La pandemia nos ha obligado a actuar, trabajar, convivir y repensar nuestra manera de ver el presente y el futuro. Añoramos previos a marzo de 2020, en donde no sospechábamos que sufriríamos los embates de tan compleja y nefasta circunstancia.
Esta realidad, que nos costó entender y asumir, pensamos muchos, sería cuestión de días o escasos meses. Esa presunción se desmonta cuando ya vemos que nos acercamos a los 14 meses y el futuro sigue siendo relativamente incierto. Muchos pensadores, expertos en diferentes materias, estudiosos del comportamiento, se plantean un futuro en el cual viviremos en un sistema hibrido de trabajo, estudio y actividades que combina la distancia y lo presencial. Ante esto pensamos en los espacios cerrados y al aire libre, pareciera que una forma de volver a las rutinas con seguridad pudiese estar en la vuelta a los espacios urbanos abiertos.
Ahora bien, ¿cómo se pueden retomar algunas rutinas de vida al aire libre, sin no están dadas las condiciones en nuestra ciudad?, ¿qué sería necesario emprender para lograr interactuar con el espacio al aire libre?, ¿cómo los ciudadanos conviven en los espacios públicos?, considerando que esa es una actividad meramente presencial.
Esta claro que en la últimas décadas, en nuestro país se ha producido una desvalorización acelerada, si no una extinción, del ámbito público, que se ha ido sustituyendo por formas cada vez más sofisticadas y amenas de lo privado y sus infraestructuras en constante expansión están transformando inexorablemente el carácter de la condición urbana. No solo el COVID-19 nos ha llenado de sin sabores debido al efecto destructivo, de lejanía y distanciamiento social, sino que sus repercusiones aumentaron la incapacidad de entender los espacios de nuestra ciudad y el efecto que los mismos tienen sobre la cotidianidad de los habitantes.
Este hecho nos conmina a la reflexión con miras a retomar el preciado concepto de dinámica urbana, el cual se puede abordar desde diferentes ópticas. En este particular se entiende a dicho término como la posibilidad de favorecer el mejoramiento ambiental del hábitat, como el atractivo y el fortalecimiento económico de la ciudad, como la creación o consolidación de un sector especial de la ciudad, como la creación y consolidación de un espacio público de inclusión, que integre los diferentes grupos sociales, que incremente el roce cívico y la tolerancia, esto aunado a la posibilidad de dar sentido de pertenencia y arraigo tanto para residentes como para visitantes.
El espacio público, en nuestro criterio, tiene sentido en las ciudades, no sólo como aquel que brinda la oportunidad del encuentro y la tertulia, sino es aquel que dinamiza y genera actividades variadas que “posicionan” sectores, habitas y ciudades enteras.
Sumado a esta realidad, es importante mencionar, que el espacio público de nuestra ciudad se encuentra en franco deterioro, producto de la falta de gestión, voluntad política, (sin distinciones), y el desarrollo de las formas de consumo concentradas que alimentan a ciertos sectores económicos y van en detrimento de las más básicas formas de convivencia y roce social. El mercado de calle, escaso y recientemente vuelto a considerar por algunos municipios, es sustituido por el Bodegón; la plaza, abandonada a la suerte de algunos entes privados o vecinos, se reinterpreta fallidamente en reductos de centros comerciales con trenes en miniatura o colchones inflables. El paseo, la alameda, y las grandes avenidas, ahora repletas de vendedores ambulantes, motos, y cuidadores de carros, ya sin árboles y con bancos destruidos, se ven reemplazados por los grandes pasillos con aire acondicionado de los contenedores de tiendas que ofrecen variedad de mercancías de otra época u otra temporada. Los parques, sin importar su escala, bien sean metropolitanos, de escala media o de vecindario, son ahora estaciones de transporte, abarrotados de líneas de Encava y pasajeros o llenaderos de agua para cisternas.
Las grandes piezas singulares, los monumentos, los espacios públicos por excelencia perdieron su valor intrínseco y se muestran en nuestro mapa conceptual de la ciudad de forma atomizada, lejana, inconexa. Tal como lo hemos mencionado, crear un sistema de espacios y edificios en nuestra ciudad no solo ofrece una nueva perspectiva y forma física – urbana, sino que también permitiría una estructura que brinde al ciudadano una nueva manera de comprender el espacio publico, las actividades que allí se pueden desarrollar, siempre entendiendo que la realidad que nos aborda y la pandemia requieren de cuidados especiales y medidas de control para evitar la propagación del COVID-19. Empero, el espacio abierto, ayuda a esos controles y en buena medida puede fungir como desahogo para el ciudadano que requiere de esparcimiento, nuevas maneras de entender el trabajo, el estudio y las actividades comerciales.
Al aire libre se disipan muchos de los peligros que trae consigo el COVID-19, y el espacio público y abierto, es idóneo para retomar los valores de la ciudad clásica y que ha sido referente durante la historia.
En ese sentido, vale la pena proponer un sistema de espacios públicos, en donde se retomen los recorridos y las estancias, que tome en consideración los espacios que existen con motivo de enriquecerlos o recuperarlos, que incorpore algunos otros con la idea de brindar mas opciones y que establezca el concepto de conjunto. Imbricar las variables, que van desde la forma física, los materiales, la vegetación, el peatón, la calidad espacial, las conexiones entre espacios, los recorridos, la imagen, lo colectivo, entre otras cosas. Es imperante rescatar los grandes hitos de la ciudad, teniendo en cuenta que las épocas en los que fueron concebidos no debe revestir importancia. La historia nos recuerda, nos enseña y ciertamente en muchos casos nos prepara para el futuro.
Si tratáramos de identificar cuales son esos hitos, cuales son esas piezas singulares y esos espacios privilegiados de nuestra ciudad, probablemente la “lista” sería mas extensa de lo que podemos perfilar a primera mano. Por eso esta aproximación a esa “lista”, es suscinta, sin invertir tiempo en dividirla o clasificarla por orden de importancia, escala, situación en el territorio, uso, imagen o época en la que se construyó.
Comenzando por los espacios públicos de carácter urbano, podemos nombrar: El Parque del Este, El Parque del Oeste, El Parque Los Caobos, El Parque Los Chorros, El Jardín Botánico, El Parque Vinicio Adames, El Calvario, El Paseo Los Próceres, La Plaza Bolívar, La Plaza Francia en Altamira, La Plaza La Castellana (Isabel la católica), La Plaza de Los Palos Grandes, La Plaza de Chacao, La Plaza La Candelaria, La Plaza O’Leary, La Plaza de Los Museos, La Plaza Alfredo Sadel, La Plaza Brión, La Plaza Las Tres Gracias, La Plaza de El Cristo, La Plaza Diego Ibarra, La Plaza Venezuela, El Silencio como conjunto, La Av. Francisco de Miranda, La Av. Libertador, La Av. Venezuela de El Rosal, La Av. Bolívar, La Av. Baralt, La Av. Solano, La Av. Casanova, La Av. Rómulo Gallegos, La Av. Andrés Bello, La Av. Miguel Ángel de Bello Monte, La Av. Principal de Las Mercedes, El Paseo Los Ilustres, El Boulevard de El Cafetal, La Cuarta Av. De Los Palos Grandes, La Av. Fuerzas Armadas, La Av. Victoria, El Boulevard de Sabana Grande, por solo mencionar algunos.
Si de piezas singulares o hitos arquitectónicos se trata, y en este caso, si existe una condición, que es que estos hechos construidos deben compartir sus espacios con la ciudad, por lo que podemos nombrar: La Previsora, El CC San Ignacio, El Centro Simón Bolívar, El Foro Libertador, El panteón, La Ciudad Universitaria, El Hotel Tamanaco, El Ateneo de Caracas, Parque Central, La Asamblea Nacional, Las Iglesias, La Torre Europa, La Torre Polar, La Torre Capriles, Parque Cristal, El CC Chacaito, El Unicentro El Marques, El Pasaje Zingg, La Galería de Arte Nacional, Todos los Museos, La Escuela de Arte Cristóbal Rojas, El Hotel Alba Caracas, Los Edificios de El Silencio, entre otros.
Esta enumeración de lugares, espacios, edificios y calles, es un referente que nos llama a reflexionar para sugerir la construcción y concepción de una ciudad estructurada en función de sus espacios púbicos en conjunción con los hitos o aquellos edificios que se comparten parte de sus espacios con la ciudad. Logrando así la imbricación de dos conceptos elementales pero relevantes de cómo hacer de nuestra cuidad una mejor ciudad, aquella que brinda a sus ciudadanos y visitantes calidad de vida y dinamismo. No podemos dejar de lado que, la realidad que nos agobia, derivada de la pandemia, hace que repensemos la manera en que debemos entender y compartir en nuestra ciudad. Como es bien sabido, la filosofía griega clásica llegó a plantear que el cambio es lo único permanente. Todo fluye, tal como diría Heráclito.