Las universidades de renombre en Estados Unidos, como Harvard, Columbia y la Universidad de Pensilvania, se han convertido en el foco de atención debido a sus controvertidas posturas sobre el conflicto en Oriente Medio. El rechazo a sus acciones y declaraciones no solo proviene de la opinión pública, sino que ha generado consecuencias notables, incluyendo la pérdida de benefactores y un llamado a la rendición de cuentas.
En las últimas semanas, las renombradas instituciones académicas de Harvard, Columbia y la Universidad de Pensilvania se han visto en medio de una controversia relacionada con su posición en el conflicto entre Israel y Hamás. Las reacciones a sus acciones y declaraciones han sacudido a estas instituciones, desencadenando una serie de eventos que ponen de manifiesto la creciente intolerancia hacia el antisemitismo.
La Universidad de Harvard, en particular, ha experimentado una fuerte reacción pública después de que el Comité Universitario de Solidaridad con Palestina (PSC, por sus siglas en inglés) enviara una carta en la que acusaba al régimen israelí de ser responsable de toda la violencia en el conflicto. Esta declaración, respaldada por cientos de estudiantes, generó críticas en todo el país. Incluso el multimillonario Bill Ackman advirtió que aquellos que apoyaran esta declaración serían incluidos en una lista negra que les impediría acceder a compañías de Wall Street. La presión resultó en que varios grupos, como Amnistía Internacional en Harvard, Harvard College Act on a Dream (AOD), la Harvard Undergraduate Nepali Student Association (HUNSA), la Harvard Islamic Society y la Harvard Undergraduate Ghungroo, retiraran su firma de la carta, marcando un punto de inflexión en la percepción pública de la universidad.
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Sin embargo, a pesar de los intentos de rectificación, Harvard enfrentó una serie de consecuencias. El profesor de Informática de Harvard, Boaz Barak, solicitó a la institución que retirara la afiliación universitaria de todas las organizaciones que habían firmado la polémica carta. Barak argumentó que, si bien apoyaba la libertad de expresión, esta no debía eximir a las personas de las consecuencias de sus acciones. Afirmó que la carta acusaba al régimen israelí de perpetrar actos de terrorismo, violación y asesinato. Esta postura ha llevado a una reflexión más amplia sobre el papel de la universidad en abordar cuestiones delicadas como el antisemitismo y el conflicto en Oriente Medio.
Las consecuencias también se han hecho sentir en la Universidad de Pensilvania, donde el antiguo gobernador de Utah y ex embajador de Estados Unidos en Rusia, China y Singapur, Jon Huntsman, anunció que dejaría de realizar donaciones a la institución. Huntsman, en un comunicado, expresó que el silencio ante el antisemitismo y el odio no es aceptable y que la institución educativa había perdido su rumbo moral. También destacó que el relativismo moral había llevado a la universidad hacia un punto en el que la imparcialidad ya no era una opción. Esta decisión tuvo un efecto dominó, ya que Vahan Gureghian dimitió del consejo de administración de la Universidad de Pensilvania en solidaridad con la postura de Jon Huntsman.
En la Universidad de Columbia, las críticas se centraron en el profesor Joseph Massad, quien publicó un artículo de opinión en el que expresaba su apoyo a Hamás. Massad calificó a los israelíes como “crueles colonizadores” y elogió a los terroristas de Hamás como “combatientes de la resistencia”. Esto generó un amplio rechazo debido a la influencia de Massad en la educación de jóvenes estadounidenses. Una estudiante de Columbia, Maya Platek, inició una petición en Change.org solicitando el despido inmediato del profesor Massad. La petición logró casi 50,000 firmas en solo cuatro días, lo que demuestra la preocupación de la comunidad estudiantil por las posturas que promueven el odio y la violencia.
Estos eventos reflejan un aumento en la intolerancia hacia el antisemitismo en las universidades y la creciente demanda de responsabilidad en la comunidad académica. Las acciones de benefactores, estudiantes y profesores destacan la importancia de abordar estas cuestiones de manera ética y justa, sin comprometer la libertad de expresión, pero reconociendo las consecuencias de las acciones y declaraciones que promueven el odio y la violencia.
La controversia en torno a Harvard, Columbia y la Universidad de Pensilvania subraya la necesidad de un diálogo abierto y constructivo sobre temas complejos como el conflicto en Oriente Medio, y la importancia de mantener un ambiente académico que promueva la tolerancia y la diversidad de opiniones. Las consecuencias observadas en estas instituciones académicas sirven como recordatorio de que el antisemitismo y la intolerancia no tienen cabida en la educación superior.
En un momento en que la comunidad académica se enfrenta a desafíos éticos y morales, es fundamental que las universidades tomen medidas para abordar estas cuestiones de manera que promuevan la inclusión y el respeto por todas las perspectivas. La lección clave de estos acontecimientos es que el debate en el ámbito académico debe ser guiado por el respeto y la comprensión, y no por el odio y la intolerancia. Las universidades deben desempeñar un papel activo en la promoción de un ambiente de aprendizaje en el que la diversidad de opiniones sea bienvenida y respetada. Este es el camino hacia un futuro en el que la educación superior pueda contribuir a la construcción de un mundo más justo y equitativo.
Fantastic news – the next Ivy League domino falls as Wexner Foundation (led by Limited Brands founder Leslie Wexner) cuts off all funding to Harvard stating –
— StopAntisemitism (@StopAntisemites) October 16, 2023
“We are stunned and sickened at the dismal failure of Harvard’s leadership to take a clear and unequivocal stand… pic.twitter.com/eqI1np9cnq