Me educaron en un hogar católico convencional en nuestro país con bastante libertad y pocos temores religiosos.
Creyente en la Virgen del Carmen y la Virgen del Valle como mis ancestros, y tratando de ser un buen cristiano, más en la conducta que en el rezo y sin mayores conflictos religiosos y tolerante en el respeto al credo del otro.
Incluso con cierto escepticismo sobre José Gregorio Hernández y la creencia de la gente en su poder milagroso, pero eso también me era respetable.
Nunca atravesé conflictos de fe, ni jamás sufrí dudas ateas pese a ser formado en una escuela laica. Además, nuestra formación médica también fue laica y al margen de credos religiosos, siendo en el Hospital Vargas, que fue el hospital donde siempre laboró José Gregorio Hernández y donde nunca se mencionaba.
Su presencia era más como estampas traídas por los pacientes humildes que colocaban su imagen atada a la sábana cerca de la cabecera de la cama para que los protegiera y era tan común que a nadie causaba extrañeza.
Además, nuestra formación era racionalista, donde se admiraba mucho más a José María Vargas y Luis Razetti cuyos nombres engalanaban las dos Escuelas de Medicina de la UCV.
Hace cosa de tres años murió una sobrina de José Gregorio y comenzaron a aparecer objetos de su propiedad, que eran coincidentes con la figura de José Gregorio y como eran del mismo tiempo histórico al que me he dedicado a estudiar, los fui comprando. Pero me fueron apareciendo de una manera tan asombrosa que sentí que más que yo buscarlas, ellas me buscaban a mí.
Confieso que la situación me causó tanta extrañeza que comencé a leer libros sobre José Gregorio y a indagar en información sobre su persona, más como figura histórica arraigada en el credo popular.
Descubrí que primero, fue un soberbio médico académico cuya especialidad era la bacteriología que introdujo en Venezuela luego de sus largos años de estudio en París, llegando a ser jefe del laboratorio del Hospital Vargas, segundo, que su enemistad con Razzeti, paradigma racionalista de nuestra formación médica era mentira, pues fueron buenos amigos con un grado de creencias religiosas distintas, pero no antagónicas como se nos enseñaba en un medio con cierta influencia marxista y donde aprendí a combatirlos con fiereza en aquellos años sesenta.
Leyendo desde su recetario, hasta los libros de la Farmacia de Altagracia donde iban los pacientes de nuestro santo con sus récipes, o fotos, pinturas y grabados viejos de él provenientes de aquella herencia, he ido leyendo libros sobre el tema. Y ciertamente su vida y su credo son asombrosamente desconcertantes.
Hoy me alegro de todo este reconocimiento que Nuestra Santa Madre Iglesia le hace, que se agiganta en medio de estas penurias producto de la epidemia venida de China, por la que han muerto mucho personal sanitario, muchos venezolanos cuya muerte se omite, donde el ateísmo se ha desatado en una persecución religiosa, porque si algo son incompatibles son el cristianismo de José Gregorio y el chavismo, ateo, criminal, corruptor, manipulador y mentiroso.