sábado, octubre 5, 2024
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Las leyes de la física en Venezuela: el tiempo (I)

“Un segundo es el tiempo que tarda un bolívar en entrar a tu cuenta bancaria y perder un cuarto de su valor”

Las leyes constitucionales y judiciales no son las únicas que se han estado rompiendo en nuestro país. No hay Michelle Bachelet, ni Organización de las Naciones Unidas, ni Organización de los Estados Americanos, ni comunidad internacional que pueda protegernos del proceso sistemático de aniquilación y perversión de todas las leyes de la física en Venezuela.

Si en algún momento llegamos a pensar en que todo el desastre político iba a destrozar solamente a las esferas de nuestra vida pública y privada, hasta llegar a pudrir lo más profundo de nuestras almas y dejarnos como carcasas vacías que caminan por las calles con una inercia de la que no estamos seguros poder vencer, sin afectar el orden universal… estábamos muy equivocados.

Lamentablemente, las leyes de la física también se han venido rompiendo en Venezuela, y no solo estoy hablando de las veces que transformamos una gota de agua en dos sesiones de ducha, las veces que tuvimos que replicar las señales del WiFi con antenas hechas de papel de aluminio, o las veces que respondimos en el colegio que un proyectil alcanza la mayor velocidad de su trayectoria en el techo de nuestras casa. Estoy hablando también de un compendio de situaciones en las que las leyes y los fenómenos físicos han abandonado en nuestro país el terreno de la lógica y del orden cosmológico, por culpa del hombre político o criminal —que, a fin de cuentas, son lo mismo.

¿Quién podría imaginar que, desde la política o la acción humana, iba a poder afectarse a la materia, la energía y los fenómenos físicos? Y si algunos están escépticos sobre cómo la política puede afectar a la física, les digo: a alguien hay que pedirle el dinero para hacer las investigaciones, ¿no? Pero eso no es todo, el caso venezolano tiene mucho de ilustrativo.

El tiempo

En primer lugar, el tiempo, magnitud física que mide la separación entre eventos, la duración de los hechos o fenómenos, y con la que Christopher Nolan ha hecho una fortuna a punta de echarla para atrás y para adelante —de hecho, existe una teoría, poco apoyada por científicos, pero muy apoyada por Miguel Bosé, que establece que Dios creó el tiempo solo para que Christopher Nolan pudiera tener algún tema para sus películas—, en Venezuela ha dejado de medirse siguiendo los sistemas de referencias y convenciones internacionales.

En el Sistema Internacional de Unidades y en el Sistema Cegesimal de Unidades, el tiempo se mide en segundos, cuya definición formal sería así:

“Un segundo es la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 K”.

Lo que en terminología venezolana se traduce:

“Un segundo es el tiempo que tarda un bolívar en entrar a tu cuenta bancaria y perder un cuarto de su valor”.

Pero esto no es todo. No satisfechos con deformar al segundo, lo hemos dejado en desuso al igual que a toda su familia: los minutos, las horas, los días, etc. Lo que en Estados Unidos, Suiza o Alemania puede medirse con estas unidades, aquí ha comenzado a medirse en una serie de unidades distintas que se relativizan según nuestras necesidades. La más reciente entre todas las unidades de tiempo venezolanas —y es la que, justamente, vamos a tratar aquí, pues hay cientos y sería imposible desarrollar todas en este texto sin que antes se te caiga la conexión a internet— es la que tiene que ver con esta desgracia que desde marzo del año pasado ha estado interponiéndose en nuestras vidas, con este virus que nos mantiene a todos encerrados en nuestras casas, sin libertad de movimiento y con los niveles de paranoia al máximo: la escasez de gasolina.

El tiempo se puede medir en los “carros por delante” que tenemos cuando hacemos la cola de gasolina. “¿En cuánto tiempo llegas a la oficina? En 13 carros por delante”. Pero esta unidad de tiempo tiene sus desventajas, porque “13 carros por delante”, si esos carros son unas gandolas y si un bombero distraído está surtiendo el combustible, puede transformarse tranquilamente en 24 horas. Ahora bien, la capacidad del tanque de los carros que tienes por delante y la pericia del bombero no son las únicas variables que debemos tomar en cuenta, porque esos “13 carros por delante” pueden incluso convertirse en un par de días si te meten a 5 regimientos de la Guardia Nacional justo antes de que sea tu turno para surtir.

El tiempo, medido de esta forma, tiene una relatividad que haría que Einstein estuviese orgulloso. Es decir, la frase “tener 13 carros por delante” puede significar que vas a llegar rápido al trabajo o que vas a quedarte una semana durmiendo dentro de tu vehículo o, también, como que puedes estar allí un tiempo indefinido y, quizás, formar una nueva comunidad con tus choferes vecinos y empezar una nueva familia y una nueva vida desde la cola, como en el cuento “La autopista del sur” de Cortázar. Eso, sin contar con que, después de que logres surtir el combustible, las leyes de la física cambien y ahora un segundo pase a ser el tiempo que aguanta tu carro trabajando con la gasolina iraní antes de que deje de funcionar.

Pablo Alas

Twitter: @Pablo_Alas

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