El Salvador cumple 20 años de dolarización, una medida que buscaba estabilidad pero que no hizo despegar la economía del país centroamericano, aún apoyada en remesas, sin mucho margen de maniobra y un alto endeudamiento público.
María Pacheco, hoy de 70 años, lo recuerda. “De un día para otro el mazo (atado) de cebollas pasó de cinco colones (equivalentes a 57 centavos de dólar, en la época) a un dólar. Perdimos 43 centavos en el redondeo”, porque muchos negocios optaron por no dar vuelto en la moneda local, dijo.
Agricultora, María dejó de cultivar maíz, porque los jornaleros elevaron su tarifa diaria a 5 dólares, cuando antes cobraban menos de un dólar.
Con la promesa de estabilidad macroeconómica y evitar devaluaciones, el gobierno derechista del fallecido expresidente Francisco Flores (1999-2004) impuso el 1 de enero de 2001 la Ley de Integración Monetaria (LIM), que puso a circular el dólar a la par de la moneda local, el colón.
Junto con Ecuador y Panamá son los únicos tres países dolarizados de América Latina.
¿Cómo fue?
La ley fijó el tipo de cambio a razón de 8,75 colones por dólar, pero la idea del bimonetarismo fue “una trampa” porque los bancos comenzaron a retener los colones y al final de 2001 solo circulaba el billete verde, recordó el profesor de economía de la Universidad de El Salvador (UES), Raúl Moreno.
El expresidente del Banco Central Óscar Cabrera explicó que al dolarizar se aplicó un tipo de cambio que no respetó la paridad del poder adquisitivo del ciudadano.
Alguien que ganaba 875 colones pasó a recibir 100 dólares, cuando el equivalente de ese salario antes de la medida era sobre los 200 dólares, dijo. En la práctica la población “perdió la mitad de su poder adquisitivo de la noche a la mañana”, contó.
Sin margen de maniobra
“La dolarización fue una decisión absolutamente desatinada porque generó una enorme vulnerabilidad para la economía salvadoreña”, aseguró Moreno.
El Salvador se quedó “sin política monetaria” propia para reaccionar ante crisis y están ligados a las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos, a la que le pagan por acuñar la moneda.
En 2002 un 55,1% de la población consideró que la dolarización le “afectó la economía familiar” y era “el principal problema del país”, detalló la directora del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (IUDOP), Laura Andrade. El rechazo cedió con el tiempo.
La deuda pública
En ese entonces el gobierno prometió el arribo de inversiones abundantes, más exportaciones y empleos de calidad que “nunca llegaron”, por eso el balance “es negativo”, resume el profesor universitario Roberto Cañas.
Las importaciones siguen superando a las exportaciones y el crecimiento económico promedio anual ha sido del 2 % del PIB. En 2020 se espera una contracción del 8,6% debido a la pandemia de covid-19, según Cepal.
La situación se complica porque la deuda pública ronda el 90% del PIB. Y si se ejecuta el endeudamiento programado para 2021, los compromisos podrían llegar al 104,5 % del PIB, según el último informe del Centro de Pensamiento Fundación Salvadoreña Para el Desarrollo Económico y Social (Fusades).
“A la dolarización la vendieron como la panacea que iba a curar todos los males de la economía y que vendrían ríos de leche y miel y fue todo lo contrario”, lamentó Cañas.
La dolarización se mantiene a flote con los ingresos de remesas familiares, que en 2019 sumaron 5650,2 millones de dólares, equivalentes al 16 % del PIB.
Ante una economía que no genera empleos, según Cañas, la migración irregular hacia Estados Unidos “sigue como opción” de miles de salvadoreños.
Sin devaluaciones
En dos décadas los sectores “más favorecidos” según los especialistas, fueron las importaciones y la banca, que tuvo la “certeza” que no se presentarían devaluaciones. Pudo tomar divisas en el extranjero a tasas bajas y otorgar créditos localmente con intereses altos, detallan.
Pero algunos afirman que la medida fue positiva para El Salvador. La dolarización “ha sido muy beneficiosa para el país”, dijo Juan Héctor Vidal, exdirector de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (Anep).
Con ella se “rescató” la tradición de “estabilidad monetaria y financiera” con saldos positivos generados con el exterior y “contribuyó a estabilizar los precios internos”.
Revertir ahora la dolarización, como fue una de las intenciones de los gobiernos de izquierda entre 2009 y 2019, sería “imprudente” porque generaría “inestabilidad” frente a los mercados internacionales, consideró.
Al quedarse el país sin política monetaria, según el exdirector de Anep, se le quitó la “tentación” a los gobernantes de “jugar con la maquinita para hacer dinero sin respaldo”.
Fuente: AFP