viernes, noviembre 22, 2024
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La historia oscura de Nicolasito

Estudiar nunca le ha interesado a Nicolás Maduro Guerra, Nicolasito, lo que no le ha privado de gozarse los títulos obsequiados para construir su currículum. Su placer al recibir la semana pasada el doctorado honoris causa de manos del rector Rixio Gabriel Romero Pérez de la Universidad Experimental Rafael María Baralt en el estadio Zulia, resultó en una nueva patada a la educación venezolana, un gesto cruel para un sector deliberadamente destruido por su padre.

La distinción sirvió a Nicolasito para acudir luego a uno de los escenarios que más disfruta: estar entre militares. Esta vez fue orador de orden en el acto de grado de los cadetes de la Academia Militar del Ejército. Lo que dijo quedó para alimento de memes y vergüenza para la Fuerza Armada venezolana.

La proyección de la familia Maduro-Flores se visualiza como el espejo de Corea del Norte. El vástago del jefe del régimen ha hecho pública su admiración apasionada al dictador Kim Jong-Un, y para acercar que el sueño se haga realidad, la nomenclatura de Miraflores necesita de una narrativa.

Entretanto, Nicolasito engrosa un expediente de negocios oscuros sustentados en un espacio muy distante a la militancia política, lo que ha llegado a perturbar -hasta ahora expresado en resentimiento silencioso- a jerarcas del partido oficialista, Psuv.

A Nicolasito le precede el fantasma de Huguito, hijo único varón de Hugo Chávez, quien no pudo recuperar a su hijo del barranco de la mala vida, aun cuando lo envió inútilmente a Cuba donde luego Chávez agonizó. Nicolás Maduro vivió de cerca ese caso, y seguramente al detectar un proceso parecido, optó por otro país.

Información de lo ocurrido la registra el exjefe director de la policía política Sebin, Cristopher Figuera, en su libro “30-A, día en que Maduro pudo caer”.

El general, ahora en el exilio, resume en dos páginas cómo los oficiales superiores de los hermanos Navas Álvarez, que estaban designados para la seguridad de Nicolasito, encontraron una manera de lucrarse convirtiéndose en cómplices silenciosos de “los excesos, lujos y placeres mundanos de todo tipo” del joven bajo su cuidado.

Según el general Figuera, en el hotel Eurobulding de Caracas por lo menos veinte habitaciones estaban reservadas para sellar negocios turbios y el favorecimiento de empresas. El punto límite de tal desmadre no habría sido la corrupción, que de hecho no ha dejado de multiplicarse, sino “el comportamiento poco viril del joven”, que llevó a su padre a enviarlo a China.

El resultado de la terapia fue que el joven regresó con nexos importantes que se han consolidado en negocios millonarios. Confirma el exjefe del Sebin lo que es un hecho público: se creó una estructura sostenida por los hermanos Morón Hernández, Santiago y Ricardo, decantada en un emporio empresarial devastador para la economía venezolana, en especial para la riqueza minera de nuestro país.

Tan depredadores como un tiburón blanco, los hermanos han construido un monstruo insaciable de compañías nacionales e internacionales, precisa el general Figuera “en las que se cuentan empresas de la construcción, prestadoras de servicios de Pdvsa, distribución y venta de alimentos, importación y venta de medicamentos e insumos médicos, venta de tecnologías de explotación de minerales, importación y exportación de diversos rubros y otras tantas”.

Las otras tantas, aunque parezca difícil, pueden ser aún más oscuras. Según otras fuentes de inteligencia, Nicolasito ha sacado claro provecho a la ausencia del exministro de Petróleo Tareck El Aissami involucrándose en el sector de los criptoactivos y ha multiplicado aún más sus negocios en el sector minero, ya antes registrados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos que lo sancionó. A Nicolasito también le interesa el mundo del espectáculo (tiene su corazón farandulero).

Para todas esas actividades no ha necesitado título universitario y, sin embargo, volviendo al inicio de esta columna, su padre la da especial importancia a tal estatus. Por ello, y nuevamente cito al general Figuera, “el título en Economía Social de la Universidad Experimental Politécnica de la Fuerza Armada fue una obtención fraudulenta facilitada por Jheyson Guzmán, ministro de Educación Universitaria para la fecha”.

Este dossier termina enriquecido con abusos de poder, incluyendo el atropello a una mujer que le tomó una foto a Nicolasito mostrándose vulnerable en una fiesta en Maracaibo, o aquella boda de un amigo sirio en medio de una lluvia de billetes en dólares. El heredero ya había ejercido su primer cargo cuando su papá, recién juramentado como presidente, lo designó “Vigilante de los recursos del Estado”. Debutó con el caso Odebrecht. Todavía Lula Da Silva le está agradecido. Si lo dudan, escuchen al presidente de Brasil defendiendo las inhabilitaciones a los opositores, o cualquier otro atropello a las violaciones de los derechos humanos o a la libertad democrática en Venezuela.

Artículo originalmente publicado en Diario Las Américas

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