Edgar Ramírez ha vuelto a caer en la red del marxismo cultural, por inocencia, por lealtad con el director Olivier Assayas y por no perderse la ocasión de figurar en un cartel al lado de las estrellas hispanas del Hollywood progre. Es el mismo izquierdismo caviar que derriba estatuas, incendia ciudades y se retrata con banderas de Fidel, en nombre de la libertad.
Así, el actor criollo protagoniza “Wasp Network”, un filme repudiado por la comunidad cubana de Miami, a propósito de su ambiguo e ingenuo mensaje a favor de la propaganda castrocomunista en la región.
La película ha llegado en un mal momento, cuando la campaña política arrecia y el estado de la Florida se prepara para ser nuevamente factor clave en el futuro de las elecciones presidenciales de noviembre. Mientras los republicanos con Trump piden el boicot del largometraje, “La red avispa” refuerza el contenido socialista de la campaña de Biden, anticipando su flexibilización no solo con la isla del tirano Miguel Díaz Canel, sino con la Venezuela del dictador Maduro.
Por tal motivo, la cinta de Netflix ha sido promocionada, con bombos y platillos, por la red bolivariana de medios, por Telesur y por la prensa censurada de la Habana, al límite de ser bendecida por el cronista tarifado del Granma, Rolando Pérez, quien la describe en los siguientes términos: “Exhibida finalmente en el 41 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, La red avispa (Olivier Assayas, 2019) deja claro, desde una objetividad histórica, que los cubanos infiltrados en organizaciones contrarrevolucionarias del exilio de Miami tenían el derecho a velar por la seguridad de su país, y detener así la ola de atentados terroristas de los años 90 del pasado siglo bajo el amparo de Estados Unidos.”
Muy por el contrario, los estudiosos del tema refutan la investigación y el planteamiento del guion, al decantarse por una escritura simplista en blanco y negro, a cargo de Fernando Morais, cuyo libro parcializado “Los últimos soldados de la guerra fría” inspira la redacción del libreto de la película. Al respecto, apuntamos varios datos.
Fernando Morais pertenece al eje de influencia del Foro de Sao Paulo. Ahí fue elogiado por Ricardo Alarcón de Quesada, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba. Vaya cargo rimbombante para nombrar a un vulgar inquisidor al servicio de la represión intelectual.
Para colmo, Fernando Morais fue a Cuba con su amigo Lula para presentarle a Fidel el libro “Los últimos soldados de la guerra fría”, en el que se basa el argumento de “La red Avispa”, según documentan fotos publicadas por el Instagram de Zoé Valdes, la famosa poeta y novelista disidente, una de las críticas más activistas del filme desde el espacio de su blog. De ahí extraemos una conclusión:
“La película la re-estrena Netflix ahora, después de hacer un camino sin pena ni gloria, más bien penoso. Es una película llena de mentiras que desde el inicio empieza tildando al exilio entero de terrorista. Es un panfleto pro castrista. Recuerden que la película tuvo también proyección en La Habana. El que quiera verla que la vea. Yo volveré a plantearme si sigo con Netflix o lo arranco de cuajo otra vez. Bah y recontrabah.”
Hice el ejercicio de padecerla por la plataforma de streaming. Me encontré con una farsa grotesca, una parodia insufrible, una manifestación de desprecio hacia la cultura cubana, de parte de su director Olivier Assayas, que ha tocado fondo al querer posar de antropólogo, de juez imparcial, de relator neutro de una realidad que desconoce y que se les escapa. Típicas cosas del mansplaining, del esnobismo de café parisino que se cree con el poder de recrear cuentos y personajes ajenos, del tercer mundo, para convertirlos en un espectáculo potable y domesticable de exportación.
Es la arrogancia colonial del realizador que se permite narrar las historias de los otros, con una falta de rigor que causaría escándalo en Cannes y Venecia de ocurrir a la inversa, tal como narrar la revolución francesa con un reparto asiático.
De modo que Olivier Assayas incurre en un error de traslación y adaptación. En tal sentido, nótese el absoluto descuido en la precisión de los acentos, dando lugar a la plena confusión del espectador.
Parecen aquellas cuestionadas producciones del vano ayer en la meca, que buscaban unificar mercado, mezclando voces de diverso origen. Aquí el problema se acentúa con la incorporación de un casting de mexicanos, brasileños, venezolanos y argentinos, que hablan como se les canta, dificultando la comprensión del discurso.
¿En aras de la objetividad no pudieron buscarse un reparto de figuras cubanas, si era el caso?
Olivier Assayas ha olvidado su tiempo como crítico de cine, filmando panfletos de caricatura que él mismo destrozaría en las páginas de su venerada revista Cahiers Du Cinema. Pues debo advertirle que su obra ha tomado el cariz de un teatro de farsa, similar a una novela peor doblada.
El problema no termina con la apropiación indebida o el cursito de Open English que dicta Penélope Cruz, disfrazando su obvia pronunciación castiza. Tampoco cierra con el disparatado performance de Wagner Moura, pasando del portuñol a un patua anglo incomprensible. Horrible imitación.
Menos culmina en la interpretación condescendiente de Gael García Bernal, que ya patinó como el Ché en Diarios de Motocicleta y ahora derrapa en su operación mercenaria de infiltrado.
El clímax de la discusión llega con la aprobación de Édgar Ramírez, al prestar su cuerpo y su voz a un ejercicio de manipulación histórica, en respaldo de la causa y del santuario de la internacional socialista.
De nada valen las declaraciones y las palabras que abren el paraguas, ante la evidencia de “La Red Avispa” que él aceptó encarnar.
¿No sabía Édgar Ramírez que se trataba de la adaptación de un libro apadrinado por Fidel Castro, que es uno de los responsables de la división de su país?
Preocupa que el actor retroceda, que se ponga al nivel del superado Roque Valero, que regrese a la época del rodaje de “El Libertador”, un filme opaco que nunca ha podido aclarar el origen y el manejo de su financiamiento acreditado al chavismo. 50 millones dólares derrochados en una versión impostada de Bolívar que se suma al invento de la teoría conspirativa del asesinato del líder de la independencia. Una mentira instrumentada por el estado fallido.
“La Red Avispa”, por igual, alegra el día de Mario Silva y de los chicos de Zurda Konducta. Ya la utilizan para calificar de héroes a los espías cubanos que detuvieron en flagrancia.
Por cierto, el chavismo y el foro de Sao Paulo han aplicado la técnica de “Wasp Network” para sabotear los gobiernos de Chile y Estados Unidos, mediante la incitación de actividades criminales de inteligencia.
La película glorifica la narrativa comunista de justificar la supuesta lucha contra el terrorismo de los “gusanos del imperio”, al tiempo que condena las acciones de “Hermanos al rescate”, pintándola como una agencia que en lugar de salvar balseros se dedicó a traficar con bultos de cocaína desde el Salvador.
El mentado equilibrio del plot se derrumba al momento de humanizar familiarmente a los miembros de la red avispa, mostrándolos como padres abnegados, madres sufridas y mártires de buena conciencia, leales siempre a las directrices del partido.
En cambio, el director niega matices y rasgos de personalidad a su elenco de cubanos en la Florida, todos aliados a los complots de Posada Carriles, a la consumación de planes de asalto o al contrabando de estupefacientes.
¿Quiénes son, entonces, los doble agentes, los que encubren sus verdaderas intenciones bajo el manto cool de un show de masas, con look de narcoserie y marquesina plagada de artistas glamorosos?
¿No es lo mismo que diseminar un Deep fake de Putin, un boot rojo rojito, a través de un canal alternativo que embauca y engaña a los jóvenes?
Los últimos soldados de la guerra fría han retornado por Netflix, una pantalla para el lucimiento de los dobles agentes de “La Red avispa”, un filme deshonesto y colaboracionista.
Una película demagógica que en vez de ayudar a los disidentes que mueren en las cárceles de Cuba, que en vez de denunciar la opresión de la isla, opta por ensalzar a la mitología lefty de los 5.
Édgar, así no nos estás apoyando en Venezuela y Cuba, más allá de las palabras que se dicen por compromiso y que se las lleva el viento de “Wasp Network”.