En la vida hay cosas que no permiten la ambivalencia porque al uno callar o voltear para otro lado se hace tan culpable como los autores que cometen las infamias.
Era yo casi un niño y me vendieron a fidel como un nuevo Robin Hood, venía, entre otras cosas, a salvar y devolverles a las mulatas cubanas su dignidad, la propiedad de su cuerpo y a acabar con las lacras de una sociedad corrupta manejada por la industria del vicio.
En aquél tiempo, como adolescente ingenuo creía que las putas eran putas contra su voluntad. Pero tan pronto como llegaron los castro al poder mostraron a lo que venían, asesinatos, cárceles y exilios. Creía yo que venían a cortarle la cabeza a los proxenetas, a los tahúres y a los asesinos batisteros e instaurar la democracia.
Pero no, llegaron a sustituirlos, además a ser los nuevos cabrones, incluso peor, porque los nuevos amos rusos eran peores que los gringos, por lo menos estos no eran hediondos y se bañaban cada día y no una vez al año como los otros, tal como me contó una vieja amiga cubana en Madrid y empatada con un español fumador de tabaco negro, que cuando le pregunté cómo soportaba el mal olor de su pareja, que la había sacado de Cuba, solo me contesto: es que tú no te has acostado con un ruso.
Se refería a un problema cultural y de clima y no racial. Recuerdo que no era ni bachiller y ayudaba a mi amiga y vecina minusválida Maritza Navarro a llevarle comida a los exilados cubanos recién llegados y avecindados cerca de su casa, ellos estaban muertos de hambre y huyendo de las ejecuciones del ché o de raúl. Acosados también aquí por las células comunistas al comienzo de la lucha armada de los años sesenta.
El asesinato accidental de Livia Governeur por sus compañeros es prueba suficiente de lo que digo. Siempre recuerdo a un viejo cubano de allí que ya cuando se iba exilado para Miami, por la ayuda que le habíamos prestado, tomó unas postales, que eran parte de lo poco que pudo sacar como recuerdo de Cuba y me las regaló como señal de gratitud. Esas postales aún las tengo pues deseo llevarlas a La Habana cuando la tragedia del comunismo castrista pase.
Llevo muchos años esperando para devolverlas a Cuba y ruego porque esa nefasta y larga tiranía caiga.
Pensaba ingenuamente que los castro podrían resolver el tema de las diferencias raciales, como aquí fue lo único que mejoró la Guerra Federal, y por eso cuento cuantos negros hay en el poder político cubano, y siguen siendo tan pocos como antes, y usaron como modelo a Teófilo Stevenson, el campeón mundial del peso pesado, que luego de las olimpíadas se había vuelto a Cuba y no a asilarse como han hecho casi todos los atletas de la isla.
Así pues ruego a Dios que los cubanos puedan conocer la democracia y la libertad y el castrismo quede atrás como el período más negro de su Historia.
Entonces iré a La Habana a llevar las postales, que ni eso debe haber en Cuba. Que Dios cuide a los cubanos que luchan por su libertad y roguemos porque triunfen y saquen a los criminales del poder. Deberíamos salir a la calle en apoyo a ellos y desarrollar una política de masas.