Vaya usted a saber si todo es susceptible de convertirse en un experimento social. Lo digo porque esa fue la sensación que me dejó la película de Thomas Vinterberg que ganó el Oscar como mejor película extranjera este año(“Another Round” en su título internacional).
Vi “Druk” y todavía no sé de qué trata. No sé si es una advertencia en contra del alcohol. No sé si es una apología del alcohol. No sé si la película trata sobre las adicciones de la gente. No sé si trata sobre la relación que existe entre ser adicto a algo y la depresión o la tristeza o la dureza de la vida… Esta película está armada de tal manera que cualquiera de esas opciones es posible.
Hablé del experimento social porque eso hacen los cuatro amigos que deciden «estudiar» los efectos de la caña en sus vidas: fijan una dosis específica que beben durante el día y luego comparten sus experiencias que, por supuesto, se van enredando cada vez que aumentan la dosis en cuestión.
A la luz de las complicaciones y de sus desenlaces, más o menos puedes entrever que la película no trata sobre la bebedera de aguardiente, que más bien trata sobre aquello que usamos los seres humanos para mitigar la rudeza de la existencia y que, si nos descuidamos, se une al corro de aquello que nos erosiona y nos mata, llámese vodka, cocaína, sexo, deporte, series de televisión o redes sociales.
Lo mejor de la película junto con su ambigüedad son las actuaciones. Desde Mads Mikkelsen hasta el perro que no puede orinar solo, todo el mundo en ese elenco actúa muy muy bien.
Y, bueno, no puedo dejar de mencionar el fresquito que me entró al ver que los bachilleres daneses graduados del Gustaffsson Herrerårkssen también hacen caravanas al terminar su último año de bachillerato.
Volviendo a “Druk”.
No le veo la gracia a que Hollywood haga su versión de una película danesa.
Aunque viéndolo bien, si eso es así, Venezuela podría contribuir con su propia interpretación. En lugar de “Druk” o de “Drunk”, podría llamarse “Échate un Palito”.