Tras las cifras de desempleo, ven vidas, angustia. Cada día, Amel, Céline y sus colegas de la Agencia Nacional para el Empleo en Francia tratan de curar las heridas económicas agravadas por el covid.
La agencia de desempleo de Château-Gombert, en un barrio de Marsella, sur de Francia, donde la tasa de pobreza es del 28 %, recibe cada día centenas de personas que forman una larga fila de espera antes de que abran las puertas.
Vienen a completar las solicitudes para poder cobrar el seguro de paro, encontrar un empleo o un consejo para hacer una formación con vistas a una reconversión. Pero muchos buscan ayuda para hacer los trámites en internet, ya que no tienen ni ordenador ni escáner o están perdidos con la informática.
“Sentimos que la precariedad se ahonda. Hay situaciones difíciles”, dice la consejera Magalie García, que alterna entre la recepción y los servicios de indemnización donde las solicitudes se acumulan.
Entre noviembre de 2020 y enero de 2021, un equipo de la AFP pasó varios días en esta agencia donde 85 funcionarios están en primera línea para ayudar a más de 11.700 personas que buscan empleo.
En un año, la pandemia ha provocado “daños masivos” en el empleo en el mundo con el equivalente de 255 millones de puestos de trabajo destruidos, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En Francia, seis millones de personas buscaban oficialmente trabajo a finales de 2020. El año pasado, el número de desempleados aumentó 7,5 %.
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“No logro dormir”
“La urgencia es palpable”, dice la asesora Amel Boubehira mientras sindicatos y asociaciones están preocupados por la caída en la pobreza de precarios como muestra el aumento del 9% en 2020 de los beneficiarios del ingreso de solidaridad activa (RSA, por sus siglas en francés), que garantiza a las personas sin recursos un nivel mínimo de ingresos.
Boubehira está encargada de las personas con dificultades a las que recibe regularmente.
Entre ellas, Edith Ferrari, de 52 años: “Encadeno contratos con duración determinada desde hace 30 años, lavando platos, limpiando… A menudo, no logro dormir la noche. Me pregunto qué va a ocurrir mañana. Mi esperanza en 2021 era tener un contrato indefinido pero con el covid…”.
Amel Boubehira quiere proponerle una formación, pero se da cuenta de que no tiene ningún recurso. Las deudas y los intereses abusivos se acumulan. Trata de deshilar la madeja y contacta con una asistenta social para desbloquear una ayuda de urgencia.
Baya Dahdah, de 52 años, dice que no le basta con el RSA. La asesora logra adelantar los trámites para que pueda integrar un taller de inserción pagado a 900 euros mensuales. “¿La puedo abrazar?”, dice la señora.
“Nuestro público encuentra diferentes frenos para encontrar trabajo: falta de cualificaciones, guarda problemática de los hijos, deudas, problemas con la justicia. Hay que resolver algunos de estos problemas para avanzar”, explica Amel Boubehira.
Ella misma ha tenido contratos precarios y aborda estas vidas difíciles con sensibilidad. “Les digo: ‘están angustiados, lo puedo entender’. Se crea una relación de confianza y esto anima a la persona para que consiga más autonomía”.
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“Traumatismo” en Francia
Algunos caen de alto. Desde el 1 de marzo, se han iniciado en Francia 844 expedientes de regulación de empleo en la aeronáutica, el turismo, el textil o la restauración, dos veces más que el año anterior en el mismo periodo.
“Con la crisis sanitaria, sectores preservados están afectados, gente que estaba tranquila en su actividad antes de vivir esto como un tsunami”, explica una de las psicólogas de la agencia, Catherine Tchifteyan.
“Algunos están sorprendidos, otros se vuelven hiperactivos”, explica desde Francia. El traumatismo “también se puede manifestar con perturbaciones como la bulimia, la adicción… que afecta a la salud”.
En la agencia de Château-Gombert, el 50 % de los inscritos son actualmente desempleados de larga duración, frente al 40 % antes del primer confinamiento en marzo de 2020, dice la directora Sophie Delmas. Cerca de dos tercios de los inscritos no han cursado el bachillerato.
El público joven ha aumentado mucho, como en toda Francia donde en 2020 las contrataciones de los menores de 26 años cayeron 14 %.
Céline Mastinu, con su voz dulce y determinada, asesora a 70 jóvenes a un ritmo de una entrevista mensual para tratar de conseguir empleo o formación, además de un diálogo permanente sobre el curriculum vitae y el perfil de competencias en línea.
Con el covid, pesa la incertidumbre. “Algunos jóvenes me dicen ‘he encontrado’ pero ‘no me contratan porque la empresa tiene dificultades'”.
Habla con Rayane Seghier, de unos veinte años en Francia. Agente de recepción en el puerto de Marsella, está en el paro desde que el tráfico marítimo de pasajeros entre Argelia y Marsella se paralizó por la pandemia pero espera proseguir en este campo. Con el covid que se prolonga, habrá que adaptarse o cambiar de vía, le advierte.
Olvidar la obsesión del diploma
“En Francia se insiste demasiado con los diplomas, con un CV perfecto. Hay jóvenes que no tienen esta facultad, estos diplomas, pero son interesantes, tienen cosas que aportar”, dice Mastinu.
Su colega Carole Raux trata de convencer a los empleadores. “Hacemos que conozcan a personas que no tienen el diploma exacto pero que tienen cualidades y competencias útiles para el puesto”.
Como Mehdi Mosbah, de 26 años. De origen humilde, ha hecho una formación de informática después de encadenar pequeños trabajos. “Necesito un empujón para encontrar en este campo”, explica. La directiva de una importante empresa de asesoría digital, Stéphanie Ragu, le guiará: “Pongo mi experiencia y mi red a disposición de estos jóvenes, es lo que necesitan”.
Con el endurecimiento de las medidas contra el covid en Francia, los asesores temen para 2021 el fin de los efectos amortiguadores del desempleo parcial, facilitado por el gobierno desde el inicio de la crisis sanitaria y una ola de despidos.
“Es una lucha sin fin para las personas en dificultades”, lamenta Magalie Garcia.
Fuente: AFP