La serie “Cómo se convierten tiranos” vino incompleta, la faltó más valentía para hablar del presente.
Típico del manual de Netflix, te da un contexto, lanzas las puntas, pero no se mete en el barro, evitando ofender a los progres de la generación de cristal.
Hoy ajustamos cuentas y proponemos una segunda temporada, sobre la influencia del chavismo en la conformación de un eje de dictadorzuelos en LATAM.
Si quieres saber cómo se pierde un país, a manos de caudillos socialistas y delirantes, pues acompáñanos por los próximos cinco capítulos.
Hugo Rafael: el mito del populismo bolivariano.
El teniente coronel fracasó como militar el cuatro de febrero y el 27 de noviembre. Llegaría al poder mediante elecciones, por consejo de Miquilena y Fidel. Un grupo de asesores mediáticos harían el resto.
Así cambió de imagen, los uniformes por el liqui liqui, los paltós y las corbatas, aburguesando el estilo. Hugo ascendió por un calculado carisma de ventrílocuo, de comediante demagógico prometedor de villas y castillos.
Embrujó al país con su vuelta a un estado mágico, donde la chequera de PDVSA pagaría cualquier capricho y necesidad, incluso las del Foro de Sao Paulo. Se fabricó una Constitución a su medida, reescribió la historia, destruyó a la oposición a palo limpio, aplicó las recetas de Gómez, quiso ser un constructor como Pérez Jiménez, pero solo edificó un culto de la personalidad que lo llevó a decretarse el salvador de la patria.
Su propaganda arruinó a Venezuela, cuyo sistema colapsó antes y después de su muerte, dejando a Maduro, un perpetuador de su legado de cenizas. Encima le alcanzó para invadir al continente con sus clones diseñados en laboratorio. Vamos a recordar a cuatro de ellos.
Evo Morales: del buen salvaje, al mal revolucionario.
El Cocalero conquistó la silla presidencial de la Paz, trayendo vientos de guerra, demolición y purga de disidentes, bajo la recomendación de su financista en Miraflores.
Evo fue dócil ante la prensa, al inicio de su mandato, mostrándose como un lobo disfrazado de mansa ovejita, al servicio del capital y de la clase económica de Santa Cruz de la Sierra, su temida oposición, a la cual siempre tildó de “derecha cruceñista”.
Pues Morales con su cara de Evo, de no partir un plato, le hizo la cruz a los de la Sierra, persiguiéndolos y aplastándolos con tácticas de gorila bananero, buscando establecer una monarquía de izquierda sin alternabilidad.
El plan chavista, de quedarse en el trono a punta de elecciones amañadas, le acabó pasando factura, echándolo del control de los recursos y de la policía de su estado fallido. Todavía la de Bolivia es una historia inconclusa, bastante afectada por la ruina del Cocalero.
Díaz Canel tras la huella de Fidel: patria, socialismo y muerte de hambre.
Naturalmente tenemos un lugar especial para los creadores de las bestias del caribe, los fundadores originales, los que provocaron el desastre, antes que Hugo Rafael.
La serie de Netflix apenas asoma la cabeza de Fidel Castro. Sin embargo, lo exime de recibir la humillación de un episodio, para limpiarse las manos y ser condescendiente con los partidarios de Biden, leales a los Castro.
No se les olvide un dato: el matrimonio Obama es proveedor de contenidos para la plataforma de streaming. Por tanto, tiranizan su grilla, imponiendo sombreros de pensamiento de color rojo. Aprovechando el surgimiento del último movimiento disidente en Cuba, valdría la pena incluir un episodio sobre la represión de los Castro, que es la cosa más salvaje del mundo, una vulgar copia de los patrones carcelarios de Stalin, el espionaje de Alemania Oriental y las purgas de la revolución china, más un poco de la tortura del método Pol Pot en Camboya.
El relato marxista se instrumentó como texto único de las escuelas, difundiendo una educación binaria y anacrónica, que garantiza sumisiones y posiciones extremas de víctimas por siempre.
Al disconforme le espera el paredón, el exilio, la balsa, el destierro, la paranoia, la negación de derechos o una vida de mierda en la isla.
El pasado 11 de julio volvió a explotar el manual del perfecto tirano de Cuba, cuando miles salieron a las calles a protestar y luchar por su libertad. Esta memoria herida conduce a revisar los dos casos que nos preocupan en la actualidad.
Daniel Ortega: una oligarquía familiar.
Daniel Ortega sepultó cada consigna que enarboló por refundar a Nicaragua. Con su esposa reestableció el “Somozismo” que es una forma de “nazismo” endógeno, que mata a la democracia con el puño de un orden autoritario y dinástico.
El orteguismo emplea las viejas técnicas de la cleptocracia y el nepotismo, centralizando los negocios del estado para el beneficio de una mafia, de una clientela asociada al matrimonio de gobierno.
Nicaragua es una cuña, un cáncer en Centroamérica, un foco de subversión pagado por Nicolás. Lamentablemente, sus ramas se bifurcan hasta la frontera con Estados Unidos. Porque nuestra versión de la serie “Cómo se Convierte en Tiranos”, culmina en México con el nuevo doctor Chapatín.
Manuel López Obrador: un Cantinflas lefty que finge demencia ante el narco.
Amlo ganó sus últimas elecciones con apoyo de los carteles del pacífico. Manuel es un peligro para la democracia de su país y el continente, proyectando un pésimo ejemplo de gestión.
Su palabra confusa y embaucadora, propia de la dirigencia azteca, ha encubierto una operación del socialismo, que es financiarse con dineros del lavado, producto de la expansión de los cultivos de droga, lo que paga la renta de la mayoría de los caudillos comunistas de la zona.
Por tanto, no seamos ingenuos frente al avance de los tiranos que se convirtieron, gracias a la espada que camina por América Latina.
En vez de resignarnos, activemos políticas y estrategias, tendientes a superarlos.
Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.