El Museo de Arte Contemporáneo permanece sospechosamente cerrado en semana flexible. Me acerqué ayer para conocer su “nueva exposición”, inaugurada sin repercusión mediática. Encontré a la institución clausurada y abandonada, a merced de la indigencia y la inseguridad.
Quise ingresar por Parque Central, la parte trasera de la institución.
Al momento de llegar a los predios del lugar, tres hombres uniformados, de un cuerpo que no pude identificar, se comunicaban por radio y me perfilaron a lo lejos.
Rápido subí por las escaleras mecánicas, que no servían, y arriba otro hombre uniformado me abordó con cara de pocos amigos, preguntándome qué estaba buscando.
Le respondí que quería entrar al Museo para ver la nueva exposición. Un tanto sorprendido, me dijo que subiera por las escaleras de cemento, ubicadas a mano derecha.
Me pareció raro porque nunca había entrado por ahí, pero confié en la palabra del sujeto y emprendí el trayecto. En el camino, me entró un susto, al ver que ascendía por un espacio sin vida, con un olor fuerte de orina y heces. Pensé lo peor. Arriba caí en una terraza vacía, con restos de una arquitectura postapocalíptica, como de chivera look.
Bajé de inmediato, alcancé a tomar una sola foto, por los nervios, pudiendo atestiguar la dejadez del contexto, donde reposan las obras expuestas al aire libre, como la de Gego, afectadas por la indolencia.
Ahí ocurre un genocidio cultural silencioso. No consigo otra forma de calificar tamaña afrenta al patrimonio nacional, transfigurado en ruina, en ballena encallada dentro de un mar de fósiles, naturalezas muertas, negocios quebrados y una zonita peligrosa, al acecho de cualquier irregularidad y actividad ilícita.
Seguí el trote en dirección por una de las salas multimedia y de la antigua Biblioteca. Alrededor observé a jóvenes con la mirada perdida, uno de ellos en situación de calle con el típico morral amarrillo, azul y rojo, símbolo de la Venezuela condenada a empaquetarse y conformarse con las dádivas del estado fallido.
La mochila no se carga con ilusiones y esperanzas, sino con la resignación y la vergüenza de no tener dinero ni para comprar un bolsito propio. La gente lo lleva como un fardo, como un peso flojo que recuerda la crisis del modelo rentista, el empeño por uniformarnos con propaganda electoral de una identidad nula, estereotipada.
Nos ven como infantes de colegio público en un caserío.
Hago un flash back mental, para evadirme y escapar de la realidad terrible, evocando a William Niño Araque cuando lo entrevisté por ahí mismo para el documental de Sofía Ímber, viendo las maravillas de obras expuestas en las computadoras de la primera sala virtual, de la mano de María Luz Cárdenas.
Todavía éramos unos soñadores, demasiado ingenuos para prever y anticipar todo lo que vendría: el robo de la Odalisca, el absurdo cambio de nombre(Armando Reverón), las filtraciones, el vandalismo, el tráfico de piezas, las investigaciones policiales, los cangrejos, las forzadas curadurías, las manipulaciones históricas y la inverosímil muestra de “Picasso Comunista”.
Menos imaginamos que la única expo del 2021(Cronus) sería dedicada a otro artista desconocido, Alejandro Plaza, cuya legitimación supone un desplante ante el desarrollo de nuestros verdaderos creadores con proyección nacional e internacional. No tengo nada contra el chico, en verdad su obra me resulta inofensiva y aclichetada, pero carece de los méritos suficientes. Su banalidad es funcional a los intereses del régimen, una operación de encubrimiento.
Saliendo del túnel inferior, reacciono tarde frente a una emboscada de cinco jóvenes sentados delante de una de las puertas de salida. Apenas levanto los ojos, uno de los chicos me ofrece una mirada hostil que me intimida. Entierro la vista en el suelo, y cruzo a toda velocidad.
Sudando frío, me topo con la fachada del Museo de Arte Contemporáneo, otra vez bloqueada. Por no dejar, me asomo y tomo la última foto del recorrido.
Pregunto. ¿Cuándo abrirá sus puertas, para todos, el MAC? ¿Adentro su colección permanece intacta y en buen estado? ¿Por qué abren todos los museos y galerías en semana flexible, menos el MAC? ¿Cuál es el objetivo de tanta opacidad, censura y dificultad para el acceso? ¿Ahora los vigilantes del MAC son colectivos?
Nada más espero que se reporten noticias positivas al respecto.
Mientras tanto, cruzamos los dedos y alzamos una voz de protesta.
Denuncia de Jhonny Fung: El museo ha sido desmantelado, su personal ha sido rehubicado a otros museos y está cerrado por enormes filtraciones y contaminación por hongos en múltiples áreas, ya desde varios años se han perdido por deterioro de higo y humedad varias obras de artistas internacionales.
Por Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.