El régimen de Cuba ha querido frenar el tren de la historia, manteniendo a la población en un estado paria de hibernación, como en una versión distópica y zombie de “Wanda Vision”.
Desde ayer domingo, la fantasía de eternidad y aislamiento del castrismo, se ha desplomado por la fuerza de la disidencia y de la generación de relevo ante las escandalosas cifras de contagio y muerte por coronavirus, sin un plan organizado de vacunación a la vista.
De tal modo, el movimiento “Patria y Vida” ha obtenido su primera conquista política, al protagonizar y liderar las protestas más importantes en el país comunista, desde el período especial de 1994 y su posterior crisis de balseros.
Antecedentes todos para el plan de conquista colonial de Venezuela por parte de Fidel y sus brazos armados en la revolución chavista.
Una invasión silenciosa que conocemos y sufrimos como residentes de una nación, cuya clase dirigente le vendió el alma al diablo del socialismo, a cambio de unos espejitos, unas asesorías fantasmas y un legado de horrores que generaron la mayor ola de exiliados y presos de conciencia en la historia de Venezuela.
Por ende, las manifestaciones en Matanzas y San Antonio de los Baños, se celebran como victorias propias de la oposición, abrigando esperanzas para los pueblos de ambos países oprimidos por las mismas condiciones de represión, hambre y tortura.
Ningún perro flauta del progresismo ibérico, ningún Calle Trece, me va a explicar qué pasa entre Cuba y Venezuela, porque vivo en Caracas y viajé a la Habana en 1998, descubriendo una fotografía de lo que sería mi país en el futuro inmediato, a merced de la falta de libertades, de la miseria planificada, de la propaganda perpetua y de un sistema soviet de inteligencia.
Como estudiante de la UCV, fui formado en el mito de la Cuba “digna” y “resistente”, “víctima de las maquinaciones del bloqueo”.
Siempre tuve mis dudas al respecto y quise comprobarlas en el contacto directo.
Así me embarqué en una aventura que cambiaría mi percepción y la de un grupo de amigos de la Escuela de Comunicación Social, con los que asistí al Festival de la Habana, para cubrirlo.
Varios de aquellos compañeros de viaje se harían famosos, incondicionales, algunos hermanos y referentes culturales de mi país.
Por ejemplo, destaco la presencia de tres de ellos: George Harris(humorista con millones de seguidores en el mundo), Jonathan Jackubowicz(el director venezolano más influyente en Hollywood) y Vanessa Vargas(coreógrafa radicada con su familia en Nueva York, donde publica libros y es considerada una embajadora de la danza contemporánea).
Recuerdo que nos causó impresión ver los rostros de resignación y desesperación de los cubanos, constatar que la medicina era una burda fachada, un montaje que le provocó a Vanessa una cicatriz de por vida en su pierna, tras sufrir un accidente en Varadero.
Literalmente, la realidad de Cuba nos explotó en la cara, cuando tuvimos que llevar a Vanessa al hospital, para que le mal curaran su herida, con unos métodos primitivos que solo desembocaron en dolores y traumas.
De regreso, Jonathan y yo publicamos un reportaje descarnado sobre el Festival de la Habana, que los ñangaras de la Central siempre me censuraron y señalaron como una suerte de espía, como una especie de apestado de los pasillos de artes y humanidades, durante un largo período.
George se convertiría en un comediante clave de la diáspora, relatando sus anécdotas y experiencias de primera mano, tanto en Venezuela como en Cuba.
Luego, por razones del destino, yo haría un documental con Laurence Debray, la autora del best seller, “Hija de revolucionarios”, donde cuenta su historia oscurantista en Cuba como hija de Regis Debray y Elizabeth Burgos.
Recomiendo su libro y revisar el largometraje que elaboramos en equipo, bajo su dirección.
De Laurence y su madre aprendí que Cuba consumó un golpe de estado en Venezuela con la victoria electoral de Chávez, gracias a la colaboración y cooperación de muchos intelectuales, rendidos a los pies y encantos populistas de Fidel.
La conspiración de los Castro en Venezuela tardó décadas en “madurarse” y concretarse, pasando de los salones de clase de la Central, como método de infiltración gramsciano, a las aulas de la academia militar, donde se formaría Hugo Rafael Chávez Frías, moldeado como títere de Fidel para ejecutar el plan maestro de cubanizar a Venezuela.
Lo logró en diez años del milenio, usando las técnicas del manual del idiota latinoamericano y del perfecto autócrata socialista del caribe.
Por eso no hay diferencias actuales entre Caracas y la Habana, ambas hermanadas por la desidia y la ruina, por la depresión y la peste activadas por el Covid 19.
Afirma Jonathan Jackubowicz que Cuba es nuestro muro de Berlín y que si cae la Habana, pues ocurrirá un efecto dominó, lo que sucedió con la Europa del este en los noventa, después del colapso de la Unión Soviética, con la única excepción de Cuba que sobrevivió por la inyección de dinero del lavado y de la chequera de PDVSA.
Pero noten la correspondencia y la coincidencia en los últimos estallidos del malecón y la Cota 905.
Los dos acontecen en la segunda semana de un Julio caliente, que despertó al gigante dormido del desastre inocultable y de la insurrección frente a la injusticia roja.
Maduro tuvo que sofocar el motín de un Pran que él empoderó para acosar a los pobres disidentes, como en Cuba.
Por su lado, Diez Canel ha intentado apagar el fuego con gasolina, exhibiéndose por los predios de San Antonio de los Baños, en una señal de debilidad que ha provocado indignación y la convocatoria de nuevas marchas.
Cuidado, no hay que confiarse y contar los pollos de la revuelta antes de nacer.
En Caracas y La Habana, han sitiado y ocupado el territorio con un desmedido uso de la fuerza bruta, con el despliegue de un comando táctico que promete intimidar, disparar primero y averiguar después, en defensa de la dictadura castrochavista.
Hoy más que nunca debemos informar y concentrar esfuerzos en enviar un mensaje común, para que Cuba y Venezuela consigan su ansiada independencia, de las garras del comunismo.
¿Comenzó la perestroika en Cuba?
La semana lo dirá.
Lo cierto es que las redes sociales han sido una herramienta clave en el surgimiento de “Patria y Vida”.
Entramos y salimos juntos de esta!
Sigamos posteando y protestando!
Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.