La reanudación del tráfico aéreo en otoño no ha sido la esperada. Antes del invierno, que se anuncia duro, las compañías aéreas piden ayuda, reducen sus costes o suprimen empleos para sobrevivir al covid-19.
“Estamos en una carrera contrarreloj. La variable es el dinero en efectivo, las empresas mueren por el dinero en efectivo (…) hay que ir rápido, muy muy rápido”, estima Stéphane Albernhe, socio director en la consultora Archery Strategy Consulting.
La temporada de invierno, que comienza el 25 de octubre y acaba a finales de marzo, será con toda probabilidad muy mala para el transporte aéreo.
Con una caída de los ingresos en el primer semestre de cerca del 80 % con respecto al año anterior, las cajas de las compañías siguieron vaciándose para financiar los elevados costes fijos, según la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés).
Tras una ligera mejora en julio, el tráfico volvió a reducirse en septiembre y las reservas para el último trimestre anuncian un fin de año más que sombrío, con una caída del 78 % con respecto al año pasado, según la IATA.
El esperado regreso de viajeros tras el verano, con el valor añadido de la clase de negocios, no tuvo lugar. Las reuniones por videoconferencia, probadas a gran escala durante el confinamiento en marzo, siguen siendo un medio seguro de trabajar sin exponerse a posibles riesgos.
Ni siquiera funciona que las empresas afirmen que la superposición de medidas de seguridad sanitarias para los pasajeros (distancia, mascarilla, procedimientos desmaterializados, desinfecciones…) combinadas con sistemas avanzados de ventilación y la filtración de aire de las cabinas ponen a los pasajeros a resguardo de un contagio.
“El riesgo de contraer el covid durante un viaje (en avión) es realmente muy muy bajo”, asegura el doctor David Powell, consultor médico para la IATA.
Para el sector, “la clave” de un regreso seguro de los pasajeros reside en el despliegue a gran escala de test antes del embarque, como alternativa a una cuarentena a la llegada a destino.
Algo que ya está probándose en Milán, Roma, Fráncfort, Bruselas y Londres, así como en países del Golfo, entre Hawái y el Estados Unidos continental, en Canadá, en Bogotá, en el aeropuerto de Sao Paulo-Guarulhos en Brasil y en Asia, según la IATA y la organización de aeropuertos ACI.
Hong Kong y Singapur anunciaron el jueves un acuerdo de principio para formar juntos una “burbuja” que permitiría a sus residentes viajar libremente, sin cuarentena, entre las dos ciudades, con la condición de presentar un test negativo al coronavirus.
Bandeja de comida a domicilio
A la espera de que se generalicen las pruebas de diagnóstico, la IATA no deja de dar la voz de alarma: con una actividad a medio gas, las compañías necesitan más ayudas gubernamentales.
Para mantenerse a flote, ya obtuvieron, según la organización, 160 000 millones de dólares (136 000 millones de euros) de apoyo público a través de ayudas directas, préstamos, medidas salariales y reducciones o flexibilizaciones fiscales.
Pero ante la falta de reservas, normalmente realizadas durante el dinámico periodo estival, las compañías “no lo lograrán este invierno”, advirtió el director general de la IATA, Alexandre de Juniac.
En Estados Unidos, 13 000 empleados de United Airlines se quedaron en paro técnico a principios de mes, ante la ausencia de acuerdo político en Washington sobre un nuevo apoyo al sector aéreo, tras el fin en septiembre de un dispositivo que permitía continuar pagando a los trabajadores.
Ryanair, que no recibió ayudas, anunció el jueves que reduciría sus capacidades un 60 % con respecto al invierno pasado, frente a un 40% previsto inicialmente, y cerraría sus bases de Cork y Shannon, en Irlanda, y de Toulouse, en Francia, para esta temporada.
En Asia, las compañías improvisan originales ofertas para rescatar sus cajas.
Varios “vuelos hacia ninguna” parte, que despegan y aterrizan en el mismo aeropuerto, provocando las críticas de los defensores del medioambiente, se propusieron en Australia, Japón y Taiwán.
Y Singapore Airlines ofrece cenar a bordo de un A380 inmovilizado en la pista, por un precio que va desde los 33 a 400 euros (de 38 a 468 dólares), con un éxito “extraordinario”, según la compañía que entrega también bandejas de comida a domicilio.
Fuente: AFP