Por lo general, la literatura suele ser una cantera fértil para el cine. En especial, cuando la historia tiene la capacidad de reflexionar sobre la realidad del hombre y su existencia con la suficiente amplitud para incluir ambas formas de arte. No es sencillo, jamás satisfactorio, pero las adaptaciones cinematográficas suelen ser un terreno de enorme interés para el análisis de las relaciones entre lo estético, los discursos visuales y metafóricos, además de un recorrido por lo simbólico como una forma de expresión válida.
Pero cuando el recurso va desde la pantalla grande a la página de un libro, el proceso suele ser por completo distinto y en particular, lo suficientemente complejo como para ser analizado como un fenómeno relacionado con la identidad de la obra cinematográfica.
Después de todo, contar en el cine no tiene el mismo sentido ni mucho menos, la misma versión de la realidad al momento de narrar en el ámbito literario. ¿Qué les diferencia? ¿qué les une? ¿Hay un hilo conductor entre ambas cosas? ¿Qué tan sólido y elaborado puede ser? ¿Puede el cine sostener un discurso literario a base de historias pensadas y construidas para una experiencia inmersiva en lugar de una personalísima como el acto de leer?
Al parecer, el director Quentin Tarantino se ha hecho preguntas sobre el particular y las responde con sorprendente habilidad en su primera novela Once a upon a Time in Hollywood, cuya historia profundiza en el universo de la película homónima.
Tarantino, que ha demostrado ser un brillante escritor de guiones y además, uno de los mejores creadores de diálogos en el cine actual, brinda a su primera aventura literaria, la misma profundidad y ritmo disruptivo de la película, pero además se sumerge de lleno en la cualidad de lo literario para agregar nuevas dimensiones de significado y profundidad no sólo a sus personajes, sino también a un contexto histórico que recorre con soltura y elegancia.
Por supuesto, la ventaja de Tarantino radica en que el escenario que recorre con una prosa fluida y precisa, le resulta lo suficientemente familiar como para que la historia sea no sólo una novelización de lo visto en pantalla, sino también, un recorrido intelectual sobre sus temas más innovadoras.
Si la película del 2019 sorprendió por su análisis complejo sobre el mundo de Hollywood y la industria del cine desde cierto ámbito nostálgico, la novela logra encontrar un recorrido novedoso para hablar sobre los mismos personajes, a la vez que encuentra una mirada fresca sobre el núcleo de lo que la novela cuenta.
De nuevo, Hollywood es el centro de todas las historias y de todos los dolores, como el núcleo de un mundo que se extiende hacia afuera y se abre como un recorrido a través de múltiples ideas sobre la fama, el amor, la decadencia y la ambición. Hay mucho de la ya conocida obsesión de Tarantino por desarrollar sus guiones a niveles puntillosos: Once upon a time in Hollywood hereda de su versión cinematográfica, la mirada quisquillosa de su autor por todos los posibles detalles que crean un trasfondo de peculiar interés a los personajes.
Tarantino se toma tiempo para trasladar el mundo que mostró en la pantalla grande a la página del libro. De nuevo, Rick Dalton es el centro de la acción y vincula la trama cinematográfica con la más meditada en el libro. El personaje hereda de su versión en cine, la soltura del actor consumado, la necesidad de evasión del miedo al fracaso, pero también, la connotación de testigo privilegiado sobre una época de transición cada vez más elaborada y compleja. Tarantino dota a su personaje de una vibrante vida interior. Y lo hace con una elocuencia muy similar a la de sus largos diálogos icónicos, que también forman parte fundamental del libro y que recorren con una mirada perspicaz, la cualidad de la atmósfera para sostener la identidad de lo que el autor intenta narrar.
Poco a poco, la construcción elaborada y cuidadosa de un mundo irreal sobre el que además se sostiene, las ambiciones, sueños y dolores de un grupo de personajes, se transforma en algo más poderoso.
Tarantino utiliza todos los recursos aprendidos en sus extraordinarios guiones para elucubrar sobre la idea básica que sostiene la novela: ¿puede una misma historia ser redimensionada en dos versiones distintas pero que guardan un paralelo evidente? Parece una pregunta sencilla, pero sin duda, no lo es: la novela avanza y se sostiene sobre la posibilidad de construir una perspectiva consistente sobre el bien y el mal moral que Rick Dalton parece encarnar de una forma locuaz y conmovedora.
El personaje, de la misma manera que su versión cinematográfica interpretada por Leonardo DiCaprio, se enfrenta a la dualidad, al tiempo y a la transición entre una mirada consciente sobre sí mismo y su futuro, además de la transformación del mundo que le rodea.
De nuevo, Tarantino analiza a Hollywood como una serie de imágenes falsas superpuestas entre sí, que deconstruye con una cuidadosa percepción sobre el poder, el reconocimiento y a la vez, emociones más abstractas como el temor a la soledad, la exclusión y las pequeñas derrotas morales. Sorprende la forma en que el escritor encuentra la manera de especular a través del comportamiento de Dalton sobre el Hollywood, más como un escenario difuso de expectativas y esperanzas no cumplidas, que algo más duro.
Tarantino no busca contar la misma historia que se convirtió en una de sus películas más emblemáticas, sino que atraviesa las líneas principales de su estructura para encontrar algo más audaz y comprometido con su propia visión de lo narrativo.
Para Tarantino, la necesaria percepción sobre lo absurdo, lo temible del desamparo del fracaso hasta al miedo al rechazo (miedos colectivos que el escritor crea en una versión reducida y anecdótica) crean algo más amplio. Y desde ese punto, comienza a sostener el recorrido hacia algo más concreto que tiene el mismo brillo de sus guiones más efectivos y también, la nostalgia almibarada y por momentos agria de su película reconocida como esencial en su filmografía.
Para la ocasión, Tarantino también incluyó en la trama a Cliff, el personaje interpretado por Brad Pitt, doble de riesgo e inseparable amigo de Rick Dalton. Un añadido que además permite explorar al mundo del espectáculo desde dos perspectivas por completo distintas. La historia transcurre en dos bandas paralelas que se complementan entre sí, para sostener y construir una concepción novedosa sobre las viejas obsesiones de Tarantino.
De nuevo, el director y escritor regresa a las grandes preguntas intelectuales a partir de una anárquica concepción sobre lo que rodea a todas sus historias. Los mundos de Tarantino son un compendio de detalles caóticos, que juntos, construyen un recorrido hacia elementos más intrigantes. Desde sus asesinos perversos con extraño sentido del humor, las venganzas rocambolescas o las escenas emblemáticas de todo tipo de referencias culturales, la realidad para Tarantino es una estratificación de lo moral en tonos de grises.
Mucho más matizado y, sobre todo, más interesado en la evolución emocional de sus personajes, Tarantino traslada los mismos detalles en apariencia irrelevantes a su narración, en la que crea un ámbito en lo que lo aparentemente casual se une entre sí para reflejar, a la manera de un espejo, una retorcida necesidad de mirar entre las sombras de todo lo que rodea a su historia.
Para el autor, lo realmente es la relevancia de una narración en la que el futuro posible de un Hollywood que jamás existió, lo es todo. De nuevo tomando el hilo de la ucronía enlazada con la cultura pop, Once Upon a Time in Hollywood es un recorrido sagaz a través de posibilidades de sucesos que en la película apenas se esbozan. Lo que en pantalla parecía no funcionar del todo — las largas, interminable y a menudo confusas conversaciones entre los personajes principales — en el libro, toman un cariz de peculiar relevancia.
Con su estilo Pulp y también, su noción sobre historia de una ciudad sostenida sobre sus dolores, mentiras, secretos y la pura codicia, Tarantino crea una novela que en la que la interacción entre las evidentes referencias a su film y las del mundo en que se desarrollan funcionan como un mecanismo impecable, potente y bien construido.
Pero para Tarantino es considerable importancia ir más allá y lo deja claro, desde las primeras páginas del libro y en la forma en que avanza a través de los momentos más oscuros del Hollywood que imagina (y que pareciera, contrastar con el real), para elaborar un lenguaje consistente sobre la búsqueda de la noción sobre la identidad de sus personajes.
Desde la forma en que visten hasta la manera en que reflexionan sobre lo que temen, aman y esperan, Rick y Cliff son dos extremos de la misma cosa. De hecho, la novela comienza con Rick convertido en un héroe gracias al hecho de haber asesinado a los posibles atacantes de la familia Polanski. Y como si eso no fuera suficiente, en un personaje público de importancia que incluso, debate sobre temas políticos, como súbito símbolo del norteamericano audaz “capaz de defender su hogar”.
Por otro lado, Cliff sigue siendo un personaje oscuro y levemente siniestro. Con toda su aparente amabilidad y sencillez, también es un posible asesino de esposas y el hombre que mató a golpes a una de las atacantes de la familia Manson, una noticia que se analiza en el libro en medio de especulaciones sobre el hecho que Cliff parece tener una predilección “más que preocupante” por agredir mujeres.
El hecho de cómo se analiza la supuesta valentía de Rick y el comportamiento “agresivo” de Cliff es una línea que les separa a ambos, mucho más a medida que avanza la narración. Ambos personajes comienzan entonces a perder sus límites y fronteras, para hacerse más extraños, realistas y temibles. Poco a poco, los personajes en apariencia simples, toman giros y dimensiones por completo desconocidas, se hacen más incomprensibles y a la vez, más realistas en su tránsito hacia lo imprevisible.
Rick deja de ser el actor angustiado y frustrado por su futuro, para encarnar la codicia misma. Cliff, de bonachón y amistoso, se revela como un hombre de especial violencia. Pero al final, todo estuvo allí, insiste Tarantino. “Nadie quiso ver en el rubio actor a un pirómano capaz de arrasar con fuego a una mujer herida en su piscina. Como tampoco, nadie quiso perdonar al hombre que aplastó la cabeza de una desconocida contra una pared, por las mismas razones que el actor. Al final, ambos son nada más que pinturas estáticas, decorado, piezas rotas. Pero útiles, porque con toda la mierda que le sostenía, pudieron arremeter contra un crimen que habría sido imposible de olvidar”.
El film Once Upon a Time in Hollywood fue una carta de amor al cine. Su versión literaria es una misteriosa vuelta de tuerca hacia la oscuridad de ese amor, lo que le convierte en una astuta versión sobre el rencor, los misterios y terrores debajo del brillo radiante de Hollywood. Una novelización de un film, que imita el estilo, la forma y el ritmo de los libros de bolsillo del mismo género que causaron sensación durante la década de los ’70.
Pero en esta versión, mucho más elaborada y en especial perversa, Tarantino entremezcla su conocimiento sobre la historia del mundo cinematográfico con algo más pendenciero y fugaz.
Como si se tratara de una pelea de bar en un lujoso escenario, la novela Once Upon a Time in Hollywood es un deleite para los amantes de la filmografía del director y también, un recorrido por el mundo interno de Tarantino, ideal para los curiosos y los entusiastas de una forma nueva de ver el cine. Una mezcla poderosa que termina por convertirse en toda una sorpresa literaria por derecho propio.