Por:Toby Valderrama Antonio Aponte
En este ambiente en que nos movemos siempre todo será raro, sospechoso, poco creíble. El gobierno se ha deslizado hacia una conducta fascista que se manifiesta con mayor fuerza en el trato a los presos políticos: se les aísla, se les entierra en verdaderas tumbas, no se les cumple el debido proceso, se les somete a torturas psicológicas, ya eso es aceptado como “parte del operativo”. Ya no hay defensores de los derechos humanos, y los defensores del pueblo asienten con obediencia canina. Quien no está con el führer no tiene derechos humanos, ningún derecho, está condenado a una pena kafkiana, no sabe la causa de la condena, su duración, nada, el limbo, la ausencia de todo sentimiento, de todo estímulo, hasta privado del sol que no se le niega ni a las vacas, ni a las matas.
El raro suicidio del concejal Albán no puede ser reducido sólo al caso, la discusión no puede ser si fue esto o fue aquello, más que un caso policial es un caso político y así debe verse, en su entorno en sus relaciones. Veamos.
Lo primero es preguntarse ¿por qué la duda, de dónde surge? Y así vamos develando el fondo del asunto. El gobierno es falsario en su origen. Nació chavista y su accionar es antichavista, esta incompatibilidad interna, la resuelve con mentiras. Debe mentir para poder funcionar, y de tanto mentir se transformó en un gobierno poco creíble.
La mentira es mala consejera: no permite hacer balance, no es necesario, cualquier falla se tapa con una embuste. La mentira acostumbra a no esforzarse, con culpar a cualquiera todo se arregla, todos quedan satisfechos; la mentira los hace creerse superhombres, hasta que la realidad les toca la puerta.
El gobierno está asustado, no sabe qué hacer, todo le sale mal, sabe que perdió el apoyo de las grandes masas, ahora -a duras penas- llena una cuadra, el resto son trucos de cámaras que a pocos engañan; sabe que la economía va muy mal y, lo peor, sabe que sus medidas fracasaron; todo lo destruyó con su pragmatismo, está agotado.
Y al gobierno en estas condiciones, agotado, sólo le queda reprimir, y lo hace con eficacia, los cuerpos policiales todos los días tienen raros enfrentamientos donde siempre salen ilesos y los adversarios, calificados de delincuentes, con nombres raros, de animales, son abatidos. Y nadie entrega cuentas. A los políticos le dan un trato contrario a los más elementales derechos. Las manifestaciones de protestas crecen, el malestar aumenta. Es necesario tomar medidas para detener al gobierno. Éste, en su afán de permanecer, lo destruirá todo.
El “suicidio” del concejal debe considerarse un aviso, un alerta del deterioro de la situación. Primero fue el caso de Pérez, lo volaron, y nada pasó; después viene la situación terrible de los presos políticos y ya el país se va acostumbrando. ¿A qué se espera, a que se les ocurra reeditar los campos de concentración, a Guasina, a la Pica, a los TO?
La solución es salir del gobierno y constituir un gobierno revolucionario, humanista, democrático, impedir que la nación caiga, definitivamente, en manos del fascismo.