domingo, noviembre 24, 2024
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De Guatemala a EE.UU., la solitaria odisea de un niño inmigrante

La historia de Oscar, hijo único de una madre soltera que perdió su empleo durante la pandemia, se repite diariamente en la frontera sur, donde las autoridades permiten ingresar al país a los niños sin acompañante

Oscar tiene 12 años y acaba de cruzar el Río Grande desde México hasta Texas en un bote conducido por traficantes de personas: está llorando, tiene miedo y hambre tras un peligroso viaje de un mes desde Guatemala.

“Vengo solo”, son sus primeras palabras en Estados Unidos.

“Yo me vine porque nosotros no teníamos qué comer”, cuenta a la AFP este niño delgado y de grandes ojos oscuros luego desembarcar al caer la noche en tierras privadas de este polvoriento pueblo del Valle del Río Grande junto a varias familias inmigrantes.

Antes de partir, “mi mamá me dijo: ‘No vayas a llorar’. Pero yo lloré”, dice sin poder aguantar las lágrimas este hijo único de una madre soltera que perdió su empleo durante la pandemia de covid-19.

Espera reunirse pronto con su tío, un pintor de paredes que vive en Los Ángeles desde hace 15 años.

Niño mexicano de 9 años murió intentando ingresar a EE.UU.

Lo peor del viaje, relata, fueron las 12 horas que pasó en un tráiler repleto de migrantes cerca de la frontera con México. “Había calor y se empezaron a desmayar todos”, recuerda. También él, hasta que le dieron agua.

De Guatemala a EE.UU., la solitaria odisea de un niño inmigrante
Oscar y otros inmigrantes indocumentados cruzan el Río Grande desde México hasta la ciudad estadounidense de Roma, Texas, en un bote inflable con la ayuda de traficantes de personas en la noche del 27 de marzo de 2021/AFP

Pero guarda el buen recuerdo de un amigo que se hizo en el trayecto, del cual luego fue separado. “Me decía que no me diera por vencido, que teníamos que llegar, con la misericordia de Dios. Y también me dijo que allá iba a tener una mejor vida”.

En Estados Unidos “voy a poder estudiar”, asegura. “Voy a aprender cómo hacer para traer a mi mamá”.

Más de 70 inmigrantes indocumentados, sobre todo de Guatemala y Honduras pero también dos de Rumania, cruzaron el Río Grande frente a Roma, Texas, en la noche del sábado, constató la AFP.

Más de 20 de ellos eran niños y adolescentes que viajaron sin acompañante, algunos de apenas siete años.

Luego de llegar, caminaron más de un kilómetro entre arbustos espinosos y un sendero de arena para entregarse a agentes de la Patrulla Fronteriza que les esperaban.

De Guatemala a EE.UU., la solitaria odisea de un niño inmigrante
Niños solos y familias inmigrantes con niños, sobre todo de Honduras y Guatemala, esperan tras entregarse a la Patrulla Fronteriza estadounidense luego de cruzar el Río Grande desde México a Roma, Texas en la noche del 27 de marzo de 2021/AFP

El camino está regado de rastros de la antigua vida de los inmigrantes que han perdido o preferido dejar atrás: los brazaletes plásticos de colores que los traficantes les atan a las muñecas para identificarlos a la hora de cruzar el río, zapatos sueltos, un pantalón mojado, un sonajero, dinero hondureño.

Las autoridades intentarán reunir a los menores con sus familiares tras una detención que durará varias semanas, quizás meses. Algunas familias serán liberadas para aguardar su audiencia de asilo en libertad, otras serán deportadas. Los adultos que llegan solos son todos expulsados, dice el Gobierno.

La escena se repite casi a diario en varios puntos de esta zona donde el río es muy estrecho, según vecinos de Roma. 

Llenar un vacío

En febrero, casi 100 000 inmigrantes cruzaron la frontera ilegalmente, un regreso a niveles de mediados de 2019 tras un frenazo debido a la pandemia.

Más de 9400 menores cruzaron la frontera solos y se entregaron a las autoridades ese mes, un 28% más que en enero. Y en lo que va de marzo han llegado más de 14 000, señalan las autoridades, que creen que la cifra seguirá aumentando.

Más de una docena de inmigrantes consultados por la AFP minutos después de poner pie en suelo estadounidense dijeron que su principal razón para emigrar fue la miseria, la violencia y el desempleo agravado por la pandemia y recientes huracanes en sus países, sobre todo en Honduras, El Salvador y Guatemala.

Muchos niños y jóvenes sueñan reunirse con sus padres, a quienes hace años que no ven.

A Diego, un adolescente de 17 años, le han prestado un teléfono a la orilla del río para llamar a su madre, que partió a Estados Unidos cuando él tenía apenas un mes.

“Ella se puso a llorar y yo me puse a llorar también porque son 17 años de no verla. Siento un gran vacío en mi corazón y ese vacío quiero volverlo a llenar con su amor”, cuenta.

Con información de la AFP.

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