sábado, noviembre 23, 2024
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Día del Padre

Los hombres en mi familia siempre hemos sido marginales dado que nuestro mundo ha sido un mundo matriarcal. Desde luego, las mujeres son muchas más, son superiores y más inteligentes, además ellas son virtuosas.

A nosotros nos educaron con varias normas inviolables: el hombre puja pero no llora, a la mujer no se agrede ni con el pétalo de una rosa, el hombre es esclavo de lo que dice y amo de lo que calla y así por el estilo.

Los valores masculinos inculcados eran inviolables y exaltaban el coraje, la laboriosidad, la hombría, la generosidad y un sentido de responsabilidad muy particular. Debíamos ser responsables incluso de los pobres que nos rodeaban hasta un nivel casi feudal.

Mi padre nunca entendió al mundo que nos rodeaba como cualquier ser normal pues vivió la vida a su manera, era generoso hasta la locura, todo lo regalaba, incluso a mí, que me ennoviaba con las hijas de sus amigos y amigas y más de una vez pasé sofocones cuando adolescente por eso, hasta que aprendí a seguirle el juego.

Era abusivamente inteligente, trabajador y con un sentido del vivir la vida a plenitud. Como según él la urna no tenía bolsillo todo había que gastarlo y amaba la medicina como nadie y su generosidad y bondad no tenía límites. Nunca hablaba mal de nadie ni pudo quitarse el ropaje de médico y como amaba el campo y detestaba la ciudad, al jubilarse se fue a vivir al sur de Aragua donde montó un consultorio.

Pero nunca me dejó en la estacada y en las chiquitas siempre me respaldo por lo que muchas veces era mi padre, en otras era mi amigo y también bastantes veces yo fui su padre. Tampoco nunca lo deje en la estacada. Confieso que era muy divertido y tenía salidas disparatadas pues en la práctica vivía como si estuviera en el siglo XIX.

A su lado era imposible aburrirse ni conveniente cansarse. Que desde el cielo nos cuide a todos nosotros y que a la vera de la Virgen del Valle esté pendiente de los venezolanos.

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