En mi anterior columna alerto sobre el avance del “eje globalista de la maldad” –léase Foro de São Paulo, Grupo de Puebla, Partido de la Izquierda Europa, internacional del “sanderismo”– a fin de concretar su agenda destructora de los fundamentos de la civilización occidental judeocristiana junto a sus valores de libertad.
Aprovecha y explota ese eje el contexto de inhibiciones sociales que de suyo provoca a nivel planetario la pandemia del coronavirus, el inevitable repliegue de las gentes y sus sectores de criterio sobre los nichos de la cuarentena. Las mayorías de quienes opinamos lo hacemos al caso con el tamiz de los prisioneros, que todos los somos en la circunstancia.
La actual escala del Foro y sus redes de asociados sobre Colombia, para contener a la fuerza, “judicializándolo”, al expresidente Álvaro Uribe Vélez, era previsible. Se trata del ícono neogranadino –suerte de sólido cultural– resistente a las liquideces de quienes otra vez se juntan, regresando a las aguas bautismales, para formar el “globalismo progresista”. Hace 30 años, cuando el narco-comunismo cubano intenta sobrevivir como empresa criminal a la caída del Muro de Berlín, lo hace tras el nombre de socialismo del siglo XXI.
Las manifestaciones destructoras de monumentos ciudadanos, culturales o religiosos en vísperas y al apenas iniciarse el covid-19 en Santiago de Chile, Quito, Bogotá y, sucesivamente, las demonizaciones que los medios trasnacionales de televisión y en plena cuarentena hacen de las gestiones sanitarias de Piñera, Bolsonaro, Trump y el mismo Duque, dejan al descubierto el sentido ominoso de la señalada agenda. Se reafirma ello al constatarse que, entretanto, se morigeran y hasta celebran las iguales actuaciones de Maduro, Ortega, Díaz-Canel, y Sánchez.
Se requeriría de un muy elevado grado de estulticia para no captar y atajar lo que hoy se juega en el Occidente y en las Américas. No hay espacios para las graderías en este torneo agonal, menos para esos espíritus repugnantes, el los de los cómplices por omisión, los abúlicos que trillan con “realidades grises” a costa de flexionar lo que nos empina por sobre la creación y es patrimonio del Occidente: el principio de la inalienable dignidad de la persona humana.
Avanza, en efecto, una reconfiguración utilitaria y procaz de los discursos. Tras argumentos de circunstancia y la repetición de viejas consignas marxistas, sólo renovadas y puestas al detal, a ritmo de Twitter, lo que importa lo aclara Fidel Castro hace dos generaciones, hace 30 años, en 1989: ¡Morir antes que retroceder, morir antes que ceder! Es la consigna de todo Cartel. Es el narco-progresismo en actividad y para proteger al binomio que obliga al mismo Castro, en una hora de urgentes reacomodos y disimulos, al asesinato del general que le administraba el negocio del narcotráfico; ese que adquiere otra tesitura con la narcopolítica en y desde los países en donde logra poner sus garras por la “vía electoral”: Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Argentina, ahora España.
Basta leer con cuidado los documentos fundacionales del Foro, calibrar las membrecías del Grupo de Puebla y las declaraciones que suscribe aquél con la izquierda europea, para validar el argumento, tanto como para entender el maridaje de estos con el fundamentalismo islámico. No por azar, vuelvo a machacarlo, José Luis Rodríguez Zapatero, socio del Grupo de Puebla quien ayer pide poner a USA “en una situación imposible”, en 2005 monta la Alianza de Civilizaciones para frenar la persecución y criminalización del terrorismo. En 1999, Hugo Chávez pacta su alianza con el narcotráfico colombiano, mientras Evo Morales en 2012, desde la ONU, aboga por la despenalización de las drogas.
No es un accidente que al verse amenazada la narco-cofradía por la política de seguridad democrática que derrota a las FARC, luego se mueva bajo la presidencia de Juan Manuel Santos para darles una salida “honorable” y purificar sus crímenes de lesa humanidad. ¡Hasta la severidad de los fallos judiciales interamericanos que ayer proscriben y anulan las amnistías otorgadas por las dictaduras militares de “derecha”, se ven atenuados hoy para aceptar a la Justicia transicional y perdonar los crímenes del narco-comunismo! En esa estamos y bajo ese doble rasero.
De allí que, encontrándose bajo peligro la estabilidad del “grupo delictivo organizado y estructurado” narco-globalista, una vez como detienen en Cabo Verde al colombiano Alex Saab, testaferro de Maduro y de sus negocios con las FARC y el ELN, el Foro de São Paulo y La Habana dan un golpe de mano: logran la detención domiciliaria del expresidente Uribe, ya en resguardo por la pandemia. La medida la adopta, casualmente, la Sala de la Corte Suprema de Justicia que pone en libertad a Jesús Santrich, guerrillero y narcotraficante de las FARC reclamado por la justicia norteamericana, quien se fuga hacia Venezuela.
“Rechazar la guerra andina contra el narcotráfico” piden el Foro de Sao Paulo y la izquierda europea en 1991, mientras en 2019 deciden condenar a “la derecha venezolana”, enfrentar al Estado colombiano por el “no cumplimiento de los acuerdos de paz” e intensificar la campaña contra los “jueces, fiscales y la prensa” que encarcelan a Lula da Silva, uno de sus patriarcas. Mientras queda en silencio la miasma de Odebrecht y los genocidas de la narcoguerrilla descansan sus posaderas en el Congreso colombiano, a Uribe, respetuoso de las reglas de la democracia y su alternabilidad, procurador de la transparencia, se le mantendrá bajo “distanciamiento social”.
correoaustral@gmail.com