En un país sin plan de vacunación y con una crisis galopante, la dictadura no escatima en gastos para propaganda, para la publicidad y el autobombo de su nomenclatura, de cara a las fallidas y fraudulentas próximas elecciones.  

Desde el enfoque del régimen, uno de los motivos de la campaña será la instrumentación del 200 aniversario de la Batalla de Carabobo. A tal efecto, producen una serie costosísima sobre el tema de la independencia, bajo la típica manipulación chavista del pasado.

Si les interesa el asunto, publiqué una novela, alrededor del caso, dedicada a desmontar el estreno de la película “Zamora”, de Román Chalbaud, como parte del cine nazi generado por los rojos, con el propósito de facturar, repartirse la cochina e inclinar la balanza de unos comicios, apelando al saqueo político de los mitos de la “Venezuela Heroica”, en una operación psicológica, repetida una y mil veces.  

No es casual ahora el fichaje del “director” Luis Alberto Lamata, quien fue uno de los primeros realizadores en no temblarle el pulso a la hora de colaborar con el estado paria, filmando sus bodrios con los dineros públicos, a objeto de lavarle la cara al oficialismo y su culto a la personalidad, a través del realce de figuras como “Miranda Regresa” y el ridículo “Bolívar, hombre de las dificultades”.

Actualmente rueda la faraónica miniserie de “Carabobo, Caminos de Libertad”, en un país reprimido, encarcelado y confinado primitivamente ante la falta de una gestión eficiente para combatir el coronavirus.

La producción, entonces, es otra exhibición obscena de poder, de derroche de recursos, de cohabitación cultural, de sumisión, de interpretación literal de los libros de texto censurados por el ministerio de educación, de claudicación y bancarrota asegurada, a nombre de la celebración de una gesta de independencia, con cientos de extras intercambiando fluidos, a escasos metros de distancia.

De hecho, me confían internamente dos versiones.

“Tienen todas las comodidades menos vacunas y PCR. Es el comentario recurrente de cómo rodaron toda la batalla”.

“Parece bastante obvio que el pote de 100 millones de euros prometidos al cine nacional, en septiembre de 2019, se está ejecutando al menos una parte en este seriado de 9 capítulos que es como hacer 9 películas”.  

Mientras tanto, los ciudadanos libran batallas más reales, verdaderas y dramáticas, delante de un hospital en Catia, donde miles pelean por una dosis, buscando sobrevivir al contagio de la pandemia.

Es como la escena de una película de zombies en la Habana.

Por tanto, el cine representado en “Carabobo, Caminos de Libertad” nunca fue menos necesario, menos oportuno, menos urgente.

En Zaire, Mobutu también gastó diez millones de dólares, del erario nacional, para ofrecer el circo espectacular de la pelea del siglo entre Foreman y Alí. De aquello solo quedaron imágenes deportivas para el recuerdo, incapaces de subsanar los problemas del hambre y la enfermedad en África.

La Venezuela endógena tiene una larga tradición en desvío de fondos de salvación, para negocios condenados a la bancarrota, como los inmirables mamotretos de la Villa del Cine, acerca de los semidioses intocables del panteón.

Todo un pote de humo. Una acción de velo, de cambio del foco de atención, para ocultar la miseria y el desangre del país.

Triste destino del cine convertido en una caja de contenidos rancios y bolichicos.

Lamentable ejemplo para las generaciones de relevo, las cuales intervienen ahí por desesperación y ausencia de empleo.

La clase dirigente supervisa la grabación en plan de dueños de la hacienda. Asisten y “asesoran”. Típico de Cuba, Corea del Norte y de la ex patria.

Toca resistir, muchachos.

Les dejo la página de internet, para comprender el nivel del descaro y del desfalco a la nación.

Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.