En un espacio sin dimensión, inamovible y enhiesto, Maradona es la efigie de un moderno Dios griego tan visible como inimputable.
Todo cuanto dice es admitido aun por aquellos que pudieran disentir, pues la devoción por el mejor jugador de la historia hacen perdonables cualquiera de sus declaraciones; la magia sobre lo ofrecido en los campos de juego ha logrado el milagro que los chicos que nacieron después de su gloria se aferren – como en ningún otro caso – a una orgullosa identidad que excede a las generaciones.
Maradona no es grande por lo que dice; es grande por lo que hizo.
Y esto es lo que hasta ahora lo galvanizó envolviendo sus palabras en hechos simples que conllevan ciertas anécdotas.
Pero haber confesado que “Messi no podría ser caudillo porque va como veinte veces al baño antes de cada partido”, es cuanto menos inesperado, imprudente y hasta inusualmente delator.
Diego nos enseñó desde pequeño de qué manera debía ser el comportamiento de los hombres, especialmente de los jugadores. Probablemente la palabra que más debe haber pronunciado en sus
casi 58 años debe haber sido códigos.
¿Qué implicaron hasta aquí tales códigos? Diego lo sabe más y mejor que nadie: guardarse para sí situaciones y hechos que por la naturaleza de su privacidad no deben saber los demás, los otros, la multitud innominada que quiere ver a sus ídolos tal como se muestran en los campos de juego.
La prensa ha sido muy cuidadosa de estas conductas al momento de hablar sobre Diego. Y los actores vinculados – dirigentes, técnicos, compañeros – muchísimo más.
Nunca escuchamos a Ottavio Bianchi – el director técnico – contar intimidades sobre aquel formidable Napoli a quien Diego llevó a la gloria.
Jamás le escuchamos al “Coco” Basile ni a nadie de su cuerpo técnico dar su versión, su opinión o su percepción sobre lo que ocurrió en el Mundial 94′ de los Estados Unidos desde donde con el mejor equipo y ya perfilados para llegar hasta el encuentro final debimos regresar tras un doping positivo
de Diego. Nadie habló jamás y pasaron 24 años.
Nadie que no fuera el propio Diego se refirió a la brutal pelea con Carlos Bilardo en Sevilla por cuestiones de la cotidianidad: lo reemplazó después que Maradona se mató por resolver una lesión en la rodilla.
Tras su leve paso por Newell’s, nunca trascendió sobre el costo político de aquella desvinculación.
No escuchamos ni al Bambino Veira, ni a ninguno de los jugadores de Boca contar como hacían precalentar al “pibe” Riquelme para jugar por que faltando una hora para iniciar el partido, Diego no había llegado a la cancha.
Lo ocurrido ya como director técnico en Racing, en Mandiyú fueron capítulos sin referencias históricas pues nadie lo reflejó.
Tan grande es Diego que sin más acuerdo que la admiración, el amor y muchas veces el fanatismo, un enorme sector de la prensa deportiva, la que lo conoce mejor que nadie, adhirió con su silencio a circunstancias de la vida que para unos pocos fue explotada como escándalo (periodismo del
corazón, de Policiales o Judiciales) y para el periodismo deportivo “jamás existió”.
Este Dios del Olimpo, este ídolo incomparable pudo ser el único que mezcló a Fidel con el Príncipe Eduardo de Windsor, a Caracas con Oxford, a Maduro con Muhammad, el Jeque de Dubai.
El único que podría ser requerido por Bielorrusia y Sinaloa; por Gianni Infantino y Claudio Tapia.
Tal permisividad ha hecho que al cabo de los años, Maradona haya generado su propia cultura: “la cultura maradoniana” de decir todo cuanto tenga “in pectore” sin restricciones ni filtros.
No obstante las palabras tienen un sonido que puede quedar registrado en el alma.
Hubiéramos criticado fuertemente a cualquier técnico que nos contara la intimidad de un vestuario si tal revelación pusiere en superficie la privacidad de un actor.
No nos hubiera gustado que un director técnico nos confesara fehacientemente qué hacia Diego en el baño o dónde fuere antes de un partido.
Y no hay registro de tal situación con otros directores técnicos u otros jugadores o dirigentes.
Forma parte de la vida blindada. Algunos rezan, otros multiplican sus micciones, otros van una vez más “al baño”, otros fijan su vista en un punto lejano concentrándose… Es un momento de alta presión y los organismos reaccionan de diferentes maneras.
Quienes están allí dentro son un grupo, una familia, una tribu. Y nada de cuanto allí hagan debería ser conocido por un mundo que ve a sus artistas en el escenario, en el campo o sobre el ring.
Es una pena que Maradona al conceder esta entrevista internacional a través de Fox no haya medido el punto justo de su discreción, que vendría a ser el mismo que él le habría exigido a cualquier técnico que lo hubiese conducido en su época de jugador.
Messi es en este momento víctima de la antropofagia argentina. Un enorme sector de la prensa ve en él al autor de todos los fracasos y se solaza con su ausencia de la Selección Nacional. Peor aún, algunos piden que no regrese jamás.
Nadie en cambio le reclama a los ineficaces dirigentes culpables de la frustración del Fútbol Argentino en Rusia 18′. Por el contrario serán ellos, los mismos que se equivocaron, quienes volverán a elegir al cuerpo técnico.
Messi y sus compañeros, especialmente los de Brasil 2014, recibirán el reconocimiento de todo cuanto han hecho en un mañana inexorable. Será tarde para reparar tanta injusticia.
Diego quien fuera el más grande, el campeón del Mundo, el ídolo y el caudillo, sabe mejor que nadie sobre la importancia de un detalle que hace que des la Vuelta Olímpica o te guardes la medalla de plata en algún lugar irrecordable.
También sabe que Messi pasará a la historia junto a él, serán simbióticos, sus nombres quedarán adheridos en el recuerdo, en la admiración y en el reconocimiento de todos los públicos del Mundo.
Y aunque él se sienta más grande, aunque él haya logrado ser Campeón del Mundo y su personalidad lo haya acercado a las multitudes como a ningún otro, es su obligación dar respuesta a tal bendición.
Los fieles siempre esperan la misericordia de los dioses .
Maradona, este moderno Dios del Olimpo no tuvo ni misericordia ni respeto por Messi.
Haremos de cuenta que no dijo nada…