Acostumbro ir a Farmahorro una vez a la semana para comprar las medicinas de Anapina y mías que hacen falta. Presumo que allí las medicinas son más baratas, dentro de lo caras que están. Unas caras por la especulación y otras porque los principios activos siguen siendo costosos en el mercado internacional. Lo cierto es que me caí para atrás con los precios actuales que se han triplicado desde la semana pasada, tanto que me parecieron increíbles.
Casi que me salgo del local para respirar profundo y optar por lo que iba a comprar pues el resto lo haré otro día, ya que antier fue feriado bancario y espero que me entren unos cobres hoy. Ninguna de las medicinas es una novedad farmacológica por lo que la razón de los altos precios no es porque tienen que pagar los gastos de investigación médica ya que ninguno de esos fármacos son de invención reciente y pueden cobrarlas al inicio caras en los primeros años mediante la exclusividad de la patente.
Por otro lado, tampoco es que el dólar se ha disparado en el mercado cambiario pues está más frenado que el caballito de Pampero y hoy amanece en 3.130.000 Bs, salvo que el gobierno siga botando divisas, o que haya incrementado más la corrupción, lo cual es casi imposible porque ya es total. Estudié el precio de las medicinas en los años ochenta en una comisión informal de alto nivel y muy representativa, ni vinculada al gobierno ni a la industria para ver lo que sucedía y plantear alternativas. Desde luego, que la gran razón de los altos precios era la especulación, pues fuertes sectores de la industria ante cualquier control mayor amenazan con cerrar los laboratorios que envasan y etiquetan los medicamentos aquí, ya que en aquella época, presumo que ahora también, este último paso del envasado es lo único venezolano dentro de la industria, además del azúcar para los jarabes, del resto todo es importado.
Sin embargo, lo que me asombra es la triplicación del precio al público en esta semana, pues ningún argumento real es creíble, ni la inflación de 300% en un mes, ni los costos sindicales del personal han aumentado, ni los principios activos han subido tanto y están ligados al precio del dólar.
Lo cierto es que nuestros precios de medicamentos no deben ser más baratos que en Colombia, para evitar la extracción masiva de medicinas por la frontera como sucedía en la gloriosa y virginal Cuarta República, además debe ser más estricta la supervisión de los costos operativos de las empresas, al igual que darles una reducción de impuestos y por otro lado pensar en la admisión masiva de medicamentos españoles similares que son infinitamente más económicos que los nuestros.
Si tuvimos hace 40 años la oportunidad de desarrollar nuestra industria farmacéutica y tomar los mercados de nuestros vecinos y por cómodos no lo hicieron los responsables de esa expansión, entonces abramos las fronteras a las empresas españolas para que traigan sus medicamentos económicos, pues si no hay capitanes de empresas eficientes, que ellos sean responsables de las pérdidas de fuentes de empleo, que al fin y al cabo, esos empleados también pueden trabajar con los empresarios españoles. Pero salga sapo, o salga rana, los venezolanos no se pueden seguir muriendo de mengua por la falta de medicinas a los precios que están cobrando las farmacias.