En Venezuela, después de 21 años del socialismo en el poder, no ha habido oposición, sino posiciones acomodadas que poco llegan a representar los intereses de la nación, así lo ve el exembajador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Diego Arria.

En conversación con el programa FoMO de GloboMiami, aseguró que se trata de mínimas parcelas que “no miran más allá de sus propios intereses”.

El país sudamericano vive una emergencia humanitaria compleja única en su historia y a pesar que los factores democráticos intentan avanzar en una ruta libertaria, quedan mucho por hacer para que todos los actores políticos, sociales y económicos puedan volver a lo que fue la cuarta república.

Para que eso ocurra, habría que hacer resistencia, “que es una cosa muy distinta”, comenta Arria. “Y, eso ha sido muy peligroso para nosotros”.

Más de 50 países reconocen a Juan Guaidó como presidente encargado, muchos de los cuales han hecho lo posible por lograr un acuerdo entre oposición y oficialismo, siempre enmarcado en unas elecciones libres.

Arria recuerda que siempre se habla ante el mundo de una oposición, pero a la vez se pregunta: “¿Cómo uno puede hablar de una oposición a una pandilla? No. Hay un enfrentamiento y eso, es una cosa muy distinta”.

El embajador está claro de que se ha contribuido en generar la matriz de que se está ante una dictadura y en “disimular la naturaleza criminal del régimen por utilizar ese concepto de oposición”.

No puede haber indultos a personas secuestradas

Sobre los recientes indultos que emitió el régimen de Nicolás Maduro, aseguró que es imposible que esta medida se ejecute con “personas que nunca fueron procesadas y que han sido secuestradas ilegalmente. Liberaron a los que estaban como rehenes”.

En caso de querer profundizar, el Estado tendría que emitir una amnistía con todos los perseguidos políticos en el exterior y aquellos que aún están en Venezuela, como María Corina Machado, que tiene prohibición de salida del país, Leopoldo López que se encuentra en la embajada de España o Antonio Ledezma en el exilio.

Parlamentarias sin mucho eco

Para el próximo 6 de diciembre, el régimen de Maduro convocó a unas elecciones parlamentarias.

Arria repudia este proceso electoral que ha sido rechazado por los principales aliados de Venezuela, como Estados Unidos, Colombia, Brasil, así como el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, que advirtieron sobre ir a una contienda sin las mínimas garantías.

“Eso no tendrá éxito. Nuestro país está muy resabiado. Una convocatoria como esa no tendría una mayor resonancia”, indicó Arria.

-Hasta qué punto, parte de estas posiciones que el gobierno interino se ve obligado a seguir, viene predeterminada por la dinámica diplomática que exige una postura de negociación, le preguntó Diego Moya-Ocampos, analista de FoMO

-Fíjate que esos mismo 60 países (con excepción de Colombia, Estados Unidos, Brasil y otros más) reconocen a Maduro y a Guaidó, en una ambivalencia diplomática que no aboga mucho en favor nuestro, porque eso de decir que nos apoyan pero no completamente, es penoso. Las sanciones que algunos piensan no funcionan, obligan a que se revise la presentación (del régimen) ante el mundo, lo que lleva a que tengan la presión interna, creo que son 200 o 300 funcionarios que están bajo la mira internacional.

-Pero Estados Unidos mantiene la narrativa de que es Guaidó sin dar otras opciones, reflexiona Camilo Aguiar Méndez, moderador principal de FoMO

-El presidente Donald Trump no lo personaliza. Dice, el que sea representante de la democracia venezolana, tendrá el apoyo. En lo personal creo que Guaidó es el vínculo institucional que tenemos en el exterior y que de ninguna manera debe ser sustituido, por el contrario. Ocurre que el gobierno colegiado está poniendo en una definición a la sociedad venezolana, mientras ellos se excluyen.

-¿Qué propone Diego Arria para encontrar una solución en el camino?, consultó Sergio Monsalve, otro de los analistas del programa

-No estoy en el terreno de estar haciendo propuestas, porque no soy candidato a nada. Pero creo que le dieron un golpe a Juan Guaidó, que la Constitución reconoce como presidente interino, aunque a los partidos les pareció que se quedaría con la presidencia por siempre y no puede ser, por eso, crearon un gobierno colegiado, parlamentario, algo que es inexistente en nuestra Constitución. En realidad, nunca sabremos cómo pudo haber sido Guaidó independiente (sin estar rodeados de padrinos políticos) (…) Hay que rescatar lo que queda de Guaidó y es el reconocimiento internacional.

-¿Qué le falta a Guaidó para dar un paso necesario y crear las condiciones en un terreno democrático?

-Cuando ganamos la Asamblea Nacional, era una tarjeta, la de la Unidad. ¿Pero qué hicieron al día siguiente? Se dispersaron y se repartieron el poder. ¿Quién los autorizó? Con eso demostraron que no era la unidad, sino que estaban en el fraccionamiento de sus propios intereses. Ese mismo día debieron cambiar a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, pero no lo hicieron, así como nombrar a los del Consejo Nacional Electoral. Cuando tuvimos el plebiscito de 2017, Julio Borges dijo que no era un mandato. No acaban de asumir la responsabilidad plena, porque un gobierno colegiado con interés contrarios, no es unidad.

-Entonces, ¿dónde está esa gran mayoría no se identifica con ninguna de las opciones?

-Los venezolanos no han decidido qué costo están dispuestos a pagar para rescatar la libertad, porque eso no es gratuito. Y, mientras no conozcamos eso, no podríamos saber el grado de involucramiento que tendrían y acciones a tomar. La caraqueñización de la política ha perjudicado nuestros procesos, porque se condiciona a ciertos intereses que están más ubicados en la capital de Venezuela. El país ha dejado que quienes tienen el monopolio de la franquicia electoral actúen a su manera y después se quejan. ¿Cómo se va a movilizar esa sociedad si no hay dirigentes que la anime? Una sociedad sin inspiración, no reacciona ni participa. Ese es el mayor obstáculo que tenemos porque perdimos ese estímulo que había cuando apareció Guaidó. Que no era Guaidó, sino la esperanza.