Un artículo publicado el 8 de junio en The Wall Street Journal (WSJ) informaba de que los regímenes comunistas de Cuba y China habían llegado a un acuerdo sobre un plan de dinero por espionaje. Pekín pagaría miles de millones a La Habana para instalar una instalación de escuchas electrónicas de última generación en la isla. El WSJ atribuyó la información a una fuente de inteligencia. La CNN también afirmó haber validado el informe del WSJ a partir de su fondo de información de inteligencia. Ambos medios dan a entender que la dictadura cubana ha concedido permiso a China para hacer esto. ¿Sería esto una novedad?
Desde 1949, Mao declaró un maratón de cien años para extender su hegemonía sobre el mundo. Esta declaración informal de guerra cambió inteligentemente de estrategia al renovar su modelo económico de una economía socialista ortodoxa a una variante socialista mercantilista en la década de 1970. Este sistema económico de capitalismo de Estado dirigido política y centralmente, de manipulación selectiva del mercado y de intenso cortejo de la inversión extranjera, abrió el camino a un cambio en las tácticas de guerra. China perfeccionó el uso de la guerra asimétrica y desarrolló la capacidad de financiación necesaria para ello.
El comunismo cubano y el chino nunca rompieron relaciones ni contactos, a pesar de la relación simbiótica con la URSS. La caída del comunismo soviético y el posterior paréntesis de 8 años del efímero experimento democrático ruso (1991-1999), que murió con el autoritarismo postsoviético de Vladimir Putin, acercaron el castrismo a los herederos de Mao. Excluyendo a Venezuela, que es una virtual colonia cubana, China se ha convertido en el socio comercial más importante de Cuba. El vínculo no ha sido sólo comercial.
Los norcoreanos se citan a menudo en Bejucal, Cuba. Esto se debe a que China, como parte de su relación benefactora con el régimen de la dinastía Kim, utiliza mano de obra norcoreana para ayudar a dirigir muchas de sus operaciones en el extranjero. En este pueblo, a poco menos de 17 millas (unos 27 km) al sur de La Habana, los comunistas chinos han tenido una instalación de vigilancia de radar de alta tecnología funcionando desde 2018. Esta joya del espionaje bien podría haber estado operativa mucho antes. China no ha sido tímida en su apreciación de los beneficios del espionaje. Tampoco le han preocupado las posibles objeciones estadounidenses.
LEA TAMBIÉN | España, en su hora agonal
La mayor base de espionaje del hemisferio occidental está en Argentina, y China es su propietaria y la dirige. Este acuerdo fue orquestado por el equipo socialista Kirchner-Fernández. Esta estación espacial de alta seguridad, dirigida por militares, con dispositivos de espionaje de dieciséis pisos, asentada en más de 494 acres de la región patagónica, es un centro estelar de recopilación y difusión de inteligencia. Nadie puede decir que China no esté comprometida con la consecución de sus objetivos hegemónicos asignados. La Cuba de Castro, la tercera dictadura marxista-leninista más antigua del planeta, es un aliado ideológico natural del Estado comunista continuo primigenio del mundo (China).
La Cuba comunista recibe la mayor parte de sus ingresos de la reventa de petróleo venezolano, el arrendamiento de mano de obra neoesclavista (como los norcoreanos), las remesas del exilio cubano, el comercio de drogas y el tráfico de información. Esta industria de venta de datos y ayuda a las campañas de desinformación ha sido una constante para el gobierno marxista de la isla. Los regímenes no democráticos de Rusia, Irán, Corea del Norte y Siria, además de China, han formado funcionalmente una alianza. Este eje del mal también está compuesto por los cárteles de la droga del hemisferio occidental, los satélites coloniales de Cuba (Venezuela, Nicaragua, Bolivia) y otros gobiernos del Foro de Sao Paulo. La preciada información, generada por el espionaje, ha convertido al régimen comunista cubano en un actor de primera clase de la subversión.
El Síndrome de La Habana, la familiaridad del buque de inteligencia ruso Viktor Leonov con las aguas cubanas, la instalación de Inteligencia de Señales de Lourdes, cerca de la capital del país, y la base de Bejucal son la punta del iceberg del enamoramiento castrista con el espionaje. La veracidad de una mayor inversión de China en el terreno no es nueva ni noticia. La supervivencia del castrocomunismo, en gran medida, se explica por su indulgencia en la guerra constante mediante operaciones de inteligencia y contrainteligencia. Esto requiere datos, dinero y socios poderosos. China ha encajado y sigue encajando en ese molde. Cuba perdió su soberanía hace sesenta y cuatro años. El uso de elementos foráneos para ayudar a la longevidad del comunismo cubano es cosa vieja. ¿Cuándo se darán cuenta Estados Unidos y Occidente de esto y decidirán por fin actuar con valor y sentido común?