Emilio Lovera es una de las últimas reservas morales del país, dentro del género del humor. Pertenece a una generación dorada de la televisión, cuya carrera se vio truncada por la dictadura y la diáspora.
En Radio Rochela pudo representar innumerables arquetipos sociales, culturales y políticos de la realidad nacional, generando un efecto de distanciamiento crítico e irónico sobre algunas modas y tendencias.
Siempre al día y despierto, lo vemos ahora preocupado por la situación actual de la crisis, desde un video casero hecho con recursos modestos. Aun así se hizo viral durante la semana y por ello trascendió a la opinión pública, dada la contundencia de la mayoría de las denuncias del comediante, quien luce serio y apesadumbrado en un primer plano de reportaje intimista.
A pesar de lo básico del planteamiento de imagen y edición, con la inclusión de una música prescindible fuera de contexto, el trabajo audiovisual se sostiene por la inédita franqueza de un ídolo generalmente asociado al bochinche, la parodia, el chiste de doble sentido.
Es sintomático el carómetro del personaje ante la dureza de los temas abordados por él: la pasividad del pueblo menos bravo de nuestra historia, la corrupción de la boliburguesía, el circo populista del poder, el conformismo alimentado por el régimen de las bolsas CLAP, la censura y la desinformación de la mayoría de las audiencias, el sentimiento de desarraigo y la falta de identidad, la corrupción desbordada y el saqueo indiscriminado de las arcas del estado, el materialismo histérico de los compradores compulsivos de Ferraris y carros deportivos frente a la miseria de los dependientes de las escasas dádivas del sistema comunista.
Por fortuna, asegura el hombre desilusionado, existe la alternativa de las redes sociales para enfrentar a los demonios y fantasmas del socialismo.
Lastimosamente, el relato abre como cierra en un tono bastante lapidario, melancólico y desesperanzador.
De ser un testimonio de cualquier otro mortal, capaz sufriría de la absoluta indiferencia. La misma apatía con que se reciben las malas noticias de la cuarentena, a diario. Pero el lugar enunciativo, la fama del emisor del discurso, ha provocado la identificación inmediata con el mensaje, en razón de su elocuencia y su sentido de la oportunidad, justo cuando hemos caído en un abismo de la retórica, en el vacío de las promesas incumplidas, en la derrota mutua asegurada de tirios y troyanos.
Para entendernos mejor, queridos amigos, ustedes y yo no vemos futuro en la dirigencia rota de la tiranía, pero tampoco encontramos una respuesta sólida en la idea opositora de atomizarse, dividirse, inmolarse, autodestruirse, canibalizarse.
Nicolás y Guaidó se perciben como la cara y cruz de un fracaso gerencial y administrativo de proporciones épicas, cada uno con sus respectivas cuotas de irresponsabilidad, pues Maduro desgobierna a sus anchas, al tiempo que Juan dice y se desdice, renunciando al mantra del cese de la usurpación.
Por tanto, el momento desprende un olor a muerte, a colapso, a fin de un ciclo que no termina de expirar.
Emilio Lovera, por tanto, irrumpe en medio de la agonía, buscando despertar conciencias, lo cual se agradece, viniendo de su parte.
No olvidemos que acaba de superar un cáncer, que los sapos del Seniat le boicotean y le prohíben sus espectáculos, que le impiden trabajar y ganarse el pan, que si fuera por VTV estaría de mendigo o de indigente como tantos de sus hermanos de la televisión, que hoy viven del paro y de la limosna.
A su edad, Lovera ha logrado un milagro, a saber, mantenerse vigente y lúcido, sin necesidad de venderse, al punto que se permite salir de su rutina, romper su cuarta pared, para invitarnos a desobedecer, resistir, luchar, disentir y protestar.
Solo difiero de un concepto, el de marcar una distancia binaria entre los que se fueron y los que se quedaron, afirmando que el exilio abre los ojos y refuerza el amor por la tierra de origen. No estoy seguro que el problema sea el asunto patriótico, la defensa de la bandera que tanto daño nos ha causado.
Hay error humano por doquier, al margen del entorno, del devenir geográfico. Los parásitos afloran en Caracas, Cúcuta, Madrid y pare de contar. Regamos el virus de la depresión por el mundo.
De igual modo, abundan los nobles, los empáticos, los constructores, los emprendedores, los resilientes, los solidarios, los educados, los que saben expresarse con inteligencia como Emilio Lovera.
Apostemos por ellos.
Preferible a la candidatura inofensiva y bufona del Conde del Guacharo.