sábado, noviembre 23, 2024
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María Corina, Meryl Streep y la empatía

Una reflexión me sedujo faltando apenas dos días para la elección primaria cuando en Oviedo, España, se llevaba a cabo un evento aparentemente desconectado de la política, el Premio Princesa de Asturias de las Artes, donde fue distinguida la actriz Meryl Streep. Su discurso me encantó, y su contenido me asaltó de nuevo después del éxito del proceso que eligió contundentemente a María Corina Machado como la candidata a la presidencia por la oposición. Decidí apropiarme de parte de él. Lo hago luego de leer y escuchar variados análisis de especialistas que gozan de credibilidad, que argumentan razones para que María Corina encarnara el “cisne negro” y que tratan de explicar por qué los del régimen se dieron ese trancazo subestimándola a ella y al resto de los venezolanos, confiados en tener al pueblo bajo control, así, maltratado, sin servicios, sin salud, humillado al recibir eventualmente un bono miserable o una caja con comida, bajo la pasividad de la desesperanza y el terror.

En definitiva, decidí irme por la ruta del discurso de la gran actriz estadounidense porque creo que la candidata Machado ha logrado encarnar el antídoto para todo ese dolor tan difícil de vencer: la empatía.

“La empatía es la misteriosa capacidad de que unos extraños nos sentemos juntos en un teatro o cine a oscuras y logremos experimentar los mismos sentimientos de otros que no se parecen a nosotros. Esa capacidad todos deberíamos llevarla dentro al volver la luz del día. ¿Cuál es la magia de esa corriente que puede hacer que el corazón de otro se calme o se acelere y que mi sistema nervioso se conecte emocionalmente con extraños? Es porque sentimos qué nos está pasando, al mismo tiempo. Por supuesto, es más fácil conectarse emocionalmente con aquellos que tienen una vida parecida a la nuestra, pero también me he sentido impulsada a comprender ese otro instinto que nos lleva a interesarnos por los extraños, esa capacidad que tenemos para seguir las historias de personas ajenas como si fueran nuestras. Adquieres un compromiso cuando te pones en el lugar de otro y miras el mundo desde el interior de su cabeza. El público juzgará. Tu defiendes su causa lo mejor que puedes.

Cuando nacemos nos identificamos con los demás, sentimos empatía y una humanidad compartida porosa. Los bebés lloran solo con ver las lágrimas de otra persona, pero a medida que crecemos nos ponemos a reprimir esos sentimientos y los suprimimos por el resto de nuestras vidas. Los suplantamos a favor de la autoprotección o de una ideología y comenzamos a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás que no son como nosotros. Y así llegamos a este triste momento de la historia.

La empatía puede ser una forma radical de acercamiento y diplomacia en nuestro mundo cada vez más hostil y volátil. Esto espero que se una a otra regla que se enseña a todos los actores: lo importante es escuchar”. Con esa frase cerró Meryl Streep su discurso.

El último boletín de la Comisión Nacional de Primarias ratificó lo que asomaba el primer registro: el proceso rompió todos los pronósticos. 2.307.635 votos fueron escrutados de los cuales María Corina obtuvo 2.253.825 que significan el 92.35% del total.

El país pudo ver desde la noche del domingo los rostros desajustados de la élite del régimen lanzando amenazas y denuestos muy reveladores de su miedo. Todo les había fallado. Las amenazas judiciales e intimidaciones personales, las prohibiciones de hacer la consulta en sitios públicos, el saboteo digital, la censura donde ningún medio radioeléctrico pudo mencionar las palabras elección primaria, ni el nombre María Corina. El régimen estaba convencido de que a la sociedad civil le era imposible organizar ese proceso sin recursos. Hasta llovió. Parecían pruebas para ver cuántas dificultades podían ser vencidas.

Luego de 36 horas, María Corina destacó en su primera rueda de prensa una emoción que parecía haber abandonado al venezolano: la confianza. La gente salió a votar no sólo por hartazgo y desesperación. Lo hizo también porque tiene confianza en que puede, en que vale la pena luchar, y en este caso, en su candidata.

El régimen comete otro error al burlarse de los esfuerzos de la gente que en los barrios ofreció los humildes espacios de sus viviendas para guarecerse de la lluvia y preservar los votos. Ese desacierto garantiza al madurismo la fosa del desprecio.

Es obvio que queda un largo camino por recorrer. Una ruta dura, cargada de minas, de trampas, de todo lo que significa enfrentar al crimen organizado incorporado a un régimen que ha demostrado no importarle mancharse de sangre. Donde también será necesario desenmascarar a mucho alacrán y tener la visión amplia de incorporar en la lucha al talento honesto, eficiente, patriota, que como hasta ahora está dispuesto a llegar hasta el final.

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