El venezolano Eduardo Giralt Brun ganó el premio de dirección en el Festival independiente de Buenos Aires 2021.
La noticia jamás trascendió en el país, por los múltiples problemas de acceso y censura a la información.
En mi caso, cubrí el BAFICI por completo, a la distancia, viendo la película del colega, titulada “Los Plebes”, un documental de infiltración dentro de una célula del cartel de Sinaloa.
El filme contó con la producción de Vice y sigue la vida de un grupo de jóvenes sicarios, quienes representan una forma de banalidad, cotidianidad y normalización del mal en el estado norteño de México, donde los chicos son contratados para matar y cometer crímenes al servicio del narco.
A los primeros minutos, la cámara de Giralt Brun nos introduce en el interior de un carro, escoltado por un motorizado, cuyo rostro se oculta bajo una máscara de pixels.
La música dramática refuerza el clima ominoso en camino hacia la zona controlada por la mafia.
De repente, el auto se detiene y hay un momento de altísima tensión. Un delincuente interroga a Eduardo Giralt, mientras el lente apenas registra los zapatos del reportero.
“De dónde eres”, le preguntan al periodista. El coterráneo, con un acento inocultable, responde nervioso pero preciso: “de Caracas”.
Desde entonces, surgen innumerables parentescos entre los contextos de ambos países, azotados por el hampa.
De hecho, según la perspectiva de la profesora Malena Ferrer, “Los Plebes” continúa la investigación del largometraje nacional, “La Causa”, producido por los amigos de Capitolio y dirigido por Andrés Figueredo.
Las relaciones saltan al ojo del espectador curtido en la escena del cine alternativo.
Del mismo modo, “Los Plebes” se vincula con una amplía rama de documentales aztecas, dedicamos a los temas de las prisiones, la violencia y la explotación del mercado de los estupefacientes.
De la lista puedo recordar y recomendar “Presunto Culpable”, “La Libertad del Diablo”, “Los Ladrones viejos” y “45 días en Jarbar”, acerca de otro colectivo de presos buscando libertad y redención a través del contacto con el arte.
En tal sentido, también observo enlances con la tendencia del extremismo de la escuela liderada por el Amat Escalante de “Heli” y el Michel Franco de “Nuevo Orden”, actualmente disponible en Amazon.
A ellos se les acusa de ser “güeros” o “creadores privilegiados” que instrumentalizan la miseria, con tintes sensacionalistas y pornográficos, para circular en los corrillos exclusivos y esnobs de los certámenes internacionales, los cuales suelen reconocer y galardonar dichas exploraciones de una obvia antropología etnocentrista.
Un defecto común es la mirada condescendiente, millenial, superficial, exótica y vampírica de los trabajos mencionados.
“Los Plebes” cumple con mostrarnos el horror de una sociedad precarizada de delincuentes de poca monta, condenados al aislamiento y a una existencia efímera.
Nunca se les justifica o glorifica. La virtud es retratarlos en toda su desolación, corrupción y desamparo.
Los verdugos imberbes esperan el llamado de sus jefes, mientras cargan sus fusiles automáticos, cuidan a sus mascotas, hablan misóginamente de “sus mujeres”, conversan por celular.
El uso de máscaras reales o digitales acentúa el carácter clandestino y terrorista de los testimonios, en plan de secuela involuntaria de “The Purge” o “La Masacre de Texas”.
De nuevo, identifico vínculos con la patria de “El Coqui” y “El Vampi”, tomando la piscina de la policía, así como descubro naturales conexiones con ficciones criollas como “Sicario” y “Huelepega”.
“Los plebes” obtuvo el premio de dirección por el valor de narrar y contar un caso oculto, generalmente estereotipado por la prensa más amarillista.
Eduardo Giralt Brun logra aportarle un giro de humanidad y dimensión, fuera de los códigos tradicionales del esquema binario.
El protagonista sí da la cara, porque se nota consciente de su destino incierto y temerario.
En sus facciones atisbamos la ambivalencia del victimario, aparentemente inofensivo e inocente con sus acciones mundanas, pero atado a su círculo vicioso de inmoralidad, asesinato e ilegalidad.
Después de días, los matones reciben un encargo y portan sus armas automáticas. Sube la adrenalina y se encienden las alarmas del espectador.
Sabemos que cometerán un acto de barbarie. No obstante, las luces se apagan, caen los créditos y el final invita a cerrar el relato en la mente, ahorrándonos la tragedia explícita.
El interés de “Los Plebes” no es tanto cebarse en la sangre, como en echar luz a un lugar de sombra.
Según El Universal de México, Eduardo Giralt Brun es “señalado por violencia de género”.
En palabras del periódico, “EL UNIVERSAL ha solicitado reacciones al BAFICI y buscado a la producción de Los plebes, aún sin respuesta”.
Al respecto no existe un fallo judicial.
Por tanto, compartimos la info para que ustedes indaguen, completen y saquen sus propias conclusiones.
Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.