He contado alguna vez que mi padre trabajó todos los días hasta los 87 años y mi madre hasta los 78 años, lo cual es prueba fehaciente y suficiente del hábito del trabajo en nuestra casa solariega. Cada mañana salían a trabajar y todo se reduce a nunca pensar en el retiro.
Mi única hermana es un tractor trabajando y ya es septuagenaria avanzada. Hasta en las vacaciones todos madrugábamos pues en mi casa siempre regía una norma que mi padre repetía cada día: “A levantarse, que la cama enferma”. Y de madrugada todo el mundo de pie.
Por supuesto, esas normas valoraron al trabajo como una virtud absoluta y también mi esposa es imposible que sea más comprometida y trabajadora. Ella es otro tractor para el trabajo y cada día le doy gracias a Dios por tenerlas, a mi hermana y a ella de socias. Lo digo porque si hay algo que me inspira desagrado y molestia son los flojos y cada chiste o comentario que halaga a la flojera me irrita. Con los años uno aprende a trabajar y a ser eficiente; a trabajar en equipo repartiendo la carga laboral.
En general los médicos somos gente de trabajo, pues los estudios son muy exigentes en materia de horario y entre el trabajo cotidiano, las guardias, las emergencias y las horas necesarias para el estudio, que son parte del trabajo, allí se va casi todo el día y por eso saber trabajar en equipo es una virtud que se valora cada día más. Esa manía por el trabajo y el estudio es buena porque ayuda en ampliar el horizonte de la vida. Sin esfuerzo es imposible el éxito personal.
Lo contrario es obviamente la gente floja y uno los reconoce y se aprecia primero en el propio tránsito vital porque la flojera también tiene su propio curriculum de no hacer nada y de falta de logros, y el curriculum vitae son los éxitos y fracasos logrados en la vida del trabajo y en materia de estudios convencionales, porque el que es flojo para estudiar, es flojo para trabajar, pero una de las características básicas de los flojos es gustarles opinar.
Opinan con total desparpajo de lo humano y lo divino sin verse en el espejo. Por supuesto, criticando a diestra y siniestra y diciendo: “no estoy de acuerdo con fulano, yo lo hubiese hecho así.” Y señalan una utopía que siempre es un disparate y uno oyéndolos solo atina a pensar: “qué bolas, si este es más flojo que una lata de chicha” y en general el flojo es muy crítico, según él todos lo hacen todo mal, además acusan siempre a alguien de su fracaso personal.
Por culpa de otro no lograron más en la vida. Nadie sirve, o si en sus manos estuviera se debería hacer tal o cual cosa. Pero dejémoslo hasta aquí porque me da flojera ocuparme de gente que no vale la pena.