Terminó la temporada de premios más larga de la historia. Tenemos a nueva reina, Nomadland, y el inicio del nuevo año cinematográfico. Comenzó el 2021 para la industria audiovisual de contenidos.
El resultado del Oscar marca 10 tendencias.
Te las explico en el siguiente artículo.
Por cierto, Viva Venezuela!
“Sound of Metal” ganó como mejor sonido. María Carolina Santana participó en el equipo de diseño sonoro. Felicitaciones para ella y para todos los ingenieros de sonido del país. Un grupo de genios quienes han hecho evolucionar a nuestra industria. #Oscar2021
- Netflix fue el estudio más ganador, con siete galardones para su cuenta, más que los cinco de Disney entre “Nomadland” y “Soul”. A Netflix todavía se le resiste el Oscar a la mejor película, que volvió a perder con “Juicio de los siete de Chicago”, la gran derrotada de la noche. En cualquier caso, la oferta por streaming ha pasado a comandar ampliamente el Palmarés de la academia, definiendo un punto de inflexión de cara al futuro de la cultura mainstream, donde Netflix, Amazon Prime y Disney Plus competirán por la parte del león. Mensaje para quienes quieran situarse en el Oscar en los años próximos.
- Con el triunfo de “Nomadland” en la categoría principal, las mujeres vuelven a la palestra del premio, tras la victoria de Bigelow con “Hurt Locker”. Así Chloé Zhao firma su nombre y apellido en el olimpo del Hollywood inclusivo y de la representatividad, siguiendo los pasos de “Parasite” y su Oscar coreano. Chloé es de ascendencia china y confirma la necesidad de la meca por abrirse mercados, a pesar de las ideologías y las barreras del idioma. India les resulta impermeable y esquiva, los estudios prefieren apostar por un cliente seguro en el lejano oriente.
- Steven Soberbergh nos prometió una ceremonia cinematográfica y vistosa. Pero lo cumplió a medias, con un inicio en alto a través de un plano secuencia, que pronto se estancó en un formato tradicional de eventos pandémicos en línea, por más que le hayan inyectado creatividad a ciertos pasajes espontáneos y movidos, como el perreo de Glenn Close. Sin embargo, la gala no estuvo a la altura de lo esperado.
- La puesta en escena recordó la de los Globos de Oro, en un espacio reformado y gentrificado con una estética vintage de piano bar. Una idea nostálgica de la producción que si bien generaba intimismo, se diluyó y agotó con el paso de los minutos. Mala idea no intercalar con los números musicales. Pésima decisión cerrar con una foto de Anthony Hopkins, quien dormía en su casa, mientras todos esperábamos por una victoria de Chadwick Boseman que no sucedió. Deben regresar al formato clásico de conceder mejor película para el final.
- La alfombra roja sí fue un éxito de logística, de noticias y de pasarela del trabajo del diseño. Carey Mulligan se quedó con los crespos hechos, pero ganó el Oscar como la mejor vestida de la gala. Le siguieron Zendaya y Maria Bakalova en orden de importancia. Nadie entendió por qué el Black Panther Daniel Kaluyya llevaba un traje de firma, con joyas, si el representa al “poeblooo” y la patria de la “izquierda exquisita”. En Venezuela tenemos la respuesta. Los chavistas son coquetos porque su compromiso socialista es pura apariencia, puro look, puro show. Daniel Kaluuya dio un discurso aburrido, por lo predecible de su victoria, que apenas levantó por la imprudencia de hablar del sexo de sus papás. Luego la erró adivinando una canción de su tipo. Es un buen actor pero necesita de libreto.
- A propósito, los guiones se repartieron salomónicamente, uno para “Promising Young Woman”, otro para “The Father”. Ambos reconocimientos expresan el dilema de la academia en la actualidad, un rato con la oposición de las chicas empoderadas, un rato con el gobierno de los hombres blancos de siempre. Como el cuadrito de Joselo, como el Camaleón de Graterolacho. Hay cosas que no cambian en el Oscar y es su oportunismo, sus ganas de complacerlos a todos, de quedar bien con dios y con el diablo. Al menos así premiaron a “Mank” y “Tenet”, dos de las grandes olvidadas, en categorías técnicas y secundarias. Es el destino de los monstruos incomprendidos como Stanley Kubrick y Orson Welles.
- Premio incoherente. El concedido al Pulpo pornificado por el teacher depresivo, cuando la categoría documental resumía años de investigación en temas necesarios, como los 20 años de trabajo en la creación de “Time”, las muertes que no quedaron impunes gracias a “Collective” o la creación experimental de Maite Alberdi en “Agente Topo”, por no hablar de la proeza de “Crip Camp”. La academia no entiende de cine documental. Paradójicamente, siempre premiarán al alfa, al más fuerte, al más privilegiado, al del dinero y el poder, marginalizando aún más la obra de los auténticos compromisos políticos. Un Oscar conservador, como pocos.
- Premio justo y merecido el entregado a Tomas Vinterberg por “Another Round”, la película inclasificable y políticamente incorrecta de la noche. Sobre un profesor que aprende a liberarse, bebiendo con sus alumnos. Una belleza. El director lo recibió bañado en lágrimas por el recuerdo de su hija fallecida. Oscar a la vida que es nostalgia y celebración por quienes estamos aquí, para recordar a nuestros seres queridos.
- Lamentablemente, fue un desastre el In memoriam. Fotos rápidas con una música discordante. Ni nos dio tiempo de echar la lagrimita que queríamos. Nos dejaron fríos y secos en el velorio. Y yo que quería brindar, con pañuelo, por Chadwick Boseman y Max Von Sidow. Será para la próxima, comadre.
- Me alegré por la abuela de Minari, y me decepcionó un poco el recibimiento improvisado de Frances McDormand. Pero como sea, ha sido su noche, otra vez. Frances lleva su tercer Oscar a la casa, opacando los recibidos por su esposo, Joel Cohen, que no podía ocultar su fastidio, como siempre, en una gala del Oscar que no le interesa. Ellos son artistas de verdad, se entiende, y articulan con el Oscar porque es su oportunidad de laborar desde la independencia. Así que van por trámite al espectáculo del demonio, a danzar el baile que demanda Fausto, con el propósito de alimentar a la Bestia y continuar en la obra de proveer dólares al mercado del descontento. Los premios de la academia han cumplido un año más, retando al tiempo y a las malas críticas, como negocio y sistema de estrellas, adaptándose a las modas y tendencias. Si usted no lo ha entendido, vuelva a leer a Frances McDormand y la ausencia de Anthony Hopkins, al estilo de Woody Allen, que prefiere tocar el saxo a recibir otro premio Oscar. Espero por el Tik Tok de “The Father”, besando su Oscar y burlándose del acartonamiento de la academia, desde la libertad que concede el talento con probidad. Los azotes serán olvidados y corregidos en lo inmediato.
Es el primero de enero del cine y ya estoy emocionado por lo que viene en Cannes.
Estoy claro que vivo en la rueda, pero intento gozármelo con dignidad, como Anthony Hopkins con su gato en casa.
Tenemos otra excusa para vivir y divertirnos.
Sergio Monsalve es el Director Editorial de Globomiami.