domingo, noviembre 24, 2024
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El apartheid venezolano en cinco desfases

En Venezuela encontramos manifestaciones y ejemplos en todas partes, pero especialmente en cinco esferas de sentido

El apartheid financiero es una idea consustancial del pensamiento de Ulrich Beck, uno de los sociólogos más importantes del mundo. En Venezuela encontramos manifestaciones y ejemplos en todas partes, pero especialmente en cinco esferas de sentido.

A continuación analizaremos las vertientes del problema en un puñado de contextos, de fachadas, de cascarones, de no lugares, de cortinas de humo, de ladrillos de un muro de Berlín.  

Economía

apartheid
Foto: Sergio Monsalve

El dinero del país se concentra en pocas manos, producto de las desigualdades y fallas del sistema. Una nueva ola de materialismo histérico polariza y fragmenta a la sociedad de la patria comunista, generando unas brechas enormes nunca antes vistas, de vuelta a las iniquidades de la primera colonia.

La extensión del sistema del bodegón solo funciona para quienes pueden pagar y comprar en divisa.

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El dólar fuerte ejerce la norma de la discriminación, al permitir el acceso de una élite, en perjuicio del resto de la gente de a pie, condenada a la miseria de las misiones y las cajas CLAP.

Ello cambia el perfil de las ciudades y de las personas, refugiadas en sus guetos de hiperconsumo, como las Mercedes, las zonas turísticas y la explotación de un mercado de franquicias de origen dudoso y opaco.

Modales sin ética

¿De dónde sale la plata? Seguramente es consecuencia de las sanciones, de la gestión del bloqueo cubano, y de la acción de una máquina de lavar cuentas negras, riquezas sucias, mal habidas en tiempos de dictadura.

La imagen feliz, de una prosperidad estereotipada y de una bonanza falsa, se percibe en las historias de Instagram a través de las redes de la influencia digital, amén de una calculada expresión de efectos.

Ya no interesa guardar las formas y las composturas ante las postales de los muertos de hambre, de los comedores de basura.

La crónica antisocial

El apartheid venezolano en cinco desfases
Foto: Sergio Monsalve

Es práctica habitual, del caraqueño sifrino, alardear de viajes y comidas en los Roques, pavonearse por los restaurantes de moda, exhibir el supuesto buen gusto de un aristócrata lumpen.

El último jet set evidencia un fuerte complejo de superioridad y grandeza, al querer compensar sus carencias de linaje, formación y cultura con una sobreabundancia de caprichos, señas de identidad impostadas, de placeres culposos, de autoafirmaciones de una infancia de privaciones, como carros deportivos de lujo, ropa de marca, propiedades inútiles varias, el hedonismo barato de una cena en un casino clandestino.

Por su arrogancia los conoceréis

El bolichico del milenio no aguanta un examen de nada. Anda siempre desinformado, apenas preocupado por leer babiecadas y titulares de Twitter, desvelado e inseguro porque descubran su rabo de paja como representante de una generación más allá de lo boba.

Por tal motivo, desprecia los símbolos reales de la disonancia y la disidencia, le incomodan los temas alejados de su minúsculo algoritmo de bendecidos y afortunados del Titanic nacional, al borde del hundimiento.

La mascarada estética 

El apartheid venezolano en cinco desfases
Foto: Sergio Monsalve

El barroquismo actual no tiene precedentes, pues no lo acompaña el surgimiento de una clase intelectual, al menos solvente.

Así la nación vive huérfana de movimientos de ruptura, de creadores resonantes, de situaciones y personalidades auténticas, capaces de despertarnos del sueño.

En su lugar abundan los demagogos y populistas, de baja estofa, empeñados en mandarnos a dormir con mantras caducos de autoyuda.

En vano buscará usted consuelo en librerías y centros pijos de arte, donde el pragmatismo le sacará la cara por un libro usado y descontinuado, vendiéndolo por la módica suma de 28 y 35 dólares.

Imposible parir al recambio de un Uslar Pietri, de un estadista como Rómulo Betancourt, de un genio del renacimiento como Jesús Soto.

Nuestra edad dorada ya tuvo lugar, en la odiada cuarta república, y hoy toca resignarse a posar delante de los residuos de nuestro legado, como una visita guiada por los cementerios y las ruinas del Calvario. 

Ahí la selfie no logrará la fantasía de resucitar un espíritu muerto y embalsamada por la represión salvaje de los gorilas en el poder.

La república te somete a la tortura del vasallaje, del encierro, de la sospecha, del miedo y de la sectorización brutal del tejido urbano, tal como en la Suráfrica de los ochenta, igual de estúpida e inocente, de cursi y ridícula, de ignorante de su cruel destino.

Tengo la esperanza de que caiga por su propio peso, liberando las cadenas del pensamiento.

Tocará hacer la resistencia como Mandela, pero de verdad.

Edición: Beatriz Contreras
Diseño: Rafael Pellicer
Curaduría: Camilo Aguiar

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