Llevo años investigando el perfil siniestro de Vladimir Putin, porque su modelo totalitario nos persigue como una sombra a los venezolanos.
Sin embargo, Joe Biden sueña reunirse con él en una cumbre bilateral, para “bajar tensiones”. Ok. Les propongo revisar el pasado conmigo.
Estuve en Moscú y San Petesburgo entre 2013 y 2014, cuando los esbirros de Putin masacraban las protestas de la famosa revolución naranja de Ucrania.
Meses después, Venezuela tendría su salida, al estilo de la Plaza de la Independencia de Kiev, dando como resultado una amplia lista de presos políticos, detenidos y caídos por las armas de la represión.
Luego, en el 2017, la situación se repetiría descarnadamente en el país de Maduro, replanteando la estrategia bélica y de inteligencia de Putin contra el pueblo de Ucrania, pero en Caracas.
Todavía lloramos a los muertos de aquella feroz masacre de estudiantes y miembros de la resistencia.
A propósito de la pesada herencia de Putin en el eje bolivariano del Foro de Sao Paulo, cumplo con recomendar un documental y un libro.
El largometraje se llama “Citizen K”, se encuentra disponible en la plataforma de Amazon Prime y cuenta la historia del millonario disidente Mikhail Khodorkovsky, quien tras apoyar a Putin fue víctima de su cacería de brujas, de su condena en prisión y de su destierro, porque querer enfrentarlo con las armas de la democracia.
La película de no ficción relata una historia que parece arrancada de las páginas oscuras del chavismo, al concentrarse en la persecución de sus rivales de la oposición, hasta verlos pudrirse tras las rejas en medio de causas y procesos amañados en tribunales de la injusticia.
Es lo mismo que pasó acá con PDVSA, Fedecamaras, la CTV y cuanto empresario quiso respaldar abiertamente la causa de la disidencia, siendo confiscado, encarcelado u obligado a salir por la frontera.
Un método, una tecnología rusa que se sigue aplicando en la actualidad.
Por eso prospera el reinado del bodegón y los bolichicos.
“Citizen K” explica varias cuestiones y problemas que hemos padecido en carne propia: el diseño de un capitalismo mafioso de enchufados que garanticen la perpetuidad en el poder de Putin, la entronización de una red de oligarcas que se reparten el botín de la administración y la explotación de las industrias básicas del estado, el ahogamiento y la censura de la prensa libre, la normalización de listas negras, el desarrollo de un populismo agresivo en medios de comunicación adictos, la propagación intensiva de fake news y posverdades para desviar la atención, la creación de una oposición inofensiva y estéril a la medida, la celebración recurrente de elecciones fraudulentas que solo consolidan la hegemonía y el monopolio de una élite corrompida.
Mikhail Khodorkovsky reflexiona delante de la cámara del director Alex Gibney, un viejo zorro del cine norteamericano, ganador del Oscar por “Taxi to the dark side”.
Por ende, la rigurosidad del producto está fuera de toda duda.
En la cinta notamos varios patrones criminales de conducta, como la mentira, la muerte y el suicidio sospechoso de los enemigos políticos de Putin, el envenenamiento de denunciantes y el grotesco culto a la personalidad del ejecutivo.
Hoy Alexei Navalny es el principal crítico de Kremlin, cuenta con el respaldo de Mikhail Khodorkovsky, sufriendo las consecuencias de un envenenamiento seguido de una detención arbitraria.
Es un peligro serio disentir en Moscú.
Así Rusia volvió a la época de Stalin, por defecto y como farsa posmoderna.
Finalmente, el libro que recomiendo leer se titula “El Camino hacia la no libertad”, en el que se investiga y expone la conspiración de Putin para eternizarse en el Kremlin, utilizando hackers y desmantelando el orden del concierto internacional a través de laboratorios de bots que programan ciberataques, así como interfieren en las elecciones de otros países, como Venezuela.
Los hijos de Putin nos han rodeado y acorralado, mediante tácticas de guerra.
Conviene pensar en cómo se les responde cuanto antes.
Sergio Monsalve. Director Editorial de Globomiami.