La visibilidad del caso de Alejandro Sojo fue producto de la presión de un grupo de chicas, quienes se organizaron para protestar digitalmente, iniciando el Me Too en Venezuela.
Es el primer caso de varios que van a destapar sobre el rock nacional.
Tienen en la mira a otros violadores que se escudan en su fama de estrellas de la escena local.
El movimiento vino de abajo hacia arriba en el sentido de empezar como una denuncia en redes, para después impactar en la media tradicional, la cual tiende a responder con cautela y ser tímida, por diversos factores, entre los que destaca la presión de Conatel.
El gremio musical tendrá muchas cuestiones que reflexionar en adelante, acerca de sus conflictos de interés y su autocensura cómplice.
Todavía esperamos por la reacción honesta de un grupo de cantantes y productores que se mantienen en silencio.
Es momento que las instituciones y que los referentes que dieron respaldo a Alejandro Sojo, pongan sus barbas en remojo y se desmarquen públicamente del abusador sexual de menores de edad.
Por último, los comunicados que se publicaron al respecto destilan la pobreza argumental de sus autores y gestores, que en lugar de aclarar, oscurecieron y provocaron un efecto negativo en cadena.
Es mala costumbre del país demagógico querer resolver un problema con un comunicado.
Peor aún si se trata de un comunicado lleno de eufemismos que encubren un delito, desde la posición de la falsa víctima.
Las víctimas son ellas, no Alejandro Sojo.
Por ende se tiene que poner a derecho y afrontar su responsabilidad seriamente ante la justicia. No con una disculpa en una carta.
Aquí la gente mala cree que va a salir absuelta y reivindicada, haciendo un mea culpa por Instagram.
En verdad, las chamas se hartaron de las palabras y demandan acciones concretas.
Por eso lo de Alejandro Sojo marca una brecha generacional y expresa el declive de una cultura misógina que caracterizó al rock, al mundo del entretenimiento y el espectáculo.
No es un caso aislado. Es parte de una estructura, de una correa de transmisión de antivalores, de una rueda que han quebrado unas chicas empoderadas.
Pero el sistema condescendiente, con los Alejandro Sojo del país, no va más.
Ojalá.
El asunto recuerda al de las pandillas de patoteros, del este del este, en los setenta. Todo aquello terminó en el escándalo del Caso Vegas, el libro “4 Crímenes, 4 Poderes” y la película “Cangrejo”.
Veremos qué pasa aquí.
País con memoria corta.
Sergio Monsalve es Director Editorial de Globomiami.