El gobierno del presidente Iván Duque propuso una reforma tributaria en Colombia con el que buscaba recaudar al menos US$6.300 millones, en medio de una crisis generada por la pandemia de coronavirus, pero la medida fue desestimada luego de las protestas que sacuden al país.
El plan de reforma fiscal en Colombia solo fue motivo para justificar manifestaciones y cambios en el sector político, así lo considera Carlos Dorado, presidente de Italbank y vicepresidente de Italcambio. Eso significa que pudo haber sido otra excusa para que se generaran las acciones violentas de calle.
Sobre el tema de las reformas fiscales en el mundo existen tres situaciones a resolver, reflexiona Carlos Dorado: “Pocos que ganan mucho y pagan poco, otros que viven de lo que pagan otros, y el administrador que administra mal y con mucha demagogia y corrupción”.
Conversamos con él sobre este tópico y su impacto en la economía del país, pero además sobre las responsabilidades que tienen los ciudadanos con la nación.
-¿Deben las personas responder por las consecuencias de malas políticas públicas en materia económica?
-No podemos olvidarnos que los gobiernos son electos por los ciudadanos, y si hay malos gobiernos, es porque la sociedad en general no tiene la capacidad para distinguir el “grano de la paja”. No se le puede pedir peras al olmo, si eliges mal, vas a tener que vivir con las consecuencias de esa elección. La solución no pasa por ir cambiando por ensayo y error, hasta que una fuerza divina haga el milagro de enviar “un iluminado”. Por lógica, si elegiste mal una vez, y otra vez, y otra vez, lo más seguro es que esa sociedad va a seguir equivocándose.
–¿Hasta qué punto es responsabilidad de los ciudadanos ser parte de la economía del país en materia tributaria?
-La responsabilidad de nuevo es de los ciudadanos que eligen sus gobernantes, donde se debería buscar un perfil con criterio y se evaluasen científicamente los resultados. Para esto debes tener un nivel de preparación, y saber y tener el conocimiento, para analizar ese perfil y evaluar esos resultados. Es aquí, donde está la raíz del problema. Por eso, yo soy un gran fanático de la educación. Un pueblo no educado es carne de cañón para la demagogia, el populismo, y poner en marcha la máquina creadora de miseria.
–El ministro de Hacienda de Colombia dijo: “El recaudo vendrá en un 73% de las personas (clase media) y el resto de las empresas”. ¿Debería ser así o al contrario?
-La clase media, no solo en Colombia, a nivel global, que en su mayoría está constituida por empleados, profesionales, pequeños empresarios, y la cual debería ser la columna más importante de una sociedad sana y fuerte, es la que termina siempre pagando todos sus impuestos, por una sencilla razón, generalmente trabajan bajo relación de dependencia, o tiene una empresa pequeña-mediana donde el gobierno ejerce un mayor control.
Pero, por otro lado, hay grandes corporaciones que, amparándose en estructuras legales globales sofisticadas, terminan pagando sumas irrisorias. Solo para ponerlo en contexto, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), un club formado por países desarrollados, estimó en 2015 que la evasión, solo de las grandes corporaciones, sería en 240 billones de dólares.
Este próximo 04-05 de junio en Londres hubo una reunión de los ministros de finanzas del G7 para discutir y analizar una reforma tributaria global. En el próximo verano, 139 países se reunirán para discutir cómo lograr una tasación global para las multinacionales.
Ahora bien, esta es una parte del problema: que los que ganan mucho paguen lo que les corresponda. Pero todavía faltaría resolver los otros dos problemas, los que viven de los que pagan los demás y los pésimos administradores.
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El impuesto en Colombia
El punto que más debate generó entre los colombianos fue el pago de impuesto por parte de quienes ganen US$663 en un país donde el salario mínimo es de US$234.
Carlos Dorado cuenta a GLOBOMIAMI que encontrar el equilibrio entre quién y cuánto debería pagar cada ciudadano o corporación, es una de las ecuaciones más difíciles de resolver, “porque tienes que partir de un principio de justicia social, pero tampoco puedes matar el incentivo a crear riqueza a través de impuestos exagerados, porque estarías matando la gallina de los huevos de oro”.
Considera que después de que diseñe el plan y se estructure, viene la otra cara de la moneda: el que los administra. “¿Hay los mecanismos para evaluar que sean administrados en forma eficiente? La historia nos enseña que en la gran mayoría de los casos elegimos al ratón para cuidar el queso”, dijo.
–Algunos servicios y productos exentos recibirían un aumento del 19% del IVA, como el agua, luz y gas (que de por sí, son costosos en Colombia). ¿Es viable esa medida? ¿Necesitamos cambiar de cultura ciudadana?
-Este tema de que todo tiene que ser dado por el gobierno y vivir de las migajas de este, es un tema muy folclórico y electorero, pero en la práctica un gran diseminador de miseria.
Regalar el pescado, pudiese justificarse en caso de una tragedia o un evento grave, pero la gran mayoría de las sociedades deberían saber pescar y alimentarse. Si analizas las constituciones del mundo, te das cuenta de que aquellas que garantizan más beneficios, son precisamente los últimos en desarrollo económico. Dan tanto, que terminan dando miseria. “Nadie promete tanto como el que no piensa cumplir”, solía decirme mi madre.
–Está el tema del impuesto a los más ricos: quienes tengan un patrimonio sobre los US$1.35 millones deben pagar un impuesto del 1%, y quienes lo tengan de US$4 millones, sería de 2%. ¿Es compleja esa propuesta? ¿Hay otras formas de dar un aporte al país?
-Alguna vez escuché: “Que no hay nada más cobarde que un millón de dólares”. El dinero no tiene nacionalidad, y es como el agua, siempre busca lo más fácil por donde penetrar. En teoría eso de sacarle a los ricos para darle a los pobres es una teoría muy estilo Robin Hood, pero en la práctica nunca funcionó. Hay que invertir en educación, para que algún día tengamos una mayoría pensante y que elijan gobernantes que no nos venda champús anticaspa, o porcinas para la felicidad, sino constructores de un país progresista y eficiente, con un buen nivel de bienestar de la población, y donde se genere riqueza y se reparta con meritocracia.