El hecho de haberme movido en muchos mundos en la vida, desde la política, el arte, la historia, el comercio y la medicina me permite decir que no recuerdo ninguno tan radical y conmovedor como la medicina. Nada tan apasionante y difícil. Solo piensen en que un error personal puede significar la muerte de un ser humano.
Gracias a Dios nunca me sucedió, pero eso no me hace mejor que los demás y tener la pesadilla de equivocarse es muy angustiante y esa angustia lleva a la necesidad de estudiar más. Esa angustia te obliga a agradecer a Dios con humildad. Es el único tratamiento para calmar esa angustia. ¿Acaso algún lector que no sea médico ha sufrido el complejo de culpa por tener tres días sin estudiar?
O acostarse cada noche y rogar porque uno pueda dormir en paz y no ser despertado a media noche por una paciente que solicita nuestros servicios, levantarse, salir de casa con la fantasía que no se te espiche un caucho y luego del examen resultar una falsa alarma y no irritarse. ¿Sabe el ciudadano normal de la angustia médica de tener el vipper apagado o el celular descargado y salir de donde se está para averiguar si no ha sucedido nada anormal con los pacientes?
¿Ha sentido mi amigo lector el deseo de tomarse un trago y no hacerlo porque puede enturbiar el juicio y equivocarse? ¿Sabe el ciudadano común del inmenso placer de salir satisfactoriamente de un caso difícil y que la madre y el niño estarán bien? Eso no tiene precio. Todo eso en un mundo terriblemente competitivo, donde usualmente se progresa por concursos y exámenes de oposición y de credenciales. Lo que da respeto en el mundo de los médicos es la sabiduría y las credenciales.
¿Sabe la amiga lectora lo presionante que puede ser dar la imagen del éxito? Tanto que uno llega a odiar el carro último modelo, usar la corbata y parecer un dandy y que sea eso lo que atraiga a algunos pacientes fatuos y no la capacidad de resolver los casos y la sabiduría que se tenga.
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¿Saben acaso de la gran cantidad de médicos que están en esos hospitales donde trabajan con devoción y son brillantes, pero son anónimos porque son socialmente cortos, o tienen aspecto poco atractivo? Y uno debe aprender con todos los sentidos.
Por ejemplo, en mi especialidad cada paciente es individual y un tratamiento no es igual en una paciente de 20 años que en una de 40 años, y la variantes son tantas que agobian; y el mejor consejo para decidir conductas me la dio el viejo Domínguez Sisco y se la repetía yo a cada alumno del post grado: cuando veas todas las variables, decide qué harás, como si esa mujer y ese niño fueran tu esposa y tu hijo.
Ese consejo me quitó mucha angustia y ese consejo no aparecerá en los libros de texto. Fue el consejo que le dio Leopoldo Aguerrevere a Dominguez Sisco, y este a mí. Y yo se lo repetía a mis alumnos.
Por eso vaya mi afecto y admiración a todos los buenos médicos de Venezuela. Que Dios los proteja a todos y que les dé amor al estudio, amor a los pacientes, suerte y que siempre traten de tener su conciencia tranquila gracias al Dios de las buenas decisiones.
En la foto el estetoscopio de Pinard, el símbolo tradicional de la Obstetricia. El mío era el de Leopoldo Aguerrevere, que se lo regaló al doctor Domínguez Sisco, él a mí y yo a Jorge Domínguez, el nieto de Domínguez cuando colgué los guantes.