El entusiasmo de Alex Tienda puede llegar a contagiar hasta las lágrimas, en los episodios dedicados a Venezuela, por la meticulosidad en la descripción de las problemáticas y los sentimientos comunes de los coterráneos.
Hoy hablaré como crítico y documentalista con 20 años en el oficio.
En días recientes conversé con varios colegas sobre el impacto del trabajo de Alex Tienda. Algunos teníamos naturales reservas ante la obra del Youtuber mejicano.
Suele ocurrir con las generaciones de relevo, no entendemos sus cambios drásticos, sus quiebres tecnológicos y metodológicos, solo tiempo después apreciamos su influencia.
De Alex Tienda sorprenden, al menos, diez valores de producción:
- La empatía con que aborda cada una de sus aventuras, buscando extraer una experiencia positiva y proactiva, a pesar de las difíciles circunstancias.
- La conciencia antropológica de respetar al otro en su contexto diverso, sin juzgar a priori, eludiendo la explotación de la miseria ajena.
- El absoluto dominio de sus recursos de expresión, en un trabajo unipersonal que implica conocimiento del manejo de cámara, capacidad para desenvolverse en la escena y control del montaje. Narra en primera persona, sacándole provecho a la estética del storytelling.
- La investigación que manifiesta en la creación de sus capítulos, ofreciendo un marco histórico apropiado para la comprensión del espectador.
- El ojo con que capta y registra momentos espontáneos, como la llegada al aeropuerto de Maiquetía, así como la majestuosidad de nuestras maravillas naturales.
- La escritura de un guion preciso que se concentra en el desarrollo de un arco dramático, abriendo y cerrando los conflictos, durante el lapso de la serie.
- La habilidad de conseguir a los patrocinantes y los intercambios, cuando sea necesario, evitando exagerar en la rutina del influencer gorrón.
- El reconocimiento de la cultura de los países que visita.
- La crítica explícita e implícita que se aporta con datos y vivencias.
- La posibilidad de identificarnos con su odisea, a través de la ruptura de la cuarta pared, reconciliándonos con nuestro entorno.
Por ello, hemos estimado la contribución de Alex Tienda, con el propósito de sensibilizarnos y explicarle al mundo que somos más que víctimas de un régimen de oprobio.
El cine documental cumple así una tarea fundamental, que es la de romper con los estereotipos y las caricaturas asociadas al gentilicio.
En tal sentido, obviamente, Alex Tienda no es pionero y no está solo.
Cuenta con antecesores nacionales e internacionales, que debemos ponderar y reconocer de igual forma.
En Venezuela tenemos una lista que desborda las líneas del artículo, empezando por los empeños de la serie “Expedición” de RCTV, evolucionando con “Bitácora” y “Dos de Viaje” de Valentina y Arianna Arteaga Quintero, siguiendo con las “postales por Venezuela” de Vale TV y Banesco, concluyendo con los rigurosos largometrajes y cortos de Bolívar Films. No olvidemos “Sigue tu brújula” y “Dos locos de viaje”.
Siempre lo hemos dicho.
Si hay algo que tenemos en Venezuela, son documentalistas poderosos, como el caso de Anabel Rodríguez en “Érase una vez en Venezuela”, por no hablar de “Araya”, “Miami Nuestro”, “El silencio de las moscas” y “Está todo bien”.
De modo que hay que superar las visiones dicotómicas y deterministas, que quieren plantear un dilema entre Alex Tienda y nuestros creadores documentales.
Todos pertenecen a una familia, a un tronco común, que puja la carreta en la misma dirección.
Mis respetos a Alex Tienda, a su fanaticada, a su inspiradora gesta.
Para que sigan su ejemplo, se quiten el miedo y cuenten sus propias historias.
El futuro es la memoria, otra vez.
Como relata Margot Benacerraf, hacer una película documental es como un acto de amor.
Amor por los personajes, amor por los sitios que se descubren, amor que traspasa la pantalla.
La mirada de Alex se resume en el llanto que rompe frente al Santo Ángel.
Una mirada que recupera la inocencia, más que el cinismo, para recordarnos que no todo está perdido, que hay esperanza en Venezuela.
En regresar a Venezuela e intentar reconstruirla con sus mejores cimientos.