Una región agrícola china cultivó trigo y arroz durante décadas antes de convertirse en la “capital de la lencería” y de exportar a todo el mundo.
A las estadounidenses les gusta atrevida, las europeas la prefieren elegante y las chinas, aunque un poco tímidas, empiezan a desinhibirse. Al menos eso es lo que se comenta en las calles de Guanyun.
Este pequeño distrito de la provincia de Jiangsu (este) ha vivido durante mucho tiempo al ritmo de la siembra y la cosecha. Pero desde hace una década sigue de cerca las preferencias mundiales en lo que se refiere a ropa interior femenina.
Autoproclamado “capital de la lencería” en China, el distrito vive ahora al son de las máquinas de coser, que ronronean en los talleres situados cerca de los campos de trigo.
Satisface casi el 70% de la demanda china, en fuerte crecimiento, y exporta millones de sujetadores y bragas.
El pionero de esta revolución industrial local se llama Lei Congrui, un joven de 30 años con coleta y gorra
Hace 15 años, cuando era adolescente, este futuro rey de las bragas comenzó a ganar dinero vendiendo productos en los sitios de comercio electrónico chinos, entonces en auge.
“Bastantes clientes me preguntaban si teníamos lencería. Nunca había oído hablar de eso, pero respondí ‘sí’ y después busqué qué era”, recuerda, sonriendo.
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No al porno en China
Lei Congrui emplea a más de 100 personas que confeccionan bragas y corpiños de encaje negro y rojo.
Vende sus productos bajo diversas marcas, como “Midnight Charm”, que le permiten facturar más de un millón de euros al año (1.209.250 dólares).
Según las autoridades de Guanyun, unas 500 fábricas emplean ahora a decenas de miles de personas y producen lencería por más de 250 millones de euros al año (302 millones de dólares).
Un éxito que se debe, en parte, a los cambios en las costumbres en China.
La cultura tradicional fomenta el recato. Está prohibido rodar o difundir películas pornográficas. Y las autoridades arremeten contra el contenido en línea que consideran “vulgar”.
Pero la apertura progresiva del país durante los últimos 40 años a las influencias occidentales trajo consigo una cierta liberación sexual, sobre todo entre los jóvenes
Según el gabinete chino iiMedia, las ventas en línea de productos relacionados con el sexo aumentaron un 50% en China en 2019, hasta los 7.000 millones de dólares (5.800 millones de euros).
Antes la mayoría de los compradores eran treintañeros que habían vivido o estado contacto con el extranjero. Pero desde 2013, las ventas se han disparado con la aparición de consumidores jóvenes y en la actualidad la mayor parte de los clientes tienen entre 22 y 25 años.
Antes estaba en boga la ropa interior holgada y discreta y ahora las chinas se decantan por modelos semitransparentes y “ceñidos”, explica Lei.
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“Divertirse”
Pero la revolución moral en Guanyun no apareció de la noche a la mañana.
“Al comienzo, cuando la gente de aquí vio estas cosas por primera vez, no lo entendió”, explica Chang Kailin, de 58 años, dueño de una fábrica y tío del Lei.
“Pero la gente vio que con eso podían ganar dinero y salir de la pobreza”, añade. “¡Por eso hoy, a todos les gusta la lencería!”.
Lei Congrui asegura que exporta el 90% de su producción, sobre todo a Estados Unidos y Europa.
Los compradores de Oriente Medio prefieren la ropa interior que cubre y los africanos, los modelos coloridos, dice, añadiendo que el sudeste asiático es un mercado en crecimiento.
El auge de la lencería ha elevado el nivel de vida en Guanyun. Una riqueza que se ve a primera vista, en las nuevas casas y coches de los habitantes.
Además ya no se ven obligados a alejarse de las zonas rurales para trabajar en fábricas situadas en las ciudades, a cientos de kilómetros de distancia.
“Lejos de casa, sentimos nostalgia. Estas empresas de lencería nos permiten trabajar cerca”, afirma Li Yue, una obrera y madre de dos hijos.
Y Guanyun alimenta la gallina de los huevos de oro: se está construyendo una zona industrial de unas 700 hectáreas, con un centro de investigación y otro logístico.
Él único estorbo es la epidemia de covid-19, que frena las ventas en el exterior, lamenta Lei Congrui.
“Pero en cuanto se resuelva este problema, la gente querrá divertirse de nuevo”.
Fuente: AFP