sábado, noviembre 23, 2024
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La Esperanza de San Bernardino

Compartimos el segundo capítulo de nuestra serie dedicada a las grandes urbanizaciones de Caracas, después del éxito de la primera entrega sobre La Florida. Amigos y lectores nos hicieron la propuesta de investigar en el pasado y el presente de San Bernardino. Hoy honramos el compromiso de reivindicar un territorio del afecto de los venezolanos.

Como diría William Niño Araque en el libro de Caracas de la Fundación para la cultura urbana, la ciudad muestra una imagen cargada de paradojas y esquizofrenias.

La Esperanza de San Bernardino

En efecto, la bipolaridad de San Bernardino se expresa en la emergencia de sus contrastes, entre una memoria de edificaciones indelebles y una actualidad de casas muertas, el paraíso perdido y el infierno a la vuelta de la esquina.

La Esperanza de San Bernardino

Entramos por la avenida Andrés Bello, a la altura de dos construcciones de la posmodernidad fallida: El Sambil expoliado por la revolución y la torre de David, el primer barrio vertical de la Sin City.  

Unos veinte chicos esperaban en el semáforo, como en Calcuta, para intentar ganarse unas monedas, limpiando parabrisas con una agua sucia emanada de una botellita de plástico.

Los chicos sonríen, gastan bromas callejeras, buscan llevar el pan a la mesa, sin robar.  

La mendicidad profunda, de un filme neorrealista de “Olvidados” de Buñuel, ofrece un distópico comité de bienvenida a una de las parroquias de nuestros padres fundadores, quienes convirtieron sus haciendas de café y casas de campo en una pintura viviente de Manuel Cabré, bajo las épocas doradas del siglo XX.

La Esperanza de San Bernardino

De la colonia pasando por el gomecismo, San Bernardino fue tomando forma, gracias a la posterior impronta de titanes como Alberto Vollmer, Julio Blanco, Oscar Machado y Mauricio Rotival, cuyos diseños boscosos todavía hipnotizan la vista del ciudadano, a las faldas del Ávila.

Desde entonces y después con la llegada de buenos inmigrantes, la urbanización decidió adoptar su perfil inconfundible de viviendas multifamiliares de poca altura, máximo unos seis pisos, rodeadas por calles de un curioso trazado inglés, donde unos árboles hermosos asentaron sus raíces, proporcionando oxígeno y un orgánico paseo ecológico a los residentes.  

La Esperanza de San Bernardino

La ascendente Avenida Vollmer deleita a las retinas y purifica los pulmones intoxicados por el aire contaminado de los autobuses.

La gente sube a pie, esquivando a los demás, con un trote apremiado por la inseguridad y el Covid 19.

Pronto la propaganda chavista usurpa las fachadas de hitos elevados en mejores circunstancias del país, como el Hospital de Niños J. M. De los Ríos, la electricidad de Caracas(ahora Corpoelec) y la Comandancia General de la Armada, por no hablar del Centro Médico, la Universidad Nacional Abierta, la Quinta Anauco y el YMCA. Lugares todos para escribir capítulos aparte.

A propósito, pido permiso para incluir algo de storytelling para descomprimir y olvidarnos de tanta patria saqueada por el régimen de los golpistas eternos.

La Esperanza de San Bernardino

Una parte de mi existencia se labró en los cimientos de San Bernardino. Mi abuelo Leopoldo Briceño tenía su consultorio en el Centro Médico.

Ahí crecí con la fama de un Cafetín delicioso, capaz de consolidar una cliente propia, a base de sus exquisitos Club House y sus merengadas de ensueño.

José Sandro Savino, amigo de la Florida, solía invitarme al YMCA, durante amenas tarde de ejercicio y juego en la piscina.

De joven asistí a matrimonios de película en la Unión Israelita de Caracas, aprendiendo de las costumbres de una cultura evidentemente rica y vinculada con el espacio.

La Asociación Humboldt por igual, me permitió comprender nuestras deudas con la ilustración alemana, disfrutando de montajes de obras de teatro, danza y artes visuales.

La Esperanza de San Bernardino

Mi pana José Tomás Angola siempre me invita al estreno de sus piezas, así como valoro los esfuerzos del profesor Federico Pacanins y del maestro Luigi Sciamanna, por citar un par de nombres de cientos de creadores.

Por último, una depresión crónica descubrió su cura en un consultorio de San Bernardino, permitiéndome una segunda oportunidad en la vida. Siempre se lo agradeceré al Doctor Siso.  

Aquí estoy con las esperanzas recobradas, dentro de los límites del contexto, para seguir aportándoles una narrativa honesta y personal.

La Esperanza de San Bernardino

Volviendo al origen del relato, los médicos de San Bernardino nos salvan a diario, amén de una sólida red de empresas privadas.

Vaya nuestro sincera palabra de aliento para ellos, exigiendo un plan de vacunación coherente, urgente y democrático.

Con la profesora Malena Ferrer, recorrimos una San Bernardino también estancada, averiada y en declive, como una postal fija de una Habana vieja carcomida por el salitre.

La Esperanza de San Bernardino

Es la urbanización de las quintas abandonadas, los pavimentos vacíos, la incomunicación, la rabia contenida, el robo ocasional, la amenaza de invasión, la basura mal recogida, la escasez de servicios, las paredes rayadas que quieren canalizar la frustración, vandalizando la propiedad ajena.

La Esperanza de San Bernardino

Los vecinos miran por la ventana, quemando el tiempo, consumiendo las horas, añorando por un milagro que no llega.

Las plazas devienen en albergues improvisados y dormitorios de hombres de la tercera edad, en “situación de calle”.

La Esperanza de San Bernardino

Los geriátricos imprimen el sello de una depresión melancólica e incontenible, apresada en las cuatro paredes de la cuarentena radical.

El anciano se resigna al confinamiento con su tapabocas. A él lo encerraron y lo amordazaron por órdenes de “arriba”. Como nosotros, imagina un futuro de libertad y progreso.

Pero su despertar es gris y atrapado sin salida.

El síndrome de la cabaña nos circunda. Como en el nido del Cuco, nos aplicaron electro shock y nos dejaron en estado vegetal, como los caminantes y los corredores, que disimulan su “Walking Dead” con una rutina de ejercicios.

La Esperanza de San Bernardino

Crema Paraíso luce clausurada, hasta nuevo aviso.

¿Será otra crema del averno de la nostalgia?

La Esperanza de San Bernardino

Más pancartas expresan la desesperación del mercado inmobiliario, rematando casas por motivo de duelo y éxodo masivo.

La Esperanza de San Bernardino

Aquellos edificios maravillosos de antes, nos alegran el trayecto, aunque continúan ensimismados y aterrorizados por la influencia de la pandemia.

La crisis acabó con la felicidad de Río Teatro Caribe, incluso del Hotel Ávila, una joya de la corona cincelada y pulida por Nelson Rockefeller.

Su prestigio merecería una contribución adicional, a cargo de una pluma como la del sensei Rafael Arraiz Lucca.       

Apenas confirmar que su impronta nos sensibiliza y su destino nos preocupa, a merced de una casta militar que nos impide el acceso con su cara intimidante de acabala de una nación ocupada.

Estimo que San Bernardino se conserva intacta en su esencia de museo urbano, donde se instalan los pilares de la Quinta Anauco, las entradas secretas a Galipán y los reclamos de una necesaria restauración humanista.

La Esperanza de San Bernardino

San Bernardino está hecha, solo necesita el amor y el capital que brindan las repúblicas estables, modernas y competitivas.

San Bernardino puede ser como cualquier urbanización autosustentable de Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires y DF.

Puede ser como Polanco y los bosques de Chapultepec, rodeada por cafés, galerías y locales de vanguardia.

Puede ser mínimo como antes.

La Esperanza de San Bernardino

Aprendemos a escuchar a su protesta silenciosa y a elaborar su camino para la redención.

Hay que invertir en San Bernardino.

Invertir en atención y aspiración.

Escrito por Sergio Monsalve Briceño. Director Editorial de Globomiami.

Fotos de Malena Ferrer y Sergio Monsalve.

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