Son miles como cada año, pero este jueves todos llevan mascarillas. No importa si se arrastran para pagar promesas o caminan en la multitud, cubanos de diferentes edades y credos veneran a San Lázaro en su día.
Viajan hasta el santuario de El Rincón, un pueblo a unos 20 km de la La Habana. Desde el 16 de diciembre, sus calles se llenan de fieles que rinden tributo al milagroso Lázaro. Muchos visten de morado -color de la deidad-, llevan flores del mismo color, velas y ropa hecha de yute.
Son cubanos católicos, yorubas, laicos y agnósticos, emigrantes y residentes que se unen bajo un sólo manto de fe, del que, con cariño casi familiar, llaman “El viejo Lázaro”.
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Lázaro sintetiza tres deidades en una, un puente entre culturas y religiones. El primero, traído a Cuba por la Iglesia católica, San Lázaro de Betania, resucitado por Jesús según el relato bíblico y quien presumiblemente llegó a ser obispo de Chipre.
El segundo, lo trajeron los esclavos desde África: Babalú Ayé, un rey yoruba castigado con enfermedades de la piel por su vida libertina, que devino orisha (dios) al cumplir penitencia y dedicarse a hacer el bien. Se le atribuyen milagros curativos.
Y el tercero, viene de una parábola bíblica, un mendigo leproso, con muletas, acompañado por perros que le lamen las llagas, hambriento y que al morir fue al cielo. Es esta imagen la que los devotos han materializado y a la que rinden culto.
El “Viejo Lázaro” nunca fue admitido en templos católicos y fue marginado durante tres décadas de ateísmo socialista (1961-90).
Actualmente su capilla está en el jardín del Santuario Nacional de San Lázaro, un leprosería de inicios del siglo XX devenido templo católico y lugar de peregrinación. Pero este jueves no hubo acceso por la pandemia, sus fieles llegaron hasta las puertas.
Fuente AFP