Desde 1999, el socialismo se apoderó de Venezuela y, a pesar, de las múltiples advertencias de factores democráticos sobre las consecuencias negativas para la nación, era imposible ser previsivo sobre los resultados de un modelo político que llevó al país a una crisis sin precedente.
El doctor Asdrúbal Aguiar, jurista, político, académico, escritor venezolano, en conversación con el programa FoMo de GloboMiami, conducido por Camilo Aguiar Méndez, Diego Moya-Ocampos y Sergio Monsalve, aseguró que hace 21 años prever la catástrofe actual era poco factible, “pues el experimento que se vive en el país y tiene efectos a nivel regional, es el producto de un gran engaño”.
Venezuela estaba acostumbrada a ser parte del proceso político sobre la base de unas normas fundamentales que eran aceptadas por todos los actores y que fueron sostenidas hasta el quiebre de la cuarta república.
No obstante, Aguiar considera pertinente mencionar algunos hechos históricos que poco se consideraron al momento de la elección del 99:
- En 1989 cuando cae el Muro de Berlín, se dio por agotada la experiencia del socialismo real. Quienes eran cultores de la democracia y la libertad, pensaron que eso le daba la victoria al modelo liberal. Pero, ese año, apareció Fidel Castro con la promesa de resistir en defensa del comunismo, que en “el fondo era un maridaje entre el mundo de la política y el mundo de la criminalidad”, recuerda Aguiar.
- En el año 1964 cuando Rómulo Betancourt entrega el poder a Raúl Leoni, dice en su último discurso al Congreso, en un párrafo lapidario, haber enfrentado la guerrilla que llegó de la mano del castrocomunismo internacional, pero recordó a su vez que mientras Fidel Castro siguiera en La Habana y Venezuela fuera un país petrolero, el dictador de Cuba codiciaría la riqueza venezolana para expandir la revolución hacia Latinoamérica. A pesar de ello, “los demócratas establecieron la coexistencia y convivencia con la izquierda, que entró en la vida democrática, se insertaron en ella, la usaron y a la final cuando los ciudadanos no estuvieron al altura de la obra modernizadora, no se supo reconducir ese proceso y, trágicamente, apareció el socialismo”, dijo Aguiar.
En el cierre de la cuarta república, se pensaba que Venezuela era un país maduro y que solo había una gran insatisfacción social, aunque “pegó la matriz de que la cuarta república había fracasado”, expresó el entrevistado.
Pero, como la cultura del venezolano siempre ha sido la del presente, nunca se hizo una semejanza entre el 23 de enero de 1958 y el 23 de enero de 1998. “Si se hace una comparación numérica real, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se construyen 400 kilómetros de autopistas, y en los gobiernos posteriores 92 kilómetros”, manifestó Aguiar.
Visto desde el lado de la educación, cuando cae la dictadura, el país contaba con tres universidades: la del Zulia, Central de Venezuela y de Los Andes, con dos privadas, la Santa María y la Católica Andrés Bello. Al cerrar el ciclo de la democracia, se registran más de 450 institutos de educación superior.
“El cambio cualitativo que había ocurrido fue que en el 98 -y lamentablemente no lo entendieron los actores políticos, cuando los venezolanos vivían bajo la tutela partidaria a comienzos de la democracia-, ya había una fuerza crítica frente al estamento político, que no supo captar ni comprender. Y, en medio de la desesperación, aparece el drama histórico nuestro, el gendarme necesario que fue Simón Bolívar, Juan Vicente Gómez y terminó siendo Hugo Chávez. La realidad es que regresó la historia y despertamos fantasmas”, señaló Aguiar.
Transición, democracia y retos geopolíticos
Hoy en día, es casi inviable que Venezuela por sí sola pueda resolver las circunstancias de crisis que atraviesa, comentó Aguiar, pues existen actores de la vida política actual que se supone aún recuerdan al Rómulo Betancourt de 1928, 1936, 1945 y 1959, cuando se separa de la izquierda, arguyendo que existía un modelo socialista doméstico, local, divorciado de los comunistas que se fueron a manos de la internacional.
“La reivindicación histórica y permanente de nuestra soberanía, nos lleva a que muchos actores políticos internos cuando ven actuando a Luis Almagro, a la OEA, Grupo de Lima o Unión Europea, le trasladan a los gobiernos extranjeros la idea de que somos los venezolanos quienes debemos solucionar los problemas”, explicó en su análisis a FoMo.
Aguiar da un diagnóstico y es que en “Venezuela desapareció la nación y la república, en el caso nuestro por hechos internos, vistos desde el punto de vista global”, consideró.
En Venezuela, el Estado está fragmentado en factores de poder que no son el gobierno que ocupa Miraflores, señaló Aguiar, como “la narcocriminalidad, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), los rusos, cubanos, chinos, iraníes, en donde cada quien tiene su pequeño pedazo”.
Además de un Estado-territorio, en la cual la población se hizo diáspora hacia afuera y hacia adentro.
“La gente está en la línea de la supervivencia. Los lazos de solidaridad social se fracturaron. No hay gobierno capaz de tomar la Constitución y decir que ejerce la uniformidad soberana, porque está fracturada la Fuerza Armada, pero además un gobierno en Miraflores y otro en la Asamblea Nacional, dos fiscales, dos Tribunal Supremo de Justicia”, resaltó.
Siendo esa la realidad, en la que existe duplicidad de poderes: integrados por los representantes de Nicolás Maduro y Juan Guaidó, es difícil creer a través de la simulación constitucional que se puede recomponer la realidad venezolana.
-¿Qué recursos se deben implementar para superar la coyuntura actual?
-El desafío es tan grande que requiere arbitrar un juego estratégico. Como profesor de Derecho Internacional en el Siglo XX, sobre la coalición internacional digo que está perfecto, es lo ortodoxo, pero estando en el siglo XXI, me doy cuenta de que eso no es así. La Organización de Estados Americanos (OEA) actuó y de allí nació el Grupo de Lima, pero además, después surge el Grupo de Montevideo.
Para Aguiar, en medio de la desesperación hace falta alguien que de buena fe como facilitador se deslastre de los intereses lógicos y estratégicos locales.
“Los europeos miran a Venezuela desde la óptima de sus intereses, igual que Estados Unidos. No ha surgido un mediador, conciliador, que escuchando a todas las partes logre un denominador común”, expresó Aguiar.
De cara a Venezuela, es un acto de humildad suprema, que todos los actores políticos lleguen sin agenda ni documentos. “Y de entrada digan: ¿qué vamos a hacer? ¿por dónde comenzamos?”, propuso Aguiar. De nada sirve llamar a un diálogo, pero ya la ruta está establecida, pues lo importante es conversar con las partes involucradas y desde allí, llegar a acuerdos.
“Ese fue el secreto del Pacto de Fijo. Por eso, Rómulo Betancourt decía: le tengo miedo a la unidad, que es la unanimidad de los déspotas. El secreto de la democracia es lograr cómo tener un piso en común para que no se convierta en un rompecabezas”, puntualizó Aguiar.
-¿Es posible aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)?
-Si ves el TIAR del 47 no hay posibilidad, porque fue elaborado para el conflicto este-oeste. La reforma del TIAR que no la aprobaron todos los Estados abre camino para estas nuevas modalidades de criminalidad trasnacional. Pero debemos poner los pies sobre las realidades. Hay unanimidad de criterios, hasta de los mismos juristas sobre el tema de la intervención humanitaria, te diría no. Asdrúbal Aguiar la defiende, sí, conceptual y teóricamente. De hecho, hay resoluciones pacíficas que han logrado transformarse en una suerte de orden público internacional. Obviamente uno tampoco puede cerrarse, porque lo lógico es crear las condiciones para que eso sea posible y en eso han trabajado.