeños ejercicios de rememoración histórica.
No en balde, la sede de Uneartes alberga un súper casting, vendido con bombos y platillos, para producir un bodrio, otro mamotreto de Luis Alberto Lamata con el título rimbombante de “Caminos de libertad”, a propósito del Bicentenario de la Batalla de Carabobo.
Luis Alberto no para de rodar, de filmar películas infumables e instrumentables por el sectarismo madurista, como “El Hombre de las Dificultades” con Roque Valero.
De tal modo, se refugia en un trabajo de halagar y alcahuetear a un gobierno desprestigiado e ilegítimo.
El Ministro anuncia que el casting marcha viento en popa, por sus redes sociales, donde postea las fotos de los chicos y los intérpretes, en plan de fe de vida, que se llegan al trámite por necesidad.
El estado mágico cree resolver las penurias del sector, sacando circos y embelecos de su sombrero negro, para disimular la ausencia de verdaderas políticas públicas en cultura.
La serie de la Batalla de Carabobo se quemará en la parrilla de VTV, al final del día, consumiendo un presupuesto que hace falta en salud y alimentación.
Lamento que colegas y ex alumnos tengan tal grado de desesperación e ignorancia, que opten por participar en los Juegos del Hambre de la producción de la serie, para inflar el currículum y aspirar a desarrollar una carrera.
El chavismo explota y capitaliza la urgencia de los chamos, su desinformación congénita, al seducirlos con el espejito de reforzar su narcisismo mediante la proyección de un espectáculo efímero.
El factor fama se utiliza como Flauta de Hamelin, conduciendo a los ilusos por un barranco estético anunciado.
Se los digo como crítico que ha tenido que padecer los últimos despropósitos de Luis Alberto Lamata, empezando por “Miranda Regresa” y terminando con su biografía malograda del Libertador.
Yo diría que el dinero de la serie se destinara para fines más nobles, como garantizar la apertura seria de los Museos, arreglar la fachada del MAC y GAN, brindar verdadera seguridad en la zona.
No en balde, cierro con fotos que son evidencias.
Delante del Macsi quitaron la escultura de Alberto Cavalieri.
Después de tomar la foto, tuve que salir corriendo, por la soledad del entorno y la amenaza de una persona que salió de la nada, detrás de la otra escultura de Alejandro Otero.
En el camino confirmé el paro continuado del Teresa Carreño, Bellas Artes, GAN y Museo de Ciencias.
En todas partes me informaron que no hay noticias respecto a la apertura, a pesar de los anuncios hechos con cohetes.
Pura demagogia.
Me sentí, de nuevo, como en las ruinas culturales de la Habana con sus museos deshabitados que parecen edificios olvidados que vigilan unos pobres porteros, unos guachimanes, sin conocimiento de causa.
Es el look de la chivera que se lleva por dentro.
Si así es por afuera, qué quedará para el resto.
Toca seguir resistiendo y exigiendo que se recuperen los tesoros arquitectónicos del patrimonio, actualmente convertidos en sombras, en una galería porno de una tortura planificada por la omisión de una agenda coherente.
¿Paz a sus restos?
Por Sergio Monsalve, Director Editorial de Globomiami.